¿Todos somos adictos?

Mucha gente  afirma con ligereza y seguramente medio en broma,  ser adicta a una actividad o alimento, como ver una serie de televisión o comer un postre, confundiendo una preferencia o un gusto intenso, con una enfermedad y es que eso es precisamente la adicción.

Otros por el contrario, realmente están enfermos pero no lo saben  o califican de “vicios”, problemas que en verdad son trastornos y causan gran sufrimiento, tanto a quienes los padecen como a sus familias.

Como es sabido, el objeto de la adicción puede ser cualquier sustancia, como la comida, la cafeína, el tabaco, el alcohol, los medicamentos, las drogas ilegales o cualquier actividad, como el juego, las compras, internet, el trabajo, el ejercicio  o el sexo; estos solo son ejemplos pues la lista puede ser mucho más larga.

La adicción,  como cualquier enfermedad, tiene diversas etapas de modo, que presenta un inicio, una fase intermedia y una de mayor gravedad. Podría decirse que en la casi totalidad de los casos,  la etapa inicial de la adicción  pasa inadvertida.

El Manual de Trastornos Mentales publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría,  establece los síntomas de esta enfermedad, pero no la denomina “adicción por considerar que este es un término ofensivo,  siguiendo con ello la directriz de lo “políticamente correcto”, que evita herir susceptibilidades; así, divide este padecimiento en dos grandes categorías: “trastornos por consumo de sustancias” y “trastornos no relacionados con consumo de sustancias”.

Según lo indica este Manual, las sustancias y el juego, activan directamente el sistema de recompensa cerebral, produciendo un gran placer y llega a ser tan intenso que en etapas avanzadas de la enfermedad,  se terminan abandonando las actividades normales, como el trabajo y la vida social. Aunque el Manual nombra las otras actividades ya mencionadas, advierte que no las incluye por no haber demostraciones científicas suficientes para que se consideren  como  trastornos. Sin embargo, cualquier actividad que lleve al individuo a desatender las actividades normales de su vida, debe calificar como adicción.

En relación con la pregunta del título, la respuesta es no; para caer en adicción se requieren ciertas características de personalidad que favorecen  la aparición de la enfermedad y como sabemos cada persona es diferente. Son varios los rasgos que sirven de base a las adicciones: impulsividad o dificultad de autocontrol, impaciencia o imposibilidad de demorar la gratificación, tendencia a evadir la realidad, a no asumir la responsabilidad de su propia persona, dificultad para reconocer sus propias emociones y expresarlas verbalmente, así como tendencia al aburrimiento, que lleva a buscar sensaciones intensas.

El adicto se relaciona con su “objeto-droga”, en vez de hacerlo con las personas, de manera que espera todo de ese objeto y nada de los sujetos.

Los adolescentes en su tránsito por esta etapa delicada,  pueden ser vulnerables al uso de drogas o actividades adictivas con sus amigos, pues les da pertenencia al grupo, además de que puede servirles para ocultar su inhibición y facilitar el acercamiento  al sexo opuesto.

La droga permite la ilusión de lo desmedido, del placer sin límites; sin embargo siempre llega el momento en que ese espejismo desaparece,  el enfermo choca entonces con la realidad externa y con su propio sufrimiento, de modo que la droga ya no le proporciona ese placer intenso de los inicios y se convierte en  una especie de carcelera  insoportable.

El mejor remedio siempre es la prevención, por eso es conveniente estar atentos a los primeros síntomas de ser posible y no tomar a la ligera ni normalizar, el abuso de sustancias o de actividades adictivas, indagando las razones por las que el sujeto busca refugio en ese “objeto-droga.”.

Mariela Ferraro
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