Resentimiento y progreso
En los últimos tiempos, mucho se menciona esta desagradable característica llamada resentimiento, dándosele connotaciones de falla, usándola para explicar determinadas conductas o simplemente como un insulto. Pero cabría detenerse en su origen. ¿De dónde viene el resentimiento? ¿Qué lo causa?
Es cierto que una persona resentida, ha tenido durante su infancia, una serie de carencias que pueden ser de diversos tipos: biológicas, económicas, educativas, afectivas. Ese niño que sufre cualquiera de tales privaciones o varias de ellas, aunque crece corporalmente, se detiene en el desarrollo de la personalidad, convirtiéndose en un adulto inmaduro desde el punto de vista emocional; siente que el mundo le debe todo lo que en su infancia sus padres y el entorno no pudieron darle, esperando porque si, el pago de esa factura infinita e incobrable.
Esto implica en muchos casos, la pretensión de obtener ese pago sin dar nada a cambio, sólo por el hecho de haber tenido las privaciones mencionadas, pudiendo ir de la mano con un sentimiento de incapacidad. De este modo, ese adulto cuyo niño carente sigue presente en su interior, espera que el mundo le de todo lo posible, bien sea desde el punto de vista material o del afectivo.
Así, este niño no crecido, exigirá a los otros, casi sin él mismo darse cuenta, cualquier bien material o inmaterial sin hacer mucho esfuerzo o ninguno, dependiendo de la gravedad de la carencias infantiles, pudiendo llegar incluso a convertirse en un parásito. Evidentemente, ningún caso es igual a otro por lo que el nivel de exigencias y sus clases, variarán dependiendo de la historia infantil.
En este punto surgen otras preguntas: ¿En algún momento este sujeto puede quedar satisfecho con el “pago que reciba”? ¿Puede este sujeto progresar? No existe una respuesta única para ninguna de las dos preguntas, pues nuevamente dependerá del caso, pero es bastante probable que nunca sea suficiente todo lo que reciba, por mucho que sea, pues caerá en una especie de saco roto. En cuanto a la posibilidad de progresar, puede decirse que es inversamente proporcional al grado de resentimiento, de modo que mientras más resentida es una persona menos progresa y eso no es una fórmula mágica o arbitraria, sino un hecho muy simple y comprobable, a mayor trabajo en cualquier ámbito, más avance.
Como dijimos, la persona resentida espera que otros le den, en lugar de trabajar para lograrlo, experimentando en muchos casos, un sentimiento de minusvalía, e incapacidad para obtenerlo por sí mismo, de modo que tendrá una actitud más bien pasiva en este sentido.
Adicionalmente, hay otra categoría de resentidos que son los transgresores de la Ley y cuya niñez igualmente transcurre con grandes carencias en las áreas ya mencionadas, quienes impedidos de evolucionar, quedan en etapas muy iniciales del desarrollo emocional, convirtiéndose en seres muy primitivos. Son los llamados psicópatas o antisociales que en buena parte de los casos, tienen altos montos de agresividad y que usan para lograr ese “pago” por parte de los demás, arrebatando por la fuerza y burlando la Ley, lo que creen que el mundo les debe por no haberlo recibido de sus padres o del entorno.
En relación con este grupo, el psicoanalista Rómulo Lander señala que la intolerancia a la frustración sufrida durante la infancia es el origen de este tipo de personalidades, que se caracterizan igualmente por una imagen grandiosa de ellos mismos y una gran voracidad. Indica que estos sujetos producirán delitos de muy diversa naturaleza que abarcan desde el común hasta el de corrupción administrativa. Afirma que esta frustración de la infancia se reactiva con la frustración posterior o actual, produciéndose el delito común. En otros casos la voracidad enfermiza originará la corrupción administrativa; las personas que incurren en estos delitos tienen una imagen grandiosa de ellos mismos.
En cualquier caso, el progreso y la realización personal requieren, además del trabajo, de la superación de estas “viejas heridas”, pues difícilmente alguien resentido con su pasado pueda armonizar con su entorno actual y ser productivo para sí mismo y para los demás.
Sobre esto Mark Twain nos deja una valiosa idea: “No vayas por la vida diciendo que el mundo te debe algo. El mundo no te debe nada; estaba aquí antes que tú”.
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