Arráncame la vida
En nombre del amor no es sólo el título de una telenovela mexicana, es también la frase con la que se justifican todos las desgracias que le ocurren a los seres humanos que aman desesperadamente o creen amar. Y es que, tanto el amor como los celos impulsan a quien sea a la realización de empresas no siempre constructivas, el punto es, desde dónde miramos el amor.
Pero ¿por qué el amor siempre ha tenido ese tufo a tragedia? En primer lugar, la cultura occidental se sustenta en los mitos y el teatro griego que como ya sabemos, son melodramáticos, entendiendo que sus narrativas presentan situaciones y personajes exageradamente atrapados por las circunstancias y en las que el sufrimiento casi siempre es un castigo de los dioses por lo que los mortales deben asumirlo con resignación. Luego, pasamos por el martirologio cristiano por amor a Dios y así sucesivamente hemos estado encadenados, como Prometeo, desde siempre, a imaginarios dolorosos en torno al amor.
Latinoamérica lleva la bandera en ese sentido, y la música ha perfilado ese estado viral y agónico que nos inyectara Cupido con su flecha de plata. Que “quien te hace llorar es quien te ama” o “quien te quiere te aporrea”, son expresiones que retumban en la cabeza de cualquier mujer ¿Quién no recuerda títulos desgarradores como Arráncame la vida? o aquel estribillo que dice: “rómpeme o mátame pero no me ignores no, mi vida”, son sólo pequeñas muestras de cómo el amor ha sido tratado desde el sufrimiento.
La literatura y el cine también se han encargado de crear imaginarios dolorosos a través de historias melodramáticas en las que el sufrimiento es el protagonista. En los clásicos Romeo y Julieta, Tristán e Isolda el amor no hubiera tenido trascendencia sin la marca del dolor. Las heroínas atormentadas como Ana Karenina o La Dama de las Camelias, hubieran sido un sinsentido si la historia hubiera terminado felizmente, pero no, para que el amor de verdad, valiera la pena en estas narraciones debió estar teñido de tragedia y desconsuelo. Tampoco podemos olvidar aquellas obras en las que los celos son el centro de la historia como en Otelo de Wiliam Shakespeare, quien asesinó a su esposa y luego se quitó la vida, o historias reales como la de Juana La Loca, quien envenenó a su esposo por celos, en estos relatos, el amor y la locura son hermanos. Y es aquí donde ponemos el ojo para entender qué pasa en nuestra sociedad venezolana en la que el número de homicidios pasionales no merma desde hace unas cuantas décadas.
Uno de lo crímenes más sonados fue el cometido por el boxeador El Inca Valero, quien asesinó a su esposa por motivos pasionales, según los allegados, este hombre era excesivamente celoso. Otro caso, al mejor estilo de Otelo es el de Milton, un hombre en Casigua quien enceguecido por los celos asesinó a su esposa a puñaladas después de que le escribiera una carta amorosa en donde le decía: “sabes que te necesito muchísimo, si tú no estás bien conmigo, no puedo estar bien. Tú eres mi vida”. Luego Milton, se quitó la vida en el baño de su casa.
Son muchos los crímenes que aparecen frecuentemente en la prensa, y que nos dan una idea de cómo se está manejando el concepto del amor en nuestra sociedad. Y aquí, las preguntas relacionadas con la educación, la pobreza, el machismo y un sinfín de problemas, pero alguien se ha preguntado ¿qué estamos haciendo para deconstruir los imaginarios en torno a los amores sufridos? Difícil respuesta si tenemos a la industria cultural bombardeando constantemente con mensajes de sufrimiento por ausencia del ser amado, rupturas, infidelidades. Gozamos de toda una gama de productos lacrimosos: telenovelas, bachatas, boleros, vallenatos, entre otros, que son un río de desdichas.
En fin, lo primero que deberíamos es desintoxicarnos y reorganizar esa gran cantidad de construcciones sociales que modelan tipos de conductas desafortunadas y que son la raíz de tanta desgracia amorosa, habría que hacer una reingeniería a esos productos culturales responsables, en muy buena parte, de que cada día quienes se deleitan con ellos se hundan más en la tristeza ya que estos, no aportan nada al espíritu, a la felicidad, a la paz mental sino, que más bien envuelven al individuo en la desesperanza haciéndole creer que sin dolor, no te haces feliz.
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