Facebook o el muro de los lamentos

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Comprendo la frustración de los venezolanos, porque yo también lo estoy. Pero no uso mi frustración como excusa irracional para culpar a los míos que tanto han hecho en medio de las circunstancias totalitarias que nos asfixian.

Saboreamos una contundente victoria el 6 de diciembre pasado, y quizá ese mismo hecho nos embriago de un iracundo optimismo. Ese optimismo se ha ido disminuyendo en línea proporcional a las sentencias de la Sala Inconstitucional del Tribunal de Suprema Injusticia en contra de los actos legislativos de la Asamblea Nacional.

Sin generalizar, veo Facebook y comparo las publicaciones de mis amistades de otros países con las de los venezolanos que vivimos en suelo patrio. ¡El muro de los lamentos! Eso parece Facebook para los usuarios de este país. Se usa como espacio de desahogo digital. Está bien. Creo que es lo esperable.

Para los venezolanos, Facebook, en buena medida, es un espejo de la realidad, de esta dura y dolorosa realidad con la que a todos nos toca lidiar. Este hecho, constatable por cualquier espectador, denota un estado de ánimo colectivo alarmante. Se va desvaneciendo la esperanza y se desvanece colectivamente. Esto, definitivamente no es bueno; y merece algo de reflexión.

Más no se limita a eso. También surge la solidaridad. Se publican necesidades, se pide colaboración para ubicar medicinas para nuestros amigos y familia. ¡Y se consiguen! Aunque no siempre.

También podemos observar cómo, algunos, de los lamentos, pasan a la culpa. Pero no a la propia; sino a la de nuestros legisladores, en vez de mantener una cierta coherencia entre el responsable, o los verdaderos responsables, de la crisis que son los superlativos culpables. Porque la frustración conlleva a la asignación de culpas. Es algo bastante bien estudiado por la psicología social; pero no por ello podemos responsabilizar a los nuestros.

La cerrera concluye cuando se sobrepasa la línea de meta. La pelea se acaba cuando suena la campana del último round o cuando queda uno sólo de pie. La carrera es de resistencia. La pelea es contra el Kraken, y no somos semidioses. No somos pura emoción, no podemos perder la cabeza.

¡Hay que seguir! ¡Tenemos que seguir!

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