La crisis más grave

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Ya han pasado varios siglos, y no por ello deja de ser menos importante, que desde el año 450 A.C. el pensamiento Socrático y Sofista comenzó el estudio de la justicia y los valores morales que se establecen cuando cada ciudadano encuentra su virtud (areté) y ejercita su vocación. La virtud no es otra cosa que desempeñar la función y fin de cada cosa y alcanzarlo era conseguir la virtud, la excelencia. Por ello, la ética se ocupaba del fin o la función del ser humano.

Ese fin de cada cosa y también del ser humano (agathós) es el bien, por lo que en consecuencia ser virtuoso para los humanos significa ser una buena persona. Así, obrar con virtud y excelencia y alcanzar el areté, es decir, lograr nuestro fin de ser una buena persona nos convertiría en aristos, el mejor. La conjunción de todos estos conceptos que regía la vida de los griegos nos deja entender que se trataba de una sociedad competitiva y meritocrática, donde era recompensado y reconocido ser sobresaliente y esmerado en ser bueno, o lo que es lo mismo un virtuoso; el mejor.

Partiendo de las anteriores premisas y ya en nuestro tiempo y en Venezuela, nos preocupa saber que estamos ante una sociedad que no es virtuosa y, más grave aún, que no le interesa serlo y no por desconocer que nuestro fin y actuar debe regirse bajo la ética. Se trata de una sociedad en el que el antivalor se celebra y se ofrece como ejemplo por quienes detentan el poder e incluso por las instituciones del Estado, desde hace ya un buen tiempo, pero no se puede esperar otra cosa por quienes intentaron un golpe de Estado, es decir, alterar la vida democrática de un país y que estando en el gobierno celebran esa acción fallida, aun cuando costó la vida de varios venezolanos.

La ausencia de conducirnos bajo los parámetros de la ética y sí por todo valor contrario a ésta es realmente preocupante y se refleja en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.  Principalmente ello se observa desde que el trabajo dejó de ser un instrumento para una vida virtuosa y bien recompensada y que ha sido reemplazado por la posibilidad de vivir de los diferenciales de precios, producto de un sistema económico que favorece el llamado mercado negro a todo nivel, en dónde es más lucrativo vender dólares (como una ocupación verdadera) y revender productos de todo tipo, pues esa inmoralidad de valerse de la escasez y de las necesidades de las personas supone tener ingresos considerables, sin la necesidad de desarrollar un arduo trabajo.

Pero cómo no va a estar casi en desuso la preocupación y la necesidad por estudiar, trabajar y tratar de ser mejores y éticos, cuando los profesores, y muchos profesionales, son los peores pagados del país a niveles que da hasta vergüenza decirlo, y eso que son ellos quienes tienen la importante tarea de formar ciudadanos y luego profesionales que tomarán las riendas del país.

Es evidente que nuestro país dejó de ser virtuoso cuando las instituciones del país se utilizan de manera inmoral y apartándose de los cometidos y fines que cada una debe llevar sólo por atornillar en el poder a quienes hacen uso de él de manera poco ética al despreocuparse de las necesidades de sus conciudadanos, cuando el uso del poder está ligado al favorecimiento del narcotráfico, de actividades delictivas que se ejerzan desde los penales y cuando en definitiva sólo se ejerce el poder para tener más poder, más dinero producto de la corrupción, en una Venezuela que por primera vez las diferencias económicas entre clases sociales son inmorales, en dónde quienes están en y cerca del poder tienen cantidades de dinero que es difícil imaginar sus montos, sin importar que para obtener ello ya en el país no hay comida ni medicinas, como tampoco hay divisas y se comienza a vender oro para pagar deudas contraídas con el único interés de hacer campañas políticas y no de lograr bienestar.

Podemos dedicar líneas y líneas en dar ejemplos de cómo se ha desvirtuado el país y su ética, para concluir lo mismo y es que la crisis más grave es la de la moral y la ética que sufre todo el país, desde quien ejerce el poder, hasta el venezolano común. Lo más preocupante es que en algún momento estos venezolanos ya educados bajo patrones contrarios a la moral serán los encargados de reconstruir el país. Piénsese en los millones de jóvenes que solo han vivido bajo esta realidad y que no conocen lo que es una sociedad próspera y ética. De allí que hay que entender que la urgencia que con más interés hay que atender es la de la recomposición de nuestros valores como seres humanos y sociedad, para ello solo existe una palabra; educación, el valor que hoy en día está más en crisis.

Carlos Reverón Boulton
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