Ser bello, ser amado y vivir para siempre
Recuerdo que en el año 2011 encontré mi primer trabajo como diseñadora en una agencia de comunicación estratégica. Cabe destacar que al inicio todo fue color de rosas y la persona al mando era bastante amigable. Siempre ensalzaba todo lo que le enviaba. Sin embargo comparaba constantemente la mala actitud con la cual los demás compañeros se desenvolvían. Yo no me explicaba por qué aquellos hombres y mujeres estaban en sus cubículos amargados y siempre a la expectativa de que pasara lo peor cada vez que llegaba el jefe. Posteriormente ese mismo diciembre, en una conversación amena aparecieron las primeras señales de alarma. La frase más contundente fue aquella en la cual él defendía el hecho de no dar aguinaldos a los trabajadores porque “si yo me mato todo el año sacando adelante mi empresa, ¿Qué me importa una “pendeja” que ha trabajado unos meses apenas?”…
Pasaron los años y el jefe carismático se transformó en un auténtico monstruo. Botó a casi todo el equipo viejo y dejó la oficina prácticamente desierta. Posteriormente fue integrando a personas tan jóvenes como yo (21- 26 años) en el equipo, seres capaces de manipular. Todo se fue complicando. Ingresé a la clínica varias veces por situaciones de estrés. Trabajábamos fuera de horario, fines de semana, en actividades que no eran inherentes a nuestro cargo y no recibíamos ni siquiera los beneficios de un empleado regular. A todo esto se sumaba el hecho de sentirnos constantemente culpables de las cosas que salían mal. Al cabo de dos años cobré fuerzas suficientes para poder terminar esa situación. Ahora la veo a la distancia y no puedo creer cómo no vi en dónde estaba metida.
Cabe la pregunta ¿Las corporaciones nos necesitan con mentes vulnerables? ¿Mientras más débiles y poco asertivos mejor? ¿Qué desean las compañías de nosotros? ¿Qué ideas nos venden las publicidades? ¿Están todas nuestras actitudes conectadas? Desde que nos levantamos y observamos la pantalla de nuestros celulares a primera hora del día hasta que nos acostamos por la noche, estamos sometidos a alrededor de 500 o más mensajes y afirmaciones presentes en los posts de las redes sociales, las vallas publicitarias, los comerciales en la televisión y la radio. Pero ¿Qué tienen en común todas estas publicaciones? ¿Qué quieren hacernos sentir? ¿Qué busca el ser humano?
Probablemente nos debatimos entre tres grandes deseos: ser bello, ser amado y vivir para siempre. ¿Pero son estas ideas originales? ¿De dónde salen? ¿Quién establece el canon de belleza? ¿Por qué el ser amado es un privilegio para pocos? ¿Por qué es necesario vivir para siempre? Cabe destacar que de alguna manera las grandes empresas buscan constantemente mantenernos ocupados, alienados. Al insertarnos sus ideas nos hacemos vulnerables. Bajamos la guardia. Estamos drogados. La publicidad busca hacernos sentir que podemos conseguir la felicidad permanente si tomamos sus bebidas, que podemos ser eternamente jóvenes si nos untamos sus cremas, que podemos ser amados por todos si usamos sus automóviles, que podemos invertir nuestro tiempo en una empresa trabajando “apasionadamente” días y noches sin tener una vida propia porque eso es lo correcto cuando en realidad están utilizándonos a su favor sin ningún beneficio. A veces no nos damos cuenta de nuestra propia debilidad. No vemos con cabeza fría las situaciones porque estamos metidos en una burbuja artificial de ego y evasión que nos han inyectado desde muy pequeños.
En el colegio nos enseñan aritmética, lenguaje, ciencias naturales pero no nos enseñan a estar conscientes de nosotros mismos. Sería muy peligroso. En lugar de eso somos entrenados como carne para una corporación. Una máquina que mientras más feliz esté durante el día y piense que todo está perfecto constantemente, mejor. Una persona que no puede estar triste y cuyo objetivo debe ser buscar la belleza, juventud y amor eterno. Nada más lejano de la realidad.
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