La abadía de Fontevraud, Ricardo Corazón de León, Napoleón, la prisión y…

Por Andrés Candela

@Andrescandla

 

 

 

Me lo advirtieron: “Andrés: recuerda que lo bueno, si breve, dos veces bueno…”. Típica frase de los editores a quienes les encanta el bisturí, pero tengo que aceptar que es muy cierta; no obstante, ¿cómo se puede ser “breve” cuando uno llega a una de las abadías más grandes de Europa, la abadía Fontevraud, colmada de historias en todos sus muros? Historias y protagonistas cuyos eslabones fueron primordiales a la hora de evitar una dictadura u oscurantismo teológico. Bueno, desde mi punto de vista, ¡sí! Sobre todo si se trata de la historia de su fundador el monje Robert de Arbrissel, un monje –que por lo demás- era demasiado atípico para su época, incluso para estos tiempos…

 

Su Fundador

El monje Robert practicaba el “syneisaktisme”: vivir con personas del otro sexo, pero de forma casta y sin contacto corporal,  también como instrumento de mortificación para soportar las tentaciones carnales. Pues bien, Robert de Arbrissel, cuyo apellido es por la villa de Arbrissel, fue un religioso bretón fundador de la Orden de Fontevraud y de la propia Abadía de Fontevraud. Estudió en París durante el pontificado de Gregorio VII. Como arcipreste se dedicó sobre todo a la supresión de la simonía (como el actual Papa Francisco) e intentó hacer muchas reformas, razón por la cual consiguió la enemistad de muchos miembros de la Iglesia, hasta que le obligaron a marcharse de la diócesis. Se trasladó a Angers y allí comenzó a vivir de manera ascética, costumbre que adoptó para el resto de su vida. Atraía a muchos seguidores por su piedad, bondad, la elocuencia y dulzura de sus sermones, más su fuerte personalidad y, para ellos –en 1096-, fundó la Abadía de la Roë. Aquellos que deseaban tomar hábitos bajo su liderazgo iban a La Roë; sin embargo, la mafia de canónigos de Roë decidía el número y diversidad de quienes entraban, así que entre 1097 y 1100, cansado de tanta corrupción eclesiástica, Robert renunció a su anterior abadía formalmente y fundó la abadía de Fontevraud a escasos kilómetros del mítico castillo de Montsoreau (otra buena historia por contar sobre este lugar). En su nueva abadía sus discípulos eran de cualquier edad, sexo y condición. Incluso convirtió a muchas prostitutas y dedicó una casa en la Abadía de Fontevraud a María Magdalena.

 

 

La abadía real de Fontevraud

Está situada en el valle del Loira entre las ciudades de Saumur y Chinon. Se desarrolló rápidamente hasta el punto de convertirse en una de las órdenes monásticas mixtas más poderosas de Francia, entre 1115 y 1150. Prueba de su poder y de su esplendor, la abadía percibió las rentas de Enrique II y de Leonor de Aquitania, mientras vivían, hicieron también del claustro la necrópolis de su dinastía y sus restos reposan en el coro de la abadía. Fueron enterrados en compañía de su hijo Ricardo Corazón de León e Isabel de Angulema, viuda de su segundo hijo, Juan Sin Tierra.

 

Al principio del siglo XII, Fontevraud era una institución monástica independiente directamente adjunta al Rey de Francia y al Papa. Con la reforma gregoriana, Robert de Arbrissel, distribuyó a sus adeptos en cuatro monasterios: Priorato, en el centro del ámbito. El Grand-Moustier que acogía a las “contemplativas” del coro; Santa María Magdalena, que acogía a las mujeres; San Juan la Ropa, para el resto de los monjes y el priorato San Lázaro para las hermanas que se ocupaban de los leprosos.

 

Luego, la Abadía Real fue dirigida durante cerca de dos siglos por abadesas resultantes de la familia real Borbón y gracias al apoyo del rey, hicieron de Fontevraud un centro espiritual, intelectual y un internado femenino muy reputado, que acogía a las adolescentes de sangre real de Luis XV, y constituyeron así el segundo período fasto de la historia de Fontevraud.

 

Napoleón y Fontevraud

Al final del siglo XVIII, con la Revolución Francesa, el establecimiento religioso se puso fuera de servicio. La Orden “Fontevrista”, una de las más poderosas, fue totalmente aplastada y la comunidad religiosa abandonó para siempre la abadía; luego, Napoleón I la transformó en prisión.

 

– ¡¿Pero por qué transformar una abadía en prisión y tan lejos de París?! Le pregunté al encargado de mi visita, Olivier Châble.

“Fácil, Fontevraud era un símbolo muy representativo de alcurnia, aquí se habían educado cuatro de las ocho hijas de Luis XIV y era la mejor forma que Napoleón utilizaba para humillar lo vestigios de nobleza y demostrar que él hacía todo lo que se le antojaba”, me argumentó el señor Châble.

 

Con la revolución, como otros monasterios, las religiosas fueron expulsadas por un decreto en 1792. En los años siguientes, la abadía se convirtió en prisión bajo las órdenes de Napoleón con un decreto que data del 18 de octubre de 1804. La ciudad carcelaria acogió inicialmente, hombres, mujeres y niños. Ya para el siglo XX, se le consideró como una de las prisiones más duras de Francia: “De todas las prisiones de Francia, Fontevraud es la más inquietante”, escribió Jean Genet en “Milagro de la rosa” (libro recomendadísimo). La prisión fue cerrada en 1963, pero los últimos presos sólo la abandonaron hasta 1985. Después, la abadía fue cedida a los Monumentos Históricos de Francia y se benefició entonces de una inmensa obra de restauración para convertirse en un sitio turístico.

 

Fontevraud hotel y restaurante

Después de las remodelaciones y reconstrucciones necesarias, el hotel y el restaurante fueron desarrollados en el priorato de San Lázaro como destino cultural en el valle del Loire. Es un establecimiento que personifica por sí solo una dinámica cultural, duradera, pero también innovadora tanto en su percepción de la hospitalidad como de la comida típica francesa y de la región.

La alta cocina del Chef Thibaut Ruggeri es también la encrucijada de la abadía.  “Es una cocina creativa, contemporánea, táctil, y portadora de los valores de la excelencia francesa; una cocina que devuelve y desarrolla unos conocimientos técnicos alimenticios que hacen cuerpo con la historia de Fontevraud”, me compartió el Chef en persona y vale también destacar que se formó en la escuela hotelera de Grenoble, dio sus primeros pasos entre los más grandes de la cocina francesa: Michel Guérard, Georges Blanc, Michel Kayser y también Alain Solivérès, argumentos que le permitieron convertirse en el chef de una institución histórica y patrimonial como Fontevraud.

 

– ¿Conoce algo de la cocina suramericana? Me animé a preguntarle al final.

“No, me encantaría esa fusión, pero le tengo pánico al avión”, me confesó el chef.

 

Pues bien, estimado lector, si usted está considerando visitar Francia cuando únicamente sea necesario el pasaporte, déjeme recomendarle el valle del Loire, sus castillos y en especial la abadía de Fontevraud.

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