El miedo
El ser humano nace con un sistema emocional, producto de la evolución. Las emociones son procesos psicológicos básicos, herramientas para desenvolverse y subsistir; entre ellas se encuentra el miedo, que es la emoción más primitiva de todas y está asociada a la supervivencia, por lo tanto, sirve como aviso de un peligro; pero cuando se experimenta en grado extremo, puede perder efectividad, anulando cualquier reacción útil de la persona, para afrontar la situación de que se trate.
El miedo puede manifestarse en tantas situaciones y formas, como personas existen, pues es una emoción individual; cada uno tiene sus miedos propios y los experimenta de modo diferente, aunque también pueden ser compartidos e incluso contagiados.
Algunos sociólogos sostienen que el miedo es utilizado en todas las relaciones en las que el deseo de poder está presente, afirmando que se encuentra en casi todas. Sin duda alguna, el miedo ha servido como herramienta a través de las distintas épocas, para ejercer el poder y someter a otros; las reacciones ante el miedo pueden ser de huida, ataque, inmovilidad o sumisión.
El filósofo José Marina afirma que la capacidad del poderoso para hacer que otro se someta a su voluntad se apoya en tres posibilidades: conceder premios, infligir castigos o cambiar las creencias y sentimientos del dominado.
En ocasiones, el sometido es humillado, lo cual paradójicamente puede producirle vergüenza por haber sido expuesto a la humillación, pudiendo también experimentar culpa, por no haber sido fuerte para evitarla.
Por su parte, la sumisión también puede vivirse como una recompensa, pues sirve para evitar la consecuencia temida; si esta situación se vuelve crónica, el subyugado puede llegar incluso a sentirse agradecido con el dominador, por no agredirlo, dejando de lado que el origen de la situación anómala no está en el comportamiento del dominado sino en el del dominador.
Existen diversas tácticas para controlar a los demás través del miedo, entre ellas se cuentan: la amenaza como técnica intimidatoria, el aislamiento de la víctima, cuya soledad la debilita; el encierro, que causa sentimiento de impotencia; la superstición, que se alimenta del miedo y a la vez lo incrementa; la incertidumbre, pues lo desconocido suele causar mucho temor; la ignorancia, que coloca al individuo en un estado de indefensión tal que lo puede llevar a creer cualquier cosa, quedando bajo el poder de esa creencia y de quien la maneja.
Marina señala que las experiencias brutales o el desgaste continuo producen miedo, pero este también puede aprenderse casi inadvertidamente por imitación o información obtenida en entornos familiares.
Cuando la persona llega a creer que no tiene opciones y que sin importar lo que haga, la situación no va a cambiar, experimenta lo que se conoce en Psicología como desesperanza aprendida, que como su nombre lo indica, se adquiere a través de un “aprendizaje” y es muy útil para que el miedo se mantenga.
La desesperanza aprendida se basa en una percepción falsa o distorsionada de la realidad que produce un sentimiento de incapacidad, de impotencia, como se ha demostrado en sujetos de investigación. Pero no todas las personas son vulnerables a este tipo de “aprendizaje”; como siempre, dependerá de las diferencias individuales.
La esperanza como defensa ante el miedo, implica la visión de una posibilidad de salida ante una situación atemorizante; la persona piensa que puede manejarla de algún modo, circunstancia en la que el miedo desaparece o al menos se debilita. No implica dejarse llevar por espejismos o ilusiones sino utilizar las fortalezas o ventajas que se tienen, para sortear las situaciones difíciles. Resulta sorprendente el coraje que puede desarrollar una persona en una situación de peligro, pudiendo ser tan contagioso como el miedo.
¿Cómo afrontar el miedo?
En primer lugar se requiere identificar la causa, no es útil evadir el miedo, pues a la larga el malestar se incrementa pudiendo volverse crónico. Luego se requiere pasar a la acción; la mejor manera de vencer el miedo a hacer algo es haciéndolo.
En tercer término es necesario aumentar la confianza en uno mismo para enfrentar la situación de que se trate y eso se logra conociendo las propias limitaciones y los recursos con que se cuenta. Es claro que se deben prevenir situaciones riesgosas pues la primera función del miedo es protectora, como ya dijimos; no se trata de exponerse innecesariamente.
Una herramienta adicional es el ejercicio físico que nos hace segregar sustancias que actúan como estimulantes, produciendo sensación de bienestar y tranquilidad. Muchos afirman que algunas de las mejores ideas se les han ocurrido al terminar de ejercitarse vigorosamente.
Es importante fomentar el crecimiento en distintas áreas, pues el miedo aumenta si la vida depende de un espacio solamente. Es beneficioso cultivar la relación de pareja, estimular el área laboral, la evolución personal a través del estudio, compartir con los amigos, la familia, disfrutar del tiempo libre con una actividad que produzca alegría y placer; también la participación en la comunidad proporciona un sentimiento de ser útil y finalmente dedicar un tiempo para la reflexión y el autoconocimiento.
Es útil recordar que lo que no se conoce es lo que suele causa más temor, por eso la búsqueda del conocimiento es una buena forma de afrontar el miedo.
- El príncipe azul - 21 noviembre, 2021
- ¿Por qué se pelean en las redes sociales? - 26 septiembre, 2021
- Conocimiento versus incertidumbre - 29 agosto, 2021