El doctor me regañó

Muchas veces hemos escuchado la frase del título, pronunciada por personas que  regresan de una consulta médica; lo curioso es que acostumbran a decirla casi con orgullo, como quien ha escuchado mediante ese regaño,  las palabras de un padre preocupado. Esto es un contrasentido aunque no parezca, pues quien reacciona de ese modo, normaliza el maltrato equiparándolo a una manifestación de amor.  

Generalmente los padres regañan a sus hijos, para poner límites, imponer su autoridad o  expresar miedo ante un posible riesgo, entre otros motivos; de ese modo, el niño puede aprender a vincular un regaño con el cariño o la  preocupación de los progenitores, pero eso es en realidad una distorsión.

Un regaño es una manifestación de disgusto o rabia, que se acompaña con palabras duras, a menudo alzando la voz y con una expresión facial hostil; los motivos no están  vinculados con el amor al otro, sino más bien con diferentes miedos, como sentirse incompetente para manejar una situación o perder algo.

Desde el punto de vista de las relaciones interpersonales, un regaño es en el mejor de los casos, una descortesía; es un irrespeto al otro e implica una agresión. Obviamente no todos los médicos regañan, seguramente sólo una minoría lo hace,  dependerá de su estilo personal. El profesional de la salud, bien sea médico o enfermera, que reprende al paciente no parece darse cuenta de que este sufre  ya que está enfermo o teme estarlo, de manera que se encuentra vulnerable y debilitado; ante esto no se debe perder la sensibilidad. 

Así, quien trabaja con la salud de los otros, lo hace desde una posición  de autoridad, dada por el conocimiento que tiene sobre el funcionamiento corporal y el estado de fragilidad del paciente; es claro que de la autoridad no se debe abusar. Al respecto, el  Código de Deontología Médica vigente en Venezuela, establece entre los derechos del paciente, ser atendido en forma respetuosa y cordial por el médico y por los demás integrantes del equipo de salud.

De modo que no son aceptables regaños ni siquiera bajo el pretexto del “cariño o la preocupación”. Esos falsos conceptos o distorsiones que igualan el maltrato con el amor, deben ser superados pues someten al maltratado  a sufrimientos injustificados, que siempre tendrán consecuencias.

En todo caso, es  importante recordar: lo que se ama no se maltrata, se cuida. 

Mariela Ferraro
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