El silencio los hace cómplices

Por Luis Guillermo Valera

@guilloescritor

 

 

 

El pasado viernes la Organización de Estados Americanos aprobó una resolución en apoyo al Gobierno de Venezuela, pidiendo el dialogo entre las partes en conflicto y en condolencia a las victimas de las protestas de las últimas semanas. Declaración hecha por su consejo permanente, por petición de la representación dePanamá. Petición que le costó la suspensión de las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, la suspensión de pagos de una deuda de entre 1.200 y 2.000 millones de dólares de empresarios venezolanos a la Zona Libre de Colón; la suspensión de la entrega de divisas a los viajeros a Panamá y una serie de declaraciones oprobiosas hacia su presidente Ricardo Martinelli.

 

Con está declaración ha quedado en claro que ni la OEA ni ningún otro organismo internacional puede ejercer presión sobre Venezuela: ya Nicolás Maduro negó la posibilidad de que entre una comisión a verificar la situación de los derechos humanos; y ningún país de la región tiene la voluntad para exigir mejores condiciones para los protestantes, los medios de comunicación ni los periodistas.

 

La declaración reza lo siguiente:

 

“En relación con los hechos recientemente acaecidos en la República Bolivariana de Venezuela, el Consejo Permanente declara: Su respeto al principio de no intervención en los asuntos internos de los Estados”

 

¿Esto qué significa?

 

Simple y sencillamente que ningún país de América va a meter las manos en Venezuela. ¿Por qué? Porque al intervenir en asuntos de política interna de un país ajeno, ellos se exponen a que intervengan en los suyos. ¿Y a quién le gusta que se metan en sus vainas?

 

Esto es una actitud retrograda y proteccionista de una región que ya debería haber aprendido la lección: De haber tenido organismos internacionales capaces de plantarle cara a los gobiernos quizás no hubiéramos tenido un continente plagado de dictadores.

 

Es como si supiéramos que un vecino, o un familiar, le pega a sus hijos y no hiciéramos nada al respecto. Es una conducta negligente, y por ende criminal.

 

Con la débil reacción de la OEA solo le dan argumentos a quienes abogan por su disolución al considerarlo un organismo anacrónico que ha perdido su propósito.

 

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