EL DESTINO DEL TIKI-TAKA

Por Paola Méndez

 

 

 

Desde la llegada de Gerardo Martino al FC Barcelona ha existido controversia en relación a la continuidad (literal) del estilo de juego del equipo culé, el “tiki-taka” como representación absoluta del club catalán. Fuimos testigos de cómo el Barça de Pep logró lo inimaginable: Ganarlo todo en una temporada, el histórico sextete; de la mano de un estilo que fue renovado y que conmocionó el mundo del fútbol, todo gracias a la genialidad de Guardiola. Seguramente nadie olvidará ese equipo que definitivamente marcó una era.

 

 

Al principio, ese Barcelona era una apisonadora. Destrozaba a todos sus rivales con posesión y con una maravillosa manera de acariciar el balón que rompía records en cantidad de toques. Rondos y triangulaciones que dejaban aturdidos a todos los equipos con los que se enfrentaba, pero que poco a poco, conforme iba evolucionando el fútbol también los demás equipos, hasta que ya todos sabían la fórmula para hacer infértil al “mejor equipo del mundo”. A partir de allí todo fue más difícil, cada vez se hacía más complicado mandar el balón a las redes del contrario, hasta que la posesión y los maravillosos toques de balón no eran indicadores de lo que reflejaba el marcador.

    

Entre cambios de entrenador y una enfermedad maldita que hirió profundamente al club, parecía que el estilo que revolucionó el fútbol tenía fecha de caducidad. Justo cuando todo pintaba mal, llega un equipo espectacular, con una manera de jugar que implicaba también el dominio y muchas veces la posesión: El Bayern de Múnich. El equipo culé y el bávaro se enfrentaron en semifinales de Champions, los alemanes dieron un recital e hundieron sin compasión al conjunto español. Ese fue definitivamente un punto de inflexión y aunque esa temporada el Barcelona ganó La Liga igualando el récord del Real Madrid de 100 puntos, el “tiki-taka” parecía destinado a morir.

    

Esta temporada llega un “novato” a Europa para dirigir un equipo de élite que está pasando por una crisis. A Barcelona llega Gerardo Martino, un rosarino con ideas parecidas a lo que conocemos del equipo culé. Sin embargo, “El Tata”, como de cariño le llaman, comprende que su nuevo equipo estaba siendo esclavo (sí, como lo dijo el propio Piqué) de un estilo de juego de posesión, presión (que con el pasar del tiempo fue disminuyendo) y toques que sólo admitía llegar a las redes del contrario a partir de innumerables combinaciones de pases en un espacio pequeño del terreno de juego, aunque eso implicara chocar una y otra vez contra una pared, y que el rival en una contra los tomara desprevenidos y los liquidara. 

    

Consciente de la situación y de los jugadores que tiene, ahora Martino aprovecha las variantes que el equipo tiene a su alcance, incluso, si eso significa perder la posesión por 1%. Para sorpresa de muchos, sí, el Barcelona es capaz de elaborar contras perfectas, ¿y cómo no?, si tienen jugadores capaces de dar pases precisos como si los dieran con las manos, jugadores con cambios de ritmo y con velocidad. Los contragolpes son un recurso con el que el Barça siempre pudo contar cuando los toques no lograban el objetivo: Meter el balón a la portería contraria. Sin embargo, no se empleaba por orgullo y soberbia.

    

El fútbol se encuentra en una evolución continua y aquellos que no comprendan esa condición del juego, están destinados a desaparecer. Si el Barcelona emplea contragolpes como variantes, esto no implica un cambio de estilo, sino más bien un paso adelante, pues finalmente han entendido que el único límite que tenían eran ellos mismos.

 

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