El impeachment: la agonía de Dilma
Dilma Rousseff enfrenta el momento más difícil de su carrera política, la aprobación del impeachment en su contra representa lo fácil y cercana que está su posible salida de la presidencia.
Tras las fuertes acusaciones presentadas en el Congreso en contra de la presidenta brasileña se dio inicio a un proceso de juicio, donde la mandataria se verá forzada incluso a dejar su cargo mientras la comisión encargada de la investigación determina un dictamen.
Para llegar al punto decisivo sobre el futuro de Dilma en la presidencia de la República, la comisión del Senado debe seguir una serie de parámetros:
El proceso parece fácil, solo se necesita la aprobación de 42 diputados para separar a Rousseff del cargo por 180 días. Lo que sería un gran paso para su destitución definitiva, teniendo en cuenta que podría no volver a la presidencia, dado que al momento de la ejecución del juicio final Dilma seguirá estando fuera del cargo. Además resulta difícil que la presidenta pueda recuperarse del desgaste que genera un juicio de este tipo (que ya le costó el puesto a un presidente en 1992).
Desde el inicio de su segundo mandato la presidenta ha tenido que sortear con obstáculos difíciles, como los grandes problemas económicos, los casos de corrupción del Partido de los Trabajadores, las acusaciones sobre los sobornos de Petrobras, el presunto dinero recibido para el financiamiento de su segunda campaña electoral y la más grande de todas, su cuchillo en el cuello; La violación de las normas fiscales. Algunos de estos casos son el motivo por el cual Rousseff se enfrenta al impeachment.
Si el impeachment resulta victorioso y Dilma es destituida del poder, Michel Temer (que también se encuentra acusado por los escándalos de corrupción) no podría sostener por mucho tiempo la situación económica y social que vive la nación. El poder del Gobierno cada vez de debilita más, la separación de grandes sectores políticos representa un gran golpe. La mejor salida a la incontrolable realidad que vive Brasil sería en el mejor de los casos, la renuncia de Temer y la elección de un nuevo presidente temporal.
Actualmente el país se encuentra dividido en dos: los que creen que Dilma debe ser destituida del poder por las acusaciones que se le atribuyen y los que piensan que dicha decisión sería injusta y representa la orquestación de un golpe de Estado. Los escándalos de las corrupciones han creado un gran descontento en la población brasileña y son más los que desean que se resuelvan dichos casos.
La retórica del Gobierno ha sabido cautivar a algunos, pero la corrupción ha sido tan nefasta que la ideología imperante de inicios del siglo XXI se volvió un modelo agonizante, de descontento y olvido. Parece ser Brasil, la misma que impulsó dicha doctrina, la que ahora envía un mensaje a la región, ¡Basta de ideas de mentira, es hora de gobiernos pragmáticos!
Vehemente de la geopolítica internacional, los temas económicos y su impacto social.
Fiel creyente de las causas justas.
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