INÉS MUÑOZ, AUTORA DE DÍAS DE NOVENARIO

Por Guayoyo en Letras

 

 

 

Inés Muñoz Aguirre: «En Días de Novenario la fotografía es un instante en el que se detiene la vida»

 

Inés Muñoz Aguirre es una de nuestras más importantes escritoras, por ser periodista con libros publicados como su famoso Protagónicas, autora de mucho más de 30 obras como dramaturgo, las cuales son representadas con frecuencia en el exterior y estudiadas en la Universidad de Siracuse. Como narradora, es autora de la exitosa novela negra La Segunda y Sagrada Familia y ahora de Días de Novenario. Una novela que ha sido definida por sus editores, la internacional Bruguera, como una bitácora sentimental, recientemente presentada y ya en todas las librerías a nivel nacional.

 

Leer Días de Novenario será una forma de acercarnos a las emociones que se generan a raíz de una pérdida, especialmente en los nueve días siguientes, cuando no solo se enfrenta el dolor, sino que se produce el acercamiento a lo religioso y a una carga emocional que parece abrir un nuevo espacio en las relaciones personales.

 

Hugo Báez, el protagonista de esta historia, ve pasar su vida como una película, muy bien manejada en esta novela por su carga de imágenes. La mención a algunas costumbres de la época -que se recuerda ubicada a finales de los 70 y principios de los 80-,  llevan a una generación y a todos sus descendientes a descubrir, recordar y valorar muchos momentos.

 

 

¿Por qué específicamente esa época?

 

—Porque mi protagonista es un cincuentón como yo, porque por supuesto es una época con un gran movimiento en lo musical. En la novela hay una especie de acertijos para el lector, en el sentido que se mencionan canciones, publicaciones, artistas, lugares que conducirán al lector a recordar. Es como hacer un viaje juntos los lectores y los protagonistas por momentos que estoy segura que generarán muchos recuerdos.

 

—Hay un personaje importante en la novela, un Volkswagen rojo,  ¿Por qué ese carro y no otro?

 

—Porque también es un emblema de esa generación. Tanto, que uno de los Volkswagen más bellos que he visto, aparece en el montaje del Circo del Sol: Love. El cual es un homenaje a Los Beatles. Es un carro que todos soñaban tener. Aún hoy vemos rodando por allí unos cuantos escarabajos. Jamás esta historia sería lo mismo contada desde otro carro. Su condición de carro casi todo terreno va a la par del espíritu aventurero de Arístides Báez, el padre del protagonista, quien decide viajar con su hijo al lado, escuchando su música preferida y haciendo las fotos que le permitían sobrevivir.

 

—La novela está narrada en dos planos, el plano de lo que ocurre en el entorno de los personajes y lo que ocurre en la mente de Hugo. ¿Hay una clave especial en ello?

 

—Sí, claro. Era la forma de mostrar eso que nos pasa a todos. A veces estamos hablando con alguien y nuestra mente está volando por otro lado. Estamos viviendo un momento pero nuestra mente es capaz de abstraernos por completo y trasladarnos hacia donde queramos. Siempre me ha llamado la atención la posibilidad de saber qué están pensando algunas personas cuando estás hablando con ellas, cuando te miran a los ojos y tú sabes que no te están viendo. Esta narración paralela nos permitirá ahondar en los verdaderos sentimientos de un hombre, que sufre, se emociona, que llora escondido.

 

—¿Por qué el protagonista de la historia es un hombre? ¿No era más cómodo para una escritora que su protagonista fuera una mujer?

 

—Claro que es mucho más cómodo, pero escribir no tiene que ver precisamente con la comodidad. Creo que es un trabajo arduo, cuestionador, que nos genera unas cuantas interrogantes. Era mucho más fácil escribir desde mi condición de mujer, para acercarme a los sentimientos que generan el abandono, la traición, los secretos, el misterio y la muerte.  El reto era cómo acercar a un hombre a esos sentimientos buscando despojarlo de alguna manera de las esclavitudes emocionales que a veces impone la sociedad. Esclavitudes que muchas veces le impiden al ser humano mostrarse tal cual como es.

 

—Vuelve el comentario sobre lo cinematográfico de tu escritura…

 

—Sí, vuelve. Ya se dijo de La Segunda y Sagrada Familia. Para algunos críticos, sintieron la novela muy cercana al guión de una película. Lo mismo ocurre con esta novela. No ha sido algo intencional, supongo que es mi forma de escribir. Juego con las imágenes que se generan en la mente del lector a raíz de contar una historia en la que se describen no solo las emociones, sino los espacios, los ambientes, los objetos que los rodean. Es como hacer fotografías de los momentos especiales.

 

—La fotografía tiene sin duda un lugar especial, cuando cuentas distintos momentos en los que padre e hijo comparten sobre esto…

 

—Así es. Hay momentos especiales. Las primeras fotos cuando él cae al río y luego el padre no lo deja sentarse con los pantalones mojados en el carro. Los días de revelado, cómo cada quien busca su acomodo en ese momento porque había que entregar el trabajo, el formato en que trabajaba Arístides porque no tenía mucho espacio para revelar, el descubrimiento de sus fotos familiares en las que la cara de la mamá ha sido raspada en las fotografías.  La certeza de que a través de la fotografía se preservan los recuerdos. Una foto es un instante detenido por eso juego en el texto con el sonido que produce la captura de ese instante.

 

Días de Novenario es sin duda, una bitácora sentimental en la que se cruzan Puerto La Cruz, Clarines o Machurucuto con las salinas de Araya o la laguna de Sinamaica. Un retrato del país que fuimos y de las particulares vivencias de la infancia de Hugo, actual periodista en plena crisis creativa. Crisis que le impide escribir, pero que lo enfrenta a los conceptos de Dios y la Iglesia, del amor y la familia. Un duelo que actuará como revulsivo en su vida.

 

Días de Novenario te hará reír y te conmoverá. Te conducirá a través de los recuerdos del protagonista, a tu propia niñez (y si no, a la de tus padres o abuelos). Una novela emocionante que nos habla de los pequeños detalles de la vida y de la importancia que estos adquieren en nuestra propia existencia.

 

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