Guerra Rusia-Ucrania: la serpiente que amenaza al mundo
A los diez minutos del inicio de la invasión rusa Putin explicó en televisión que el propósito era “desnazificar” Ucrania, cuyo presidente, el democráticamente electo Volodímir Zelenski, es judío. Un par de días antes Putin había dicho que Ucrania no tenía “el derecho histórico a existir”. Antes de invadir Checoslovaquia en 1938 Hitler le dijo a sus generales que aquel país “debería desaparecer del mapa”.
Unas horas después de las primeras incursiones militares en Ucrania tres señoras rusas de mediana edad se presentaron en una plaza de Moscú con cartelitos escritos a mano. “No a la guerra”, ponían. Acto seguido: media docena de policías las metieron a la fuerza en una camioneta.
El día siguiente, el viernes por la tarde, intercambié mensajes de texto con Dmytro, un amigo ucraniano que conocí hace seis años en un pueblo cerca de Chernóbil. No es soldado pero está preparándose para luchar. “Estamos solos contra Rusia, contra ese puto loco dictador de mierda, peor que Franco”, me escribe. “Pero saldremos de esta, como siempre lo hemos hecho a lo largo de la historia”.
Como en la Guerra Civil española, como en la Segunda Guerra Mundial, lo que está viviendo Dmytro en Ucrania es una batalla entre el autoritarismo y la democracia, entre la civilización y la ley de la jungla. No hablamos de simbolismos.
Existe hoy en el mundo una contienda real entre aquellos que valoran la libertad y la vida del individuo y los que no, entre los que defienden el ideal que Abraham Lincoln definió como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” y los que entienden el poder como algo que se impone a la fuerza desde arriba por una minoría de fascistas que mienten y mienten pero creen que son dueños de la verdad.
Hoy están ganando los fascistas. Los triunfos preliminares de la guerra de Putin consolidan una tendencia que se inició a principios de este siglo. El porcentaje de países gobernados por regímenes autoritarios saca ventaja con cada año que pasa contra aquellos que se atienen a los principios de la libertad de expresión, la justicia para todos y elecciones libres.
Es complejo lo de Ucrania y Rusia, dicen algunos. Sí. Todo es complicable. Que la OTAN lo podría haber hecho mejor, que podría haber reaccionado con más delicadeza a las paranoias rusas que Putin encarna: seguramente. Que después de la primera guerra mundial los aliados victoriosos podrían haber impuesto un tratado menos duro contra los alemanes, que se podrían haber anticipado al resentimiento nacional alemán que encarnaría Hitler: sin duda. ¿Pero por eso disculpamos a Hitler por haber invadido Checoslovaquia, luego Polonia, casi toda Europa y Rusia? No. No le damos la razón, como no debemos dársela a Putin hoy.
Igual que en Europa en los años treinta y cuarenta, es hora de definirse. Los que insisten en que hay zonas grises, o que existe una equivalencia moral entre países de la OTAN como Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Holanda, Noruega, Islandia o Reino Unido y la Rusia del zar Vladimir que lo tengan claro: no condenar a Putin es ser cómplice de él.
Los acontecimientos de esta semana deben haber esclarecido las cosas para muchos que dudaban, pero curiosamente sigue habiendo gente en los países democráticos que persiste en creer que no está tan claro que Putin sea el malo de la película. Está bien. Que cada uno piense y diga lo que quiera. Para eso los afortunados de la tierra vivimos en democracia. Pero para ayudar a los indecisos a que se definan de una vez aquí les paso la cita del año, de la boca de Putin justo después de dar la orden de invasión:
“El objetivo es defender a gente que ha sido víctima de abuso y genocidio del régimen de Kiev. Procuraremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania…Toda responsabilidad por la sangre que corra recaerá enteramente y completamente en la conciencia del régimen ucraniano.”
Fake news más épico, cínico o descarado, imposible. Bueno, hay los que no lo ven. Como Donald Trump o Nicolás Maduro. “Putin es un genio”, dijo Trump. Y luego: “Ha conquistado un país por dos dólares en sanciones…Yo diría que esto es de alguien muy listo”.
Maduro, el presidente de la república bolivariana de Venezuela tuiteó: “Venezuela anuncia todo su respaldo al presidente Vladimir Putin en la defensa de la paz de Rusia, en la defensa de la paz de esa región y en la defensa valiente de su pueblo”.
Ahí habla el bando autoritario. Ahora escuchemos al bando democrático, empezando por el presidente Zelenski de Ucrania: “Rusia atacó nuestro estado de manera traicionera, como la Alemania nazi. Rusia se ha embarcado en el camino del mal”.
Acá el flamante canciller alemán, Olaf Scholz: “No existe ninguna justificación. Esta es la guerra de Putin”. Y el campeón de ajedrez ruso Garry Kasparov, exiliado en Estados Unidos, que describe a Putin como “una serpiente”: “Dejar que Putin aplaste a Ucrania y asesine a miles de inocentes en una guerra de conquista europea redefinirá el orden mundial…Elegimos por acción o inacción en qué mundo queremos vivir”.
He aquí la cuestión, ¿en qué mundo queremos vivir, el feudal de Putin o el libre que habita Kasparov? Pongámoslo más fácil: ¿estamos con mi amigo Dmytro, que sabe que está combatiendo no solo por su país sino por la humanidad, o en contra de él?
“Estamos solos”, me dice, pero “se luchará hasta el final, hasta el último metro”. Dmytro, que tiene 30 años, no se queja. Sabe que “nadie puede hacer nada”, que la OTAN no va a intervenir en Ucrania. Putin está al mando de 4.500 misiles nucleares y advierte que está dispuesto a usarlos.
En el mismo discurso del jueves en el que anunció la invasión dijo: “A cualquiera que esté considerando interferir de fuera…si lo hacen se enfrentarán a consecuencias nunca vistas en la historia.” Al final Putin nos lo pone fácil. Estar con él es estar con el mal.
Fuente: Clarin
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