Enamorarse de las limosnas y el drama de la desesperanza

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Crecí en una familia de inmigrantes que llegaron de Italia huyendo de la segunda guerra mundial, buscando como muchos en esa época un nuevo horizonte que les permitiera establecer sus familias y progresar; de ellos aprendí muchas cosas valiosas como ese espíritu de lucha y el valor de la honestidad, la responsabilidad y el trabajo. Entendí que la dependencia no es el mejor camino, que cada quien debe labrar su presente y su futuro en base a su esfuerzo personal.

Yo nací en Venezuela a diferencia de mis hermanos, una Venezuela llena de oportunidades las cuales estaban disponibles sin importar la nacionalidad o el sexo, una Venezuela donde en base a tu esfuerzo podías llegar lejos, esa Venezuela de la meritocracia que se transformó en mi inspiración y por ello, decidí ampliar esas enseñanzas de mis padres que si bien agradezco y valoro siempre sentí que le faltaba algo, le faltaba la motivación al logro, el superarte a ti mismo cada día para desde allí poder tener progreso y bienestar, pero sin dejar por esto la humildad de entender que no eres más que nadie aunque a mayor esfuerzo por consecuencia lógica la recompensa debería ser mayor. Mis padres, fueron conformistas aunque luchadores; conformistas porque trabajaban para el sustento no para r más allá pero con gran orgullo puedo decir que jamás fueron dependientes de nada ni de nadie más allá de su esfuerzo personal.

desesperanza 1Me esforcé muchísimo llegando incluso a obtener un postgrado con honores académicos, buenos empleos y oportunidades para disfrutar de la misión que siempre ha sido mi profesión y puedo decir con un inmenso orgullo que todo lo logré con muchísima entrega, constancia y dedicación. Trabajaba en el día y estudiaba de noche; no disponía de recursos para costear mis estudios pero puedo afirmar con total certeza que si se puede, cuando quieres y vas detrás de lo que quieres siempre se puede.

Con lo que expongo no quiero desmerecer el valor de una mano amiga, del apoyo del amigo, del hermano en momentos de dificultad, pero una cosa es eso y otra muy distinta es entregarle el poder de mi vida a un gobierno sea el que fuere porque cuando le entregas ese poder le entregas tu destino.

Yo no quiero limosnas de nadie y, muchas de las personas con las que comparto y se han superado en la vida tampoco las desean; cuando conoces tus talentos y potencialidades lo que buscas son oportunidades para surgir, no una bolsa de comida o cualquier otra forma de dependencia y me pregunto, ¿qué ha pasado con mi Venezuela? ¿En qué momento tantas personas cedieron su derecho a ser lo que están destinadas a ser por una promesa de cosas regaladas o por el derecho a robar sin castigo? ¿En qué momento el odio desplazó la hermandad que nos caracterizó que fue tan inmensa que hasta permitió incluir a tantos inmigrantes que tiñeron de hermosos colores nuestro país? ¿En qué momento preferimos vivir bajo un dogma antes que hacerlo en los más hermosos valores? ¿En qué momento permitimos ser indiferentes ante tantas calamidades mientras no me pasen a mí y cuando me pasan prefiero abandonar y entregar el país?

desesperanza 3Hoy los valores de unión de familia se han venido desmoronando, las familias se ven obligadas a separarse, los más jóvenes buscan salida a otros países como lo hicieron mis padres en su momento, y no solo para progresar sino para poder vivir con condiciones de seguridad y contar con oportunidades para ir tras sus sueños. Perdemos entonces futuro, talentos y probablemente perdamos tanta población joven que siempre caracterizó a nuestro país.

A veces quiero creer que muchos estamos dormidos, como anestesiados, en ese sentimiento de desesperanza donde el único camino es el conformismo pero que temprano que tarde vamos a despertar y en ese amanecer, juntos y con el aprendizaje de tan duras lecciones vividas haremos una mejor Venezuela, esa misma que merecemos y que merecen las generaciones por venir.

 

Liliana Castiglione
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