Venezuela dividida en 4 y la Filosofía

Por Jesús Armando López

@JArmandoLopez

 

 

 

Vivimos subsumidos en una crisis. Venezuela vive un cambio de paradigmas ante la coyuntura política y económica que se desarrolla en la nación. En estos tiempos, donde en el discurso político tiene preeminencia el llamado a la tolerancia, al respeto y a la igualdad; se hace necesario tocar la puerta a la filosofía. Sí, leyó bien, a la filosofía. Quizás pudiésemos pensar que es una tarea que atañe a unos pocos, mas no es así. Hoy más que nunca es necesario asumir un modo concreto de ver y juzgar la realidad, de evaluar lo qué somos, lo que debemos ser y lo que estamos haciendo.

 

Es una tarea que toca con énfasis a los políticos, quienes tienen la ineludible obligación de pensar. Si los políticos no piensan, no filosofan, terminaremos lamentando sus decisiones y se nos hará más complejo enmendar sus enredos.

 

Vale recordar, por la pertinencia que tiene con nuestra situación actual, las proféticas palabras del trujillano Mario Briceño Iragorry, en su libro “Mensaje sin destino”: “Nunca como en el presente necesitó nuestro país de una atención mayor en el examen de sus problemas de pueblo, porque nunca como ahora se hizo tan notoria la crisis de sus valores sustantivos. Tampoco jamás, desde la edad heroica, nuestro país se había confrontado con mayor número de problemas a la vez”.

 

Su llamado de atención encuadra con la compleja realidad en que vivimos y se convierte en el punto de partida para analizar lo que hoy somos como país y la lacerante división que tenemos. Venezuela, sociológicamente, posee una división tangible entre dos tendencias: la oficialista y la opositora. Sin embargo, al adentrarnos en esa realidad, encontramos otra serie de divisiones más plausibles. A saber, la Venezuela Declarada, la Venezuela Percibida, la Venezuela Investigada y la Venezuela Necesaria.

 

Venezuela Declarada

 

Es aquella utópica patria que ha sido descrita en el papel. La que descansa súbitamente en la Constitución y las leyes. Aquella donde se manifiesta explícitamente, “la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político… la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad sin discriminación alguna”. (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículos 2 y 3).

 

Venezuela Percibida

 

Es el país de nuestra experiencia cotidiana. La que es visible en el día a día. La que se desarrolla en medio de nuestra convivencia y que expulsa su disonancia entre el deber ser y el ser, entre lo que éramos y lo que somos hoy día. Es donde impera la desatención a nuestros valores de país y que definen nuestra venezolanidad. Es, en síntesis, la dulce Venezuela de los momentos cotidianos.

 

Venezuela Investigada

 

Es la promulgada en cifras y extensos diagnósticos. La que pulula entre los gráficos estadísticos y los informes de medios de comunicación. Es una Venezuela que grita en números la atención a sus necesidades más sensibles. La que anuncia y denuncia. Como dice el refrán, es aquella Venezuela en la que muchas cosas “por sabidas no se dicen y no por dichas se olvidan”.

 

Venezuela Necesaria

 

Es la patria por la que apostamos, individual y colectivamente. Es la que siempre estamos visionando porque deseamos que sea el espacio para retomar y crear proyectos para el bien común. Es aquel país que se construye a partir, no de palabras altisonantes y metáforas, sino con acciones concretas y con decisiones a favor de la mayoría.

 

Al darle una utilidad práctica a la filosofía, entendemos que aprender a filosofar no es lo mismo que aprender contenidos filosóficos. Integrar la filosofía en nuestro acontecer cotidiano, nos permitirá convivir mejor con quienes nos rodean, nos ayudará a saber qué hacer con el mundo cuando los asaltantes y mediocres lo hayan conquistado. Hoy necesitamos tener conciencia para saber con claridad, no sólo lo que hago, sino también por qué lo hago. Es, desde aquí, como se visualiza y configura la Venezuela antes aludida.

 

Por tanto, filosofía y crisis son términos recíprocos. Sin crisis, sin puesta en juego la persona misma, no hay filosofía auténtica. El tiempo que hoy vive Venezuela es prodigioso para reflexionar. No podemos permitirnos vivir de un acuerdo espontáneo con la realidad y la vida. No podemos permitirnos vivir bajo el imperativo de “sin rollos” ni “sin matarme muchos”. Hoy Venezuela no exige componendas.

 

Cuando nos dediquemos a pensar con rigurosidad cómo salir del atolladero en que nos encontramos, lograremos relacionar la Venezuela percibida con la Venezuela declarada, ya que la sociedad la construiremos entre todos, pero ¡cuidado!, al no reflexionar adecuadamente, también entre todos podemos destruirla. ¿Cómo? Cuando dejemos de pensar en el otro y nos ocupemos solamente de imponer una ideología o dándole primacía a la material. No permitamos que el tener y el poder se superpongan al ser y al servir.

 

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