NO ME ABANDONES

Por Norma Pérez

@normaperez9

 

 

 

La mañana del 12  de noviembre me levanté entusiasmado, feliz. Después de comer mi desayuno me puse a pensar  en las cosas que podría hacer con Julia, a dónde me llevaría y si ella estaría tan feliz como yo por ya tener casi un año juntos.

 

Sin embargo, esa mañana Julia no se despertó temprano. El cielo estaba gris y enormes gotas de agua se estampaban contra el vidrio. Los truenos me asustaban y el frio se calaba por mis huesos. Traté de refugiarme con Julia pero desde hace días estaba extraña y no me dejaba entrar al cuarto, así que me escondí en el viejo sillón de la sala.

 

La lluvia cesó y el resto de la mañana transcurrió lentamente y cuando Julia se levantó, salí a darle amor pero ella estaba molesta y me ignoró. Pasaron dos horas y a las 3 de la tarde me llevó de paseo, supuse que su mal humor se había ido, que me llevaría al parque, tomaríamos un helado y como otras veces, observaríamos el paisaje de aquel hermoso lugar.

 

Pero nada de eso ocurrió. Cuando llegamos al distribuidor de Santa fe, Julia detuvo el carro y me bajó. Luego trancó la puerta del copiloto, dio la vuelta, se subió al carro y siguió manejando.

 

Yo no comprendía lo que estaba pasando, tampoco quería entenderlo solo deseaba que Julia volviera a recogerme. Me di cuenta de lo que estaba ocurriendo cuando un motorizado me pisó una pata y tuve que correr como pude, hasta el otro canal. En ese momento, estaba asustado, adolorido y lleno de miedo. Pensé que era mi fin.

 

Tenía un montón de sentimientos encontrados, pero sobre todo estaba triste. No podía creer que Julia, la humana que tanto había amado, que acompañé cuando su marido la dejó, que consolé cuando estuvo triste, que hice sonreír en los peores momentos, me había dejado sin siquiera pensarlo dos veces en medio de aquel lugar lleno de monstruos de cuatro y dos ruedas.

 

No tenía ganas de luchar y mucho menos de buscar un refugio, así que solo me eché en la autopista. No sé cuantas horas estuve ahí pero ya la noche daba sus primeros pasos cuando una señora detuvo su carro, se acercó a mí y con su dulce voz me dijo “tranquilo, bonito… No te haré daño…” Me subió al coche, me llevó a su casa, atendió mis heridas y me cuidó. Creí que cuando estuviera bien me botaría como lo hizo Julia. Sin embargo, pasaron los días, meses y años y yo sigo aquí brindándole mi amor a Estela.

 

Hoy comparto con todos lo horrible que fue ser abandonado, la zozobra, el miedo y desilusión que sentí cuando me vi en medio de la autopista. Quiero pedirles que si no están preparados para amar y respetar a un animal, no lo adopten. Dejen que alguien que esté dispuesto a cuidarnos nos reciba en su hogar. Hoy más que nunca alzo mi ladrido para pedir que por favor: “no me abandones”.

 

Atentamente,

Un perro abandonado.

 

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