Apaciguamiento y libertad

Por Oliver Laufer

@OliverLaufer

 

 

En 1938 el entonces Primer Ministro del Reino Unido, Neville Chamberlain, mantuvo una serie de reuniones con Adolf Hitler con el objetivo de alcanzar el orden y la paz entre las potencias europeas y prevenir así una guerra entre Gran Bretaña y la Alemania nazi. 

 

El objetivo de Chamberlain era conseguir “la paz mundial” pese a cualquier circunstancia. Y eso incluía dialogar y aceptar condiciones del régimen nacional socialista de Adolf Hitler. Fue una postura muy criticada en Londres, principalmente por Winston Churchill, quien pensaba que dialogar con un régimen totalitario no mejoraría la tensa situación continental. La empeoraría.

 

Pese a ello, Chamberlain sostuvo el diálogo como bandera de “los civilizados”, participando en los Acuerdos de Múnich junto Hitler y Mussolini, y defendiendo la postura abierta y dialogante del Führer ante la prensa y en las cámaras legislativas del Reino Unido.

 

Hitler pedía “diálogo”, proponía “paz” y prometía “conceder” importantes solicitudes a Europa Occidental. Un apretón de manos frente a la prensa selló el evento en las páginas de la historia. Al aterrizar en el Reino Unido Chamberlain dijo victorioso a la multitud: “hemos logrado la paz de nuestra era”. Fue ovacionado.

 

Churchill, a pesar de mantener una postura más radical y menos inspiradora fue contundente en sus aseveraciones: “tuvo usted para elegir entre la humillación y la guerra, eligió la humillación y nos llevará a la guerra”.

 

El diálogo de Hitler fue más que evidente: Invasión de Austria y Checoslovaquia (1938), invasión de Polonia (1939), le siguieron Dinamarca, Noruega, Francia, Países Bajos (1940), Invasión de la Unión Soviética (1941), Guerra en el Norte de Africa, Invasión de Yugoslavia, batallas en Grecia y Greta; exterminio de más de seis millones de judíos, gitanos y homosexuales en cámaras de gas, fusilamientos, torturas, segregación, violaciones. 49 millones de muertos de los cuales al menos 33 millones fueron civiles.

 

Hoy Venezuela vive una situación irónicamente similar. Al igual que en la Alemania nazi, el régimen venezolano viola los derechos individuales y de propiedad de los ciudadanos, expropia empresas, persigue y encarcela a los que piensan distinto. Así como la Alemania nazi tenía grupos paramilitares (SS) que amedrentaban a la sociedad civil, asesinaban a opositores, desnudaban, humillaban y golpeaban a los judíos, en Venezuela existen “colectivos” paramilitares que actúan al margen de la ley, asesinan a manifestantes y opositores, desnudan, humillan y golpean a estudiantes. Así como la Alemania nazi utilizaba su Ministerio de Propaganda para censurar, controlar y reprimir la prensa y las comunicaciones, en Venezuela el MinCi y otros órganos del Estado, controlan, censuran y reprimen a los medios independientes, eliminan los críticos y compran a través de testaferros, los ya debilitados.

 

Venezuela, otrora país ejemplar de América Latina, vive hoy la crisis más nefasta de su historia republicana. Y a pesar de las importantes enseñanzas de la historia contemporánea, aún hay quienes siguen promoviendo las mismas vías que Chamberlain utilizó en el pasado: dialogar con quienes intentan destruirnos.

 

Nos hemos obsesionado tanto con la idea de “paz” que hemos olvidado que para que exista paz primero debe haber libertad. No puede haber paz donde la servidumbre es política de Estado. No hay paz sin libertad.

 

Y por primera vez en 15 años estamos más cerca de alcanzar nuestra libertad nuevamente. Es un momento de profunda reflexión histórica, para meditar sobre los principios y valores que guiaron a los Padres de la Patria cuando luchaban por nuestra independencia y nuestra libertad. 

 

Una nueva generación de libertadores emerge en las calles del país y la presión es tan fuerte que un sector importante de la dirigencia opositora intenta apaciguar, detener y limitar los logros y avances de esta generación. 

 

La oposición que en 15 años no ha podido derrotar al régimen quiere frenar a quienes espontáneamente luchan para lograrlo. Al igual que Chamberlain, piden dialogar con los asesinos, buscan “la paz de nuestra era” y acusan de “radicales” y “violentos” a quienes no los acompañan en su visión de país. En el fondo sienten la necesidad de mantener el status quo de los últimos años. Confirman que lo viejo no da paso a lo nuevo sin oponer resistencia. 

 

El precio es alto: los pocos políticos que han enfrentado al régimen con la verdad hoy son perseguidos, apresados, destituidos y amenazados. Los que promueven el diálogo y el status quo continúan libres de persecución política.

 

Pocos tecnicismos estéticos diferencian a la Venezuela socialista de la Alemania nazi. Las similitudes son más que evidentes. Los tiranos tienen un patrón de conducta históricamente similar. No esperemos menos de la tiranía moderna. El diálogo sólo se da entre personas civilizadas. El apaciguamiento, por el contrario, sacrificar principios y aceptar condiciones para evitar una confrontación, no ha funcionado en el pasado ni funcionará ahora.

 

Así que invito cordialmente a los miembros de la oposición que buscan dialogar y apaciguar discretamente la protesta, que cedan su puesto a Bassil Da Costa, Robert Redman, José Alejandro Márquez, Geraldine Moreno, Wilmer Carballo, José Méndez, Génesis Carmona, Anthony Rojas y Roberto Annese para que ellos sean nuestros portavoces en la mesa de diálogo. Que ellos ejerzan el derecho a palabra y acepten condiciones. Que ellos y no ustedes, nos representen. 

 

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