Marcos Peña: una pieza que Juntos por el Cambio todavía no pudo reemplazar

Ha pasado demasiada agua por debajo del puente desde la presidencia de Macri. Hoy en día, muchos aspectos de aquellos años son revalorizados, quizás, como todo en la vida, precisaban del tiempo y la distancia para una perspectiva más adecuada. 

Pero hay un ingrediente clave que tal vez no haya sido analizado con detenimiento; un condimento esencial de lo que fue el proceso de construcción de la identidad de Juntos por el Cambio y que hoy hace notar su ausencia: Marcos Peña. 

Marcos Peña no solo fue un jefe de gabinete, un pararrayos necesario para Macri: fue, sobre todo, un ideólogo del Cambio. Personificó también la resistencia ante cualquier intento de desnaturalización de Cambiemos. Y, por ello, fue odiado por el statu quo más que ningún otro. 

Es que Peña, hace varios años, fue de los primeros en comprender mejor que nadie las transformaciones en la información y su impacto en la sociedad. El poder de la participación ciudadana, en ese momento incipiente, que hoy muestra los dientes todos los días. La campaña de 2015 de Mauricio Macri fue innovadora en términos comunicacionales a partir de la utilización de las redes sociales y la segmentación. Además de una nueva propuesta basada en un concepto superador: los ciudadanos podían ser protagonistas y el desafío principal era animarse a ser mejores. Ese tipo de disrupción, en solitario, hacía ruido en las esferas del periodismo tradicional que, en muchos casos pidió a gritos una alianza con Massa para terminar con el Kirchnerismo; algo que hoy suena a una humorada. Nadie se disculpó nunca por ese grosero error de cálculo. A pesar de haber nadado contra la corriente de los analistas políticos convencionales, Peña demostró que su estrategia había sido efectiva y con esa elección se pudo desbancar al Kirchnerismo luego de 12 años. 

Como Jefe de Gabinete, cumplió la función de mártir que viene con el cargo. Hacia la mirada pública fue el culpable de todo lo malo, y jamás fue adjudicatario de lo bueno. Pero, puertas adentro, mantuvo a raya a las presiones internas del radicalismo, de la Coalición Cívica, e incluso de los propios. Estuvo 4 años ejerciendo una función caliente, y eso es mucho decir en un país como Argentina. Cometió errores y aciertos, seguro, pero fue cascoteado por la prensa durante casi toda la gestión; algunos dicen, como un pase de factura por haber bajado los gastos en pauta publicitaria estatal. Otros dicen que fue por su afán por relativizar abiertamente la verdadera influencia de los medios de comunicación. 

Gran parte de la opinión pública lo responsabilizó por la derrota de 2019. Pero, quienes tratamos de ser memoriosos, sabemos que a principios de 2019 el panorama electoral para Cambiemos era más que complicado por la crisis cambiaria del año previo. Aún así, al final del camino Macri terminó sacando casi 2 millones de votos más en la elección general de los que había sacado en 2015 y en un contexto económico adverso. Fue una campaña inédita en la región con 30 marchas multitudinarias. Es impensable el Juntos por el Cambio de estos días sin ese resultado final.

Tampoco el PRO hubiera sido lo que es sin la visión estratégica de Peña, que contribuyó a la identidad del partido junto a los liderazgos que lo integran. Después de todo, es un espacio que fue fundado en este siglo, que no paró de ganar elecciones desde el 2005 logrando una presidencia y que tiene serias chances de repetir esa meta el año entrante. Por eso, es que es imposible no reconocer a Marcos Peña como cerebro de campañas y como comunicador. Haberlo señalado en demasía como responsable de la derrota de 2019 parece, al menos, injusto. Tal vez, la situación actual de Juntos por el Cambio, las debilidades que se observan dentro del espacio, sirvan para ser un poco más justos. 

Hoy por hoy, la coalición opositora se encuentra ante el desafío de ordenar su mensaje y no mostrar demasiadas fisuras en su propuesta. El Frente de Todos ha agotado la tolerancia social con respecto a las peleas políticas. Sin embargo, las esquirlas dentro de la oposición vuelan todos los días aún cuando lo que está en juego es demasiado importante. 

Juntos por el Cambio parece haber perdido en el camino una idea que Peña siempre tuvo clara en sus campañas: no se puede ganar una elección sin proponerle un futuro mejor a la gente, sin un mensaje esperanzador. La mayoría de los discursos políticos de la oposición están dispersos, se han centrado en críticas al gobierno y en peleas internas, y no han podido encontrar una forma eficaz de generar optimismo hacia adelante. No parece haber nadie que pare la pelota dentro de la coalición, piense cuál es el mensaje y hacia quien se dirige, excepto Macri. Tampoco los partidos que la integran dan una muestra clara de unidad. Todo esto, en un contexto en el que los estudios de opinión señalan a una sociedad resignada, sin perspectivas de mejoras en los próximos años.

Peña fue el villano favorito de muchos, pero con el paso del tiempo todavía no ha podido ser reemplazado. Es más, cada día que pasa, la coalición parece extrañarlo más. Juntos por el Cambio no ha podido hallar a otro que ordene el discurso, que entienda la coyuntura y que pueda administrar los egos. Pero, sobre todo, que encuentre la mejor forma de convencer a los argentinos de volver a animarse a ser mejores. Es que candidatos siempre sobran, los que no abundan son los estrategas.

Nicolas Roibas
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