El introspectivo Héctor Lavoe

Por Luisa Ugueto

@luisauguetol

 

 

 

Desde su  tono aguerrido para interpretar hasta su  melancólica existencia, Héctor Lavoe,   consumió su vida brevemente. “Vive rápido, muere joven y deja un cadáver hermoso” dice aquella vieja  frase relacionada con James Dean. Lavoe, quien no dejó un cadáver hermoso, si vivió rápido, tan rápido que quizás ni él mismo pudo darse cuenta.

 

A muchos nos ha impresionado verlo llorar en un concierto en lo que fue el declive de su carrera, ante un público exiguo que ignoraba su presentación. De igual modo, puede sorprendernos verlo emocionarse (agradeciendo con un fervor excesivo) ante los halagos y el éxito obtenido en la popular “Feria del Hogar” realizada en Perú por allá en los 80`s.

 

Lavoe, como todo artista vivía para el aplauso y como cualquier ser humano sufrió los embates de una existencia limitada, llena de insatisfacciones e inconvenientes familiares y personales.

 

En contraposición con la música valiente, contestaría y “malandra” del cantante nacido en Ponce, su persona y las circunstancias en que se vio envuelto nos muestra un hombre débil, preso de sus pasiones, manías y hábitos destructivos. Cuesta pensar que ese mismo hombre que dispara ofensas de grueso calibre ante aquella “Bandolera” sea el mismo que llora aferrado a su micrófono mientras intenta cantar “Plato de Segunda Mesa” en un concierto fracasado que lo llevaría al paroxismo de la locura y la muerte, como si de un cuento de Horacio Quiroga se tratara.

 

El fuego que derrochaba Lavoe en escena, y en cada grabación que realizó y que todavía recorren como un eco imborrable las calles de América Latina y del mundo, no parece ser parte de su carácter mientras vivió. Carácter que se deterioró con el paso de los años, ante los excesos.

 

Lavoe fue un gran actor, porque interpretaba a cabalidad, salía de sí mismo, en muchas de sus canciones donde exponía esa actitud, que muchos querríamos imitar, la de un “malandrito” que le gana a la vida y no permite que ésta llegue a colocarlo de rodillas.

 

El ímpetu de Héctor Lavoe, quedó registrado en sus canciones, más no en su existencia, que como la de Whitney Houston muchos años después, y a una edad similar, ella murió a los 49 y él a los 46, se apagó de la forma más paradójicamente opuesta a su vigor interpretativo.

 

Para empezar a escuchar a este gran artista, aquellos que aun no lo hacen, recomiendo volver el oído a Comedia,  álbum de Lavoe como solista, lanzado en  1978 bajo la producción de Willie Colón.  

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