Oposición retórica, régimen implacable

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“Anunciamos para el miércoles 12 de octubre una jornada especial de movilización nacional, en la que desbordaremos las calles de todo el país de forma pacífica y le haremos saber al régimen y a sus agentes electorales que la recolección de 20 por ciento de las firmas es nacional y que el referéndum revocatorio es este año.”

Esta fue la categórica respuesta que el pasado 26 de septiembre le dio la MUD al anuncio oficialista de que el revocatorio sólo podría celebrarse a mediados del primer trimestre del año 2017. Un desafío planteado por Jesús Torrealba con el tono grave de quien está a punto de emprender una acción temeraria, que le advertía al país y a la comunidad internacional que la alianza opositora le haría saber ese día a los jerarcas del régimen que no son ellos los que imponen las normas que regulan la vida del Estado, sino que esas normas sólo las impone la Constitución.

¿Fue esto lo que ocurrió el 12 de octubre? ¿Desbordó la MUD las calles de la geografía nacional y puso a temblar a un régimen que supuestamente está muerto de miedo? Por supuesto que no. Durante esta jornada que debía de haber sido una demostración de fuerza irresistible en defensa de los valores de la democracia y la libertad no pasó nada. Absolutamente nada. Ni siquiera se logró realizar la jornada de calentamiento organizativo con que sigilosamente habían sofocado lo que iba a ser masiva movilización ciudadana. Ese día, sencillamente, todos fuimos testigos de la infeliz debilidad muscular de la MUD como instrumento de lucha política. Incluso su falta de convicción en su propia estrategia de lucha contra la gestión despótica del régimen.

Ese día también se puso en evidencia la distancia abismal que separa la realidad de los deseos. Tras la magnífica victoria electoral del pasado 6 de diciembre, millones de venezolanos respiraron felices. Complemento de aquel resultado histórico fue la instalación de la nueva Asamblea Nacional y el discurso que pronunció Henry Ramos Allup al asumir su presidencia. Sin la menor duda, en aquel punto decisivo del proceso político venezolano, Jesús Torrealba por haber conducido la alianza opositora al gran triunfo electoral del 6-D y Ramos Allup por su discurso en cadena nacional de radio y televisión proclamando el inicio de un nuevo tiempo político en Venezuela, se convirtieron en los hombres del momento. Gracias a ellos los venezolanos podían ver por fin una luz al final del túnel.

Lamentablemente, como nos previene el dicho popular, poco dura la esperanza en casa del pobre. Y así, torpeza a torpeza y cálculo político-electoral a cálculo político electoral, lo que parecía ser el principio de un fin anhelado con desesperación por 80 por ciento del país, ha terminado siendo la tomadura de pelo más grande de estos años de reiteradas y amargas tomaduras de pelo. El primero de septiembre se había recuperado parte de aquella esperanza, pero descubrir entre otras muchas ingratas verdades que buena parte de la oposición seguía negociando en secreto quién sabe qué con los representantes del régimen, hasta ese primero de septiembre llegó la disposición ciudadana a escuchar los baldíos y fraudulentos cantos de las sirenas de la MUD.

Constatar esta dura realidad hizo que la alianza renunciara a realizar la anunciada toma de Venezuela este 12 de octubre. Aunque sólo fuera para no hacer olas, había que cancelar eso de hacerle ver al régimen que negar el revocatorio le haría correr un peligro aún mayor que el de otra derrota electoral. Nuevo disparate de la dirigencia de la MUD, que tras haber dilapidado el extraordinario capital político que el pueblo opositor había puesto en sus manos, en lugar de tratar de recuperarlo ejerciendo la presión necesaria para obligar al régimen a admitir la salida anticipada del presidente y de su gobierno, ahora debe contentarse con el triste consuelo del pataleo, ¡agárrenme que lo mato!, desde un rincón que cada día se le hace al país más oscuro, miserable e insignificante.

Mientras tanto, el régimen se prepara para sustituir a Maduro por otro de los suyos el año que viene, y sigue apretando, implacablemente y sin piedad, las últimas tuercas y resortes de un régimen totalitario a la manera cubana.

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