La homosexualidad, Tim Cook, Rusia y Steve Jobs

Por Daniel González

@GonzalezGDaniel

 

 

 

“… me lamento de no haber leído tantos libros como hubiese deseado, de no haber escuchado tanta música como otros y otras, de no haber observado tantas pinturas, fotografías, dibujos, ilustraciones y trazos como hubiese querido, pero supongo que ya puedo observar a la infinita nada”

Sergio Urrego

 

Entre la salida del closet de Tim Cook, CEO de Apple desde 2011 y la homofóbica respuesta rusa, transcurrió menos de una semana. Fue finalizando octubre cuando el consejero ejecutivo de Apple hizo pública en la revista Bloomberg Businessweek su orientación sexual. “Estoy orgulloso de ser gay y considero que serlo es uno de los regalos más grandes que me ha dado Dios”, escribió. El 03 de noviembre los medios de comunicación social del mundo se hacían eco de una noticia preocupante. Un monumento erigido en honor a Steve Jobs en San Petersburgo fue derribado el viernes 31 de octubre. Para justificar la medida se argumentó que estaban cumpliendo con la ley rusa que prohíbe la propaganda homosexual entre los jóvenes.

 

Desde junio de 2013, en Rusia rige una ley contra la propaganda homosexual que condena la distribución de “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales” a menores de edad con multas y penas de cárcel. Parte de la fundamentación para aprobar esta ley consistió en afirmar que existía preocupación por la baja tasa de natalidad en el país y que las uniones homosexuales no pueden procrear. Lo cierto es que las multas varían en cuantía si se es ciudadano ruso o extranjero y en el primer de los casos pueden ir desde 5 mil hasta 50 mil rublos (entre poco más de 100 USD y unos mil cien dólares americanos). Tras la aplicación de la ley, la revista Time señala que en julio de 2013 cuatro turistas holandeses fueron apresados por presuntamente discutir sobre los derechos de la comunidad GLBT con jóvenes rusos. La ley parece ser tan perniciosa que Barack Obama, Angela Merkel y David Cameron, entre otros líderes mundiales, han alzado su voz en contra.

 

Cabe preguntarse qué lógica opera tras el desmantelamiento del monumento a Steve Jobs. Es decir, se sabe que penetrar en el mercado ruso no ha sido precisamente fácil para Apple. De hecho, hace menos dos de años, el mayor operador del iPhone en Rusia criticaba a la empresa por no reducir el precio de este producto y dificultar su venta ante competidores de tan solo 120 US$. Así las cosas, cualquiera podría, incluso, afirmar que el iPhone o cualquiera de los productos producidos o comercializados en Rusia por el gigante de la manzana violan la ley contra la propaganda homosexual tan solo porque su CEO dijo, en dos platos, que prefiere irse a la cama con un hombre y no con una mujer.

 

Todo esto lo escribo porque hay lugares como Rusia, donde algunas minorías deben enfrentar leyes como la descrita y otros como Colombia o incluso Venezuela, donde si bien no existen restricciones taxativas, tampoco rigen libertades absolutas para el ejercicio de la sexualidad. “Pienso que si saber que el consejero delegado de Apple es gay puede ayudar a alguien a reconocer su propia sexualidad o puede hacer sentir mejor a alguna persona que esté sola o inspirar a más gente a luchar por la igualdad, entonces siento que el sacrificio de mi propia privacidad vale la pena”, escribió Cook en Bloomberg Businessweek. Y fue precisamente esa frase la que me llevó a recordar la dura historia de Sergio Urrego, un joven colombiano de apenas 16 años que a esa edad fue víctima de una despiadada conspiración que no pudo soportar y aunque estuvo acompañado por sus padres en un proceso doloroso, todo indica que se sentía solo. ¿Su delito? Querer a alguien de su mismo sexo. La historia fue suficientemente documentada por varios medios, entre ellos el periódico El Espectador y muestra la conjura de un grupo de seres inhumanos contra un chico como cualquiera y una familia como la suya o la mía.

 

Daniel Arzola escribió un día: “Mi sexualidad no es mi pecado, es mi propio paraíso”. Para algunos rusos, el paraíso de Tim Cook es más poderoso que el genio de Steve Jobs y así decidieron que por el primero ser gay debían derribar un monumento en honor al segundo. Ojalá un día se entienda que la sexualidad es eso, algo nuestro, un paraíso donde solo cada uno de nosotros debe decidir. Solo así dejarían de existir leyes como la que prohíbe la propaganda homosexual en Rusia y finales como el de Sergio Urrego, un niño a quienes unos intolerantes anclados en ideas bizantinas llevaron a la muerte.

 

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