Editorial #250: ¿Quien es Emma?

Uno hace una promesa para cumplirla

  

 

 El 27 de diciembre, una abuela italiana de 91 años dio el primer paso desde Tucumán, Argentina, para comenzar una caminata que prometía ser muy dura. Tenía por delante 1.200 kilómetros y tardaría casi 3 meses en recorrerlos. Su destino era la Basílica de Luján porque quería ver a la Virgen que ahí se encuentra, la que el Papa tanto venera.  Su mensaje era por la paz y por los jóvenes. Su nombre: Emma Moroncini. 

 

A lo largo del camino, algunos de los que la acompañaron en su recorrido le dieron alojamiento en sus casas, pero la mayoría de las noches las pasó en asilos o geriátricos que encontró en la vía.

 

Su mano derecha enyesada y el pómulo cortado desde hace algunos días eran las pruebas de que el camino, además de largo, fue difícil. El lunes pasado sufrió una caída por deshidratación en la que se lastimó y muchos le pedían que abandone su promesa, que “ya había hecho suficiente”. Emma, con todavía algunos kilómetros por delante y mucho cansancio a cuestas, les respondió: “Uno hace una promesa para cumplirla”. Y la abuela siguió caminando.

 

El pasado jueves, acompañada de un fuerte sol y de unas 2 mil personas que se habían acercado a esperarla, Emma recorría los últimos kilómetros antes de pisar la Basílica de Luján. La recibió una ovación que coreaba su nombre para darle fuerzas y el escepticismo se transformaba en esperanza. A estas alturas, había pasado a ser una estrella de rock y las personas se abrían paso a empujones para saludarla.

 

No tenía muchas palabras, simplemente sonreía sin comprender la sorpresa de la gente. Para ella, desde ese día en el que dio el primer paso, nunca hubo ninguna duda de que lo lograría.

 

¿Quién es Emma? Es una abuela italiana que a finales del año pasado se embarcó en una misión imposible, en una odisea. Pero era su sueño, y lo cumplió. Ahora debe prepararse para su próximo destino. El 22 de abril ya tiene programado un encuentro con el Papa Francisco en el Vaticano. ¿Qué hará cuando lo conozca en persona?, le preguntaron. Ella respondió: “Le daré un beso”.

 

Emma es única, pero también podemos serlo nosotros. Si, a pesar de lo largo del camino y las dificultades que encontremos en él, convertimos lo imposible en realidad y alcanzamos nuestro destino, como personas, como sociedad, como nación.

Al final, esta abuela, como todos las abuelas, tiene razón: las promesas se hacen para cumplirlas.

 

 

Miguel Velarde

Editor en Jefe

@MiguelVelarde

 mvelarde@guayoyoenletras.com

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