Sistemas perversos y elecciones libres

Venezuela vive de nuevo un episodio de lamentables tentaciones. Se habla ahora de la posibilidad de unas elecciones pactadas entre el régimen usurpador y los negociadores del presidente Guaidó. Una salida por el flanco imposible, lleno de cláusulas condicionales, muy alejado de la calibración estratégica que nos exige evaluar los principios y precedentes que caracterizan al socialismo del siglo XXI, recordar sus trampas, su indisposición a renunciar a la violencia y al ventajismo, sus instituciones espurias, el descontrol totalitario con el que ha sometido al país, el descalabro de toda instancia de gobierno, y la articulación de alianzas y coaliciones con cualquier tipo de empresa del mal que los beneficie, sin importar el daño implícito que por eso mismo ocasionen. Todo esto es comprobable, y sin embargo la tentación allana la razón de los demócratas y coloca al país en la imposibilidad de salir del abismo en el que se encuentra.

El régimen usurpador no es un gobierno tradicional. Es un sistema perverso cuyos insumos, resultados y funcionamiento tienen su propia racionalidad: el mantener el poder a cualquier costo para continuar el saqueo de los recursos del país. El proceso del cual se sirven no tiene cotas morales, no se ciñen por derechos humanos o garantías constitucionales, no les importa hacer trampa o practicar el engaño, no exhiben un centro de poder sino un equilibrio de intereses donde conviven roles latentes y prácticas manifiestas que son coordinadas por lo único que los mantiene unidos, precisamente el evitar ceder posiciones a cualquier costo. La táctica más sencilla es, por supuesto, ganar tiempo. El mismo tiempo que perdemos nosotros. No se puede entender nada si no se asume que este sistema perverso se mantiene porque realiza un conjunto de actividades complementarias e interdependientes para el logro de su propósito común. Y que esas actividades tienen una fuerte inercia que les impide un quiebre o ruptura, incluso les imposibilita un cambio de ruta o de agenda hacia la corrección de su propia esencia.

No hay nada que indique que el régimen pueda o quiera hacer unas elecciones libres. El mínimo sentido común así lo indica. Y por eso mismo el Estatuto que rige la transición a la democracia para restablecer la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su Artículo 2. definió un itinerario (ruta, camino, trayecto, recorrido) político de democratización y reinstitucionalización “que incluye las siguientes etapas: liberación del régimen autocrático que oprime a Venezuela, conformación de un Gobierno provisional de unidad nacional y celebración de elecciones libres”. En el mismo artículo se afirma que el Estatuto entiende por transición el itinerario de democratización y reinstitucionalización. Dicho de otra forma, la ruta no se puede invertir, no se puede conmutar, no se puede alterar sin dañar el mandato explicito que se le dio al presidente de la Asamblea Nacional: ¡Primero el cese de la usurpación! Lamentablemente el presidente Guaidó y sus asesores creen que eso es posible porque el orden carece de importancia. Picaron el anzuelo al creer que mediante elecciones pueden desmontar un sistema perverso, y no al revés.

Un sistema es perverso cuando se aleja radicalmente de su misión institucional. En este caso eso ocurrió cuando todos los poderes públicos renegaron la constitución y se fundieron en la revolución. Todos al unísono se llamaron socialistas, chavistas, antimperialistas y, por lo tanto, se divorciaron de la legalidad, se alejaron del ciudadano y se volvieron obsecuentemente sectarios y excluyentes. Tener como consigna que “todo era válido dentro de la revolución” fue un llamado de atención que dejamos pasar con la lenidad que caracteriza a los líderes del flanco democrático. A muchos de ellos, buena parte del llamado G4, en lugar de intentar un límite, ya vimos como el dinero sucio y las componendas los colocaron dentro del flanco del “todo vale”. Por eso hay conductas y agendas inexplicables, que solo son comprensibles cuando se cae en cuenta que ellos son parte incluida de esa revolución amoral y no el intento de ser su alternativa.

Ellos y buena parte del establishment son los tontos útiles, pero bien remunerados, que hacen que el sistema funcione con las máscaras apropiadas a cada una de las circunstancias. Por eso el régimen es integral y profundamente siniestro. Porque esas componendas tan bien logradas suman perversidad al método que funciona desde el abuso del poder, el compadrazgo cruzado, la presencia de una burocracia que transforma sus ineficiencias en formas de sometimiento y, el uso sistemático de la mentira, la hipocresía y el enmascaramiento eufemístico para devastar la confianza y la esperanza de los ciudadanos.

La tentación de cohonestar unas votaciones sin que antes ocurra el cese de la usurpación muestra a sus patrocinantes tal y como son, ingenuos y funestos.  Pero continuemos nosotros con el análisis desde el punto de vista de los sistemas sociales. ¿Por qué el cese de la usurpación es una condición indispensable? Porque primero hay que derrumbar un sistema social malévolo, cuyas expresiones institucionales son las siguientes:

  1. Una Asamblea Nacional Constituyente espuria que funciona como legislativo supraconstitucional y que no se reconoce ningún límite para su actuación. Por cierto, la misma ante la cual los gobernadores de Henry Ramos Allup y los alcaldes por mampuesto de otros partidos políticos, se juramentaron e inclinaron la cerviz. ¿Son posibles unas elecciones libres con la presencia y sobrevivencia de esta instancia?
  2. Un Tribunal Supremo de Justicia que usurpa el derecho y se coaliga con el resto de los poderes públicos para negar la ley y allanar la legitimidad de la Asamblea Nacional, ¿Con ellos al resguardo de la legalidad, se pueden hacer elecciones libres?
  3. Una Fiscalía General de la República que expresa y representa la justicia revolucionaria, administra la suerte de los presos políticos y de los que traicionan la revolución. ¿Son posibles unas elecciones libres con la rectoría de esta Fiscalía General de la República?
  4. Una Contraloría General de la República que inhabilita de oficio a los líderes políticos que les resulten incómodos. De nuevo pregunto, ¿Son posibles unas elecciones libres con la actuación y hechos cumplidos de este poder público?
  5. Una Defensoría del Pueblo que usa y abusa de ese término abstracto (pueblo) para dejar al ciudadano sin posibilidad alguna de defenderse de las mañas y excesos del poder revolucionario. ¿Son posibles unas elecciones libres con esta modalidad de repudio al ciudadano?
  6. Una Policía Nacional Bolivariana y unos cuerpos de seguridad especializados en la persecución y represión política, pero que no tiene ningún interés en resguardar las calles y restablecer la seguridad ciudadana, permitiendo los desafueros de los colectivos subordinados al sistema perverso, administradores de la falsa justicia revolucionaria y amedrentadores de oficio. ¿Con ellos “resguardando” garantías y derechos se pueden hacer elecciones libres?
  7. Una Fuerza Armada chavista, revolucionaria, socialista, cuyo alto mando mantiene una lealtad perruna, al punto de ir contra los suyos, desconocerles sus derechos y violar su dignidad. ¿Con ellos al frente del Plan República, pueden ocurrir elecciones libres?
  8. Unos gobernadores y alcaldes que también persiguen, funcionando como altavoces regionales de la represión institucionalizada por el sistema perverso, tergiversadores de la realidad y participes de la propaganda, la mentira y el saqueo. ¿De verdad alguien cree que ellos pueden ser parte de unas elecciones libres?
  9. La presencia de guerrillas, carteles, pranes y encomenderos de la delincuencia, con el control real de porciones del territorio, negadores de facto de la soberanía constitucional, activadores del miedo, ¿Estando ellos actuando con total impunidad, de verdad alguien puede concebir que tengamos elecciones libres?
  10. El protagonismo del dinero sucio, que tiene agenda política, que compra y transa liderazgos, que no quiere cambios radicales que le dañen el negocio, que tienen en nómina a varios de los que pasan por ser “de los nuestros”, que son dueños de medios de comunicación, ¿Alguien puede creer que ellos van a permitir elecciones libres?

Porque nos enfrentamos a un sistema perverso, mientras esté vigente, no puede pensarse en elecciones libres. Y por eso mismo, creer que ese sistema perverso puede deponerse por pedazos, peor aún, pensar que el problema es solamente Nicolás Maduro y sus secuaces, pero que el resto del sistema es salvable, incluido el PSUV, no puede ser otra cosa que un nuevo intento de traicionar a los ciudadanos y al país. Eso es lo que se está negociando en Barbados. Nada mas y nada menos que una imposibilidad. ¿O es que alguien cree que puede ser estable una transición democrática en connivencia con las instituciones del chavismo?

Pero el presidente Guaidó cree que él si puede. Aquí nos topamos con el providencialismo mesiánico que siempre hemos denunciado. Deberían ser tratados como traidores a la patria los que le han vendido que su liderazgo se puede imponer “con unas condiciones mínimas”, una nueva composición del CNE, en la que los partidos del G4 se reparten cargos con el PSUV, al que reconocen como par democrático y no como parte de la usurpación devastadora. Debería denunciarse al coro de encuestólogos, analistas y beatas que gritan que sí es posible, que es factible una nueva etapa de fraternidad totalizante, donde unos y otros se funden en un abrazo, que se trata de pasar la página… para que continúe el sistema perverso vigente y se le niegue de nuevo al ciudadano el derecho a optar entre opciones democráticas, al líder que dirija los destinos del país, por un período limitado.

Los sistemas perversos no son susceptibles a la contrición. No cambian. No logran desasirse de la inercia destructiva que los caracteriza. Por eso mismo la necesidad de una ruptura que debe hacerse con el coraje debido. Hay que romper, y hacerlo temprano, porque la tentación siempre está allí, el mal siempre querrá permanecer, y siempre esta dispuesto a reclutar nuevos militantes entre los ingenuos bienintencionados y otros que no son tanto, pero que están allí como coadjutores del engaño. Por eso debemos exigir que el presidente Guaidó se ciña a lo previsto en el Estatuto que rige su actuación, con la secuencia prevista, y el sentido de urgencia que tiene una gestión que no tiene tiempo que perder.

Víctor Maldonado
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