Atornillarse en Miraflores

Por Francisco Alfonzo

@FranciscoAlfonz

 

 

 

A pesar de no estar compitiendo por ningún cargo, las elecciones del domingo fueron de una inmensa importancia para Nicolás Maduro. La legitimidad de quien ocupa Miraflores lleva casi 8 meses en duda y de los resultados electorales del 8D dependía, en gran parte, su estabilidad en el cargo por los siguientes años. En otras palabras, si el PSUV era aplastado por la MUD en estas elecciones (lo cual ha podido suceder perfectamente) la estadía de Maduro en la Presidencia se vería más amenazada aún de lo que ya lo está (o estaba).

 

Es por lo anterior que los venezolanos fuimos víctimas de una campaña electoral totalmente antidemocrática y desequilibrada. Maduro no podía darse el lujo de perder el plebiscito y por eso volcó todos los recursos, funcionarios y ventajas del Estado para favorecer la campaña de los candidatos del PSUV. Ejemplos de ello abundan, el mejor es el caso del Decreto del Día de la Lealtad a Hugo Chávez, Maduro utilizó su potestad presidencial de dictar decretos para sensibilizar a los seguidores de Hugo Chávez el día de las votaciones municipales (además colocando los ojos del difunto presidente en el tarjetón electoral). La inauguración de obras y la entrega de recursos, bienes y hasta créditos con la presencia de candidatos del PSUV es otro ejemplo de esa actitud abusiva y ventajista. Así como lo son las propagandas que supuestamente hacen alusión a la gestión del gobierno, cuando en el fondo lo que realmente buscaban era ganar electores que simpaticen con el proyecto político socialista y persuadirlos a que voten por este.

 

A pesar de todos los abusos electorales, es preciso preguntarse si Maduro ganó o no las elecciones del 8D. Evidentemente es una interrogante que no tiene una respuesta absoluta, sino múltiples formas posibles de abordar el asunto, que permiten llegar a conclusiones distintas y hasta opuestas. Sin embargo, quien escribe considera que ninguno de los dos bandos obtuvo una victoria absoluta, nadie aplastó a nadie, y cada opción política logró triunfos importantes: en número de votos, en número de alcaldías, en porcentajes, en jurisdicciones emblemáticas, en número de ciudadanos que ahora serán gobernados por esos alcaldes electos, en extensiones territoriales gobernadas, etc. Pero, en definitiva, el mapa de las fuerzas políticas se mantiene bastante igual.

 

El discurso pronunciado por Nicolás Maduro en la Plaza Diego Ibarra, luego de haber sido anunciados los resultados, es un claro indicador del panorama político. Evidentemente Maduro necesitaba atribuirse un triunfo contundente –aunque ello haya sido falso– para poder avanzar en su búsqueda de legitimidad para atornillarse en Miraflores. Entre las frases pronunciadas durante dicho discurso podemos citar, por ejemplo:

 

–   “…esta semana vamos a profundizar la ofensiva económica”…

 

–   “…barrer al fascismo y a la derecha…”

 

–   “…derrota número 4 en fila para la MUD…”

 

–   “…yo me pregunto en este momento: ¿qué va a hacer la cúpula dirigente de la MUD ante esta 4ta derrota consecutiva en 14 meses?…”

 

–   “…yo creo que hay que llamar para ver si en los Xolos de Tijuana hay cupo para Ramón Guillermo Aveledo y toda su banda de la MUD, incluyendo el caprichito de Miranda que tiene su 4ta derrota por el pecho…”

 

–   “…toma tu plebiscito caprichito, ahí tienes tu plebiscito pues, prepotente, fascista, prepotente, yo espero que aprenda de humildad…”

 

Ninguno de los bandos obtuvo una victoria contundente, entonces, ¿por qué un discurso tan radical? Maduro tenía que hacerle creer a sus seguidores que la victoria fue contundente para que no dudaran de él y de su respaldo popular. A pesar de que el PSUV no obtuvo más del 39% de los votos y a pesar de que la MUD obtuvo un 35%, el discurso de Maduro fue el de una persona que ganó las elecciones con más del 65 o 70%, un discurso radical, triunfalista, excluyente y divisionista, lo cual no es sano para ninguna democracia.

 

También debemos comentar el discurso del líder de la oposición Henrique Capriles. Es un poco lamentable que el Gobernador de Miranda no haya destacado los triunfos obtenidos. El discurso fue el de un bando perdedor, o al menos empatado, cuando lo cierto es que ello no fue así. La oposición ganó espacios importantes en estas elecciones y ello debió haber sido capitalizado con un discurso fuerte que inspirara alegría para capitalizar esos votos.

 

Siguiendo con lo anterior, Maduro en su discurso también anunció-pronosticó una intensificación y una radicalización de las políticas socialistas que ha venido adelantando en los últimos meses. Lo cual es sumamente peligroso. Maduro no ganó las elecciones, tampoco lo hizo la oposición, pero como quien está en Miraflores es el del discurso radical, necesariamente debemos alertar sobre los peligros de ese extremismo fanático. Los resultados electorales reflejan que el país está dividido, que ninguno de los bandos cuenta con un apoyo abrumador, es por esto que el Gobierno debe ejercer su poder con suma humildad, prudencia y equilibrio, no pueden gobernar de la misma forma a como si hubiesen obtenido una victoria aplastante.

 

Recordemos que la democracia no es solo el gobierno de las mayorías, para ser democrático ese gobierno debe demostrar un respeto absoluto de los derechos constitucionales de todos los ciudadanos, incluyendo especialmente el respeto total hacia las minorías. Pero como la oposición en Venezuela no es una minoría, sino más bien una importante fuerza creciente que tiene entre el 45 y el 50% del apoyo popular, el Gobierno Nacional debe administrarse con mayor humildad y cuidado aún.

 

Si Maduro cree que esto fue un plebiscito, pues que lea bien los resultados, según esos resultados casi la mitad del país no aprueba las medidas socialistas y radicales que ha tomado el Gobierno, entonces ¿por qué intensificarlas? Lo que cabría más bien ahora es una revisión profunda de esos radicalismos y un retroceso de los mismos.

 

Del discurso de Maduro lo que podemos esperar ahora es más socialismo. Eso quiere decir más control del Estado en la vida de las personas. Más regulaciones de precios, costos y ganancias, más fiscalizaciones y sanciones arbitrarias. Probablemente incrementará el control sobre los medios de comunicación, lo cual se gravísimo para el derecho a la libertad de expresión. De seguro el gobierno intensificará la persecución política sobre la oposición, buscando inhabilitaciones y otras jugarretas sucias para sacar del panorama político a sus adversarios, lo que es una evidente violación de los derechos políticos de los venezolanos. También es muy posible que aumenten los controles sobre los medios de producción, sobre los precios y sobre las ganancias, lo cual es verdaderamente lamentable para el derecho constitucional de propiedad de todos los venezolanos. También se intensificará el control sobre el Poder Judicial, en contra de la separación de poderes y del derecho a una justicia independiente e imparcial.

 

Lo anterior no es una política calculada al azar, Maduro necesita ejercer el poder para demostrar que él es dueño del poder (discúlpenme la reduncancia).

 

La democracia no es solo votar. Un gobierno que pretenda ser democrático no solo debe tener legitimidad electoral, sino también legitimidad de ejercicio. La legitimidad de ejercicio significa gobernar democráticamente, es decir, ejercer los cargos de poder tomando en cuenta a todos los sectores de la vida nacional, respetándolos, dándoles un espacio en la participación de los asuntos públicos. Lamentablemente, del discurso de Maduro y de su errónea lectura de los resultados electorales, lo que podemos esperar para Venezuela es menos democracia, menos derechos para los venezolanos.

 

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Guayoyo en Letras