MEDIDAS EXTRAORDINARIAS

Por Beaneyvi M. Aponte Sánchez

@beaneyvi

 

 

 

Todos hemos escuchado en algún momento el término. Cuando se habla de medidas extraordinarias, por lo general lo escuchamos en un pasillo de hospital. Sabemos que al oír esas dos palabras, la situación por la cual pasa el paciente es grave, y ya el trabajo y respuestas regulares de los doctores no es suficiente para poder salvar la vida de quien está en una camilla debatiéndose entre la vida y la muerte.

 

Tomemos en cuenta que si al hacer lo rutinario no obtienes una respuesta satisfactoria -que logre el cambio que necesitas para encontrar la solución a un problema- entonces es el momento de adoptar el término médico, y llevarlo a ese plano donde te encuentras.

 

Hace apenas una semana, la selección venezolana de fútbol se jugaba la vida entera en un partido muy complicado ante una selección de Chile que, con sus grandes piezas, iba a salir con todo a defender su patio.

 

Mucho se habló de ese juego, ese nefasto 3-0 a favor de los chilenos que dejaba en terapia intensiva a la Vinotinto, de cara a la máxima cita mundialista, en la que solo 32 selecciones tendrán el ticket de entrada. El escandaloso marcador en Santiago fue poco, si lo comparamos con el rendimiento –casi nulo- de una Venezuela que se vio superada desde los primeros minutos, y que nunca supo cómo darle vuelta al marcador. No tuvo capacidad de reacción ni respuestas concretas al planteamiento táctico de Chile. Era una radiografía del partido contra esa misma selección, pero en Puerto La Cruz, donde los dirigidos por César Farías tampoco lucieron su mejor fútbol.

 

Cuatro días más tarde, Venezuela recibía a un equipo de Perú con la misma urgencia del seleccionado nacional, pues una derrota los dejaba fuera de la lucha por el quinto puesto de la clasificación para Brasil 2014, y como si se tratase de la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la Vinotinto saldría a hacer uno de sus mejores partidos en estas eliminatorias, dejando atrás la terrible actuación en suelo chileno. Un planteamiento ofensivo, donde la posesión del balón fue la mejor defensa de los venezolanos, terminó dibujando un 3-2 que se convertía en el respirador que mantiene con vida a los nacionales.

 

Cuesta trabajo -en lo personal- entender cómo teniendo todo en nuestras manos para lograr la tan ansiada clasificación por primera vez a un mundial de fútbol, nos encontramos en una camilla, con una enfermedad casi terminal.

 

Para Venezuela, que tiene en la actualidad su mejor generación futbolística, este era el momento de lograr la hazaña. Un Brasil fuera de la lucha por la clasificación, una selección de Paraguay que ha mostrado su peor cara en años, un inicio con tropiezos de Uruguay, quienes hasta hace poco, estaban en el lugar que hoy ocupa el equipo venezolano. Una Colombia que, hasta la mitad de las eliminatorias, no estaba en su mejor nivel. En fin, el camino se vislumbraba transitable, y la clasificación era una realidad tangible para la selección Vinotinto.

 

Con todo esto por digerir, siendo demasiado quizás para quienes tenían todas sus esperanzas y expectativas en lo más alto, a Venezuela le ha llegado el momento de tomar medidas extraordinarias.

 

Las fallas tácticas del equipo, los planteamientos de los partidos, esa sensación de haber tenido la clasificación en las manos, ese tan cerca pero tan lejos que con recelo se ha tatuado en el pensamiento de todos los venezolanos, contar con una plantilla llena de grandes jugadores, y sin embargo, que no dé los frutos esperados. ¡Es hora de cambiar!

 

Cuando el centro de un equipo recae en su entrenador o el cuerpo técnico, y no en los jugadores, es una de las señales que indican que algo no está saliendo bien. Y en el caso de César Farías, esas señales vienen siendo recurrentes desde 2008.

 

El técnico de la selección venezolana ha sabido ganar protagonismo en cada rueda de prensa, en cada partido del equipo. Su actitud le ha ganado miles de críticas y detractores, pues al final del día nadie quiere que el rostro del equipo de tu país sea el del DT, llámese como se llame. “La victoria no tiene sustituto”, “cuchillo entre los dientes”, “arrinconamos a Chile en su arco”, son frases célebres durante estas eliminatorias, de un Farías jugando el rol que más le entretiene: el de la controversia.

 

La actualidad que vive la Vinotinto no es más que una alarma para hacer un cambio radical. Farías, a quien se le debe aplaudir los logros que ha tenido con esta selección, parece no ser la pieza más adecuada para un nuevo ciclo. Su planteamiento futbolístico ha llegado a un punto muerto, y los resultados muestran que, más que un aporte táctico confiable, el trabajo termina cayendo en una improvisación en la búsqueda desesperada de resultados positivos.

 

El hilo de vida que le queda a Venezuela en estas eliminatorias, depende no solo de sus pies, sino de lo que haga la selección charrúa, quienes de sumar un punto más, estarían desconectando a Venezuela del respirador que lo mantiene con remotas, pero posibles esperanzas de obtener el puesto de repechaje, y el tan anhelado boleto a Brasil.

 

Sin importar lo que pase, es claro que urge dar un golpe de timón en el manejo táctico de la selección, en las ideas, en las propuestas. Sería casi un crimen desperdiciar esta generación de futbolistas venezolanos, a quienes no se les critica nada, pues si algo han sabido hacer es manejar con estoicismo el peso de defender la camisa que ha unido a los venezolanos en un solo pensamiento, en una pasión que, para suerte de todos, no da cabida a otro color.

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