Esa economía que es el amor

Por Daniel González

@GonzalezGDaniel

 

 

 

El amor es una magia, se escucha en una canción. En extensión de páginas escritas podría competir con Dios, la evolución, la política o la economía. Y de ser un personaje famoso con cuenta en Twitter, tal vez tendría más seguidores que Justin Bieber y Lady Gaga juntos. Desde el inicio de los tiempos, ha dado pie para escribir libros, poemas, folletos, panfletos, revistas, páginas web; así como para crear cuanto programa de radio y televisión rosa uno pueda imaginarse. Pero lo que pocos se detienen a mirar es que en el amor hay mucho de oferta, demanda y beneficio.

 

El amor por alguien tiene características similares en todos los lugares del mundo donde se es libre de escoger a quien amar y una de esas características es de hecho, la libertad. Las personas en el mercado de solteros tienen libertad de escoger entre la oferta que está ante sus ojos. Y hay aquí un importante punto: el amor no es lo primero, el amor nace y se cultiva. Lo primero es lo que está a la vista, lo expuesto, lo físico. En otras palabras, generalmente, primero llega la atracción. Ocurre como cuando estamos ante la cartelera de cine y nos encantan las películas de terror. Por más que nos digan que la película de comedia está genial y que la de terror no lo es tanto, en general, nos inclinaremos por ver la de terror, salvo que en ese momento en particular, tengamos el deseo de complacer. Igual ocurre ante la oferta en el mercado de solteros y este aspecto de la atracción es entendido a la perfección por cuanto caminante de Caracas y el mundo existe. Por esto, los esfuerzos por verse bien mientras se está en el mercado, no se escatiman. Los gastos menores para estos menesteres incluyen mensualidad del gimnasio, lifting, peeling, maquillaje, suplementos alimenticios y de adelgazamiento, cremas, maquillaje, buena ropa y zapatos, carteras, maletines, entre otros. Los gastos mayores, sobre todo si la naturaleza no fue tan generosa contigo implican rinoplastia, lipoescultura; aumento de mamás, glúteos, pantorrillas y hasta de pectoral, entre otras. Los habitantes de la urbe saben que el atraer, es condición sine qua non para lo que sigue.

 

Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza de tanta mortificación por lo físico? Los humanos somos egoístas y ambiciosos por naturaleza, cualquier consideración distinta es cuando menos, risible. Desde bebés hacemos lo imposible por obtener la atención de nuestros padres para atender nuestras necesidades y toda vez que vamos creciendo, va aumentando el staff de las personas que queremos que nos satisfagan. Resulta que tanto arreglo y emperifollamiento se debe a que queremos siempre lo mejor. Sabemos que mientras mejor arreglados estamos, mayores serán las posibilidades de atraer a alguien de características similares. Todos tenemos un ideal del perfil de la persona que queremos nos acompañe y en general, ese perfil es el que buscamos porque nos genera la mayor suma de satisfacción, aspecto éste último, bastante económico.

 

El proceso de escoger de entre la oferta, implica un aspecto económico en tanto en cuanto, maximiza nuestro beneficio personal. Tal como en economía, en el amor, existen los óptimos. Nunca se alcanzan, pero a efectos de la teoría resultan maravillosos para entender muchas interrelaciones. Cuando se le pregunta a un caraqueño promedio, cuáles deben ser las características de su mujer ideal; las respuestas favorables a lo físico superan con creces a aquellas que tienden a favorecer el aspecto emocional o intelectual. Respuestas como rubia, morena, sexy, de buen trasero, 34-B ó que esté buenota; superan a las respuestas como inteligente, profesional, buena hija o cariñosa. Las respuestas no cambian mucho cuando la pregunta se le hace a una venezolana promedio: alto, con un buen trasero y de cuerpo atlético por favor, te comentan. Y son esos, los aspectos físicos, los que las personas procuran maximizar para estar cerca del óptimo de muchos.

 

Toda vez que el físico ha sido utilizado para la atracción, las miradas se cruzaron y entraron al juego tal vez el PIN o el Whatsapp, se inicia la fase de conocerse y aquí, como en cualquier otra situación de la vida; siempre hay más de una opción. Existe la posibilidad de que esa persona que tanto te atrajo físicamente, te sorprenda en otros aspectos como el saber mantener una buena conversación y el que te dispense un trato cariñoso, por ejemplo. Pero también existe la posibilidad de que aparte de buen físico, no tenga nada más; que sus temas de conversación se limiten a centímetros cúbicos de silicona o a repetir temas del cotilleo español. Y en este punto, tal cual como en un flujograma, tomas la decisión, la que más te beneficia a título meramente personal. Si apartas a la persona en cuestión y regresas al mercado a seguir demandando o la usas para una alternativa distinta, como sexo. Todo esto dependerá nuevamente, de cuál es tu óptimo en materia intelectual y emotiva.

 

Toda vez que de ese mercado de solteros demandaste a alguien con características físicas e intelectuales cercanas a tu óptimo, se inicia un proceso progresivo hacia el desarrollo del amor. Empiezan con «te extraño», derivan a «te quiero» y eventualmente terminan en «te amo». Una vez que dos personas comienzan a salir porque se atraen y empiezan a conocerse, comienzan a confluir una serie de variables externas a la pareja, que son en muchos casos, decisivas. La familia, los amigos, ciertas mañas o manías; son elementos con los cuales se debe empezar a convivir y no siempre resultan ser del todo agradables. Palabras más, palabras menos; son como la inflación, te tortura horrores cuando haces el mercado, pero al entender que nada se puede hacer, te acostumbras a fin de cuentas. Como la inflación, odiosa e invasiva; terminan siendo a veces los suegros, los cuñados o algunos amigos.

 

Y después de tanto vivir momentos mágicos con alguien y no tan mágicos, como aquella primera vez que viste a tu pareja despeinada por la mañana y casi te da un ataque al corazón; empiezas a sentir por ese alguien especial respeto, consideración, un cariño distinto, unas ganas inmensas de despertar todos los días a su lado, elementos que en suma constituyen el amor. El amor entendido no como un sentimiento en sí, sino en una relación social entre dos personas que decidieron unirse emocionalmente y que ejercen a discreción la relación para su beneficio emocional personal.

 

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