La farándula política y sus privilegios

Por Mónica Duarte
@M0n1k1ta

 

 

 

Los venezolanos tenemos vasta experiencia con el clima de violencia que desde hace años nos envuelve. La justicia, por su parte, parece ser totalmente ineficiente ante esto. Pocos policías, pocas cárceles, un sistema lento y burocrático, falta de investigación, corrupción de los cuerpos de seguridad, Los problemas que se pueden nombrar son demasiados.

 

Ante esto, muchos nos hemos acostumbrado a ser víctimas de la ineficiencia gubernamental, del atropello diario, las ilegalidades, y la alternativa de la denuncia ni se nos pasa por la cabeza. “Se reirán de mí”, “Igual no van a hacer nada”, “¿Y si la persona tiene contactos en la policía y se entera que lo denuncié?”, “Me van a tener fichado”, “No tengo tiempo de estar yendo a la policía”.

 

El cerco comunicacional tampoco permite que las denuncias sociales se hagan públicas y ejerzan cierta presión política. A causa de ello, el twitter ha surgido como un refugio para hacerse escuchar, no solo de la manera formal, sino como una vía legítima para hacer llegar las quejas a instancias pertinentes. Ya en sus tiempos, el difunto Hugo Chávez vio este potencial en la red e intentó crear programas sociales dedicados exclusivamente a atender las denuncias que le llegaban a su cuenta.

 

Sin embargo, hoy el fenómeno ha evolucionado. Ya no es un medio para atender denuncias comunes, sino para impartir justicia de forma parcializada. No importa cuántas acusaciones o revelaciones se hagan por twitter directamente a las cuentas oficiales del estado, debes ser un oficialista de alto perfil para ser escuchado. Los artistas son los primeros beneficiados de esta nueva forma de selección de casos. Basta con ser un personaje de televisión, haber marcado públicamente una postura política a favor del gobierno, si fue polémica mucho mejor, y ya tendrás la justicia al alcance de un tweet.

 

Utilizar el twitter como una ventana para hacer pública una determinada situación es algo que hacemos todos, y que puede terminar convirtiendo una catarsis en una denuncia, pero otros llevan sus quejas y ansias de justicia más allá. Destacan casos como los de Winston Vallenilla o Roque Valero cuando, tras ser víctimas de lo que ellos llaman “la intolerancia”, un par de llamadas o un par de tweets fueron suficientes para conseguir detenidos al momento y citaciones judiciales, respectivamente. ¿Cuántos cuentan con esta celeridad en sus procesos legales?

 

Incluso podríamos dar un paso más, entre la inocencia y la culpa, y diferenciar las críticas de las agresiones, las manifestaciones públicas de rechazo de la violencia política, aunque las experiencias nos recuerdan que es mejor no dejar esto en manos de la defensoría. Es posible que no sepamos que estamos incurriendo en esos llamados delitos de intolerancia, que Nicolás Maduro ya les mandó a poner pena de cárcel.

 

Las acusaciones incluso parecen superficiales al lado de los casos de homicidios, secuestros y violaciones que aún esperan por sentencia. ¿Qué tan importante es la violencia política? Al menos tendríamos que comparar los insultos de los que son víctimas estos artistas con la represión oficial como formas políticas de ataque. ¿Qué merece más atención por parte de las autoridades?

 

Será, entonces, que la justicia tiene un alcance limitado, y hace falta estar en la lista vip de la farándula política para gozar del privilegio, o lo contrario, el tener tu nombre en la lista puede sacarte de aprietos como nos demostró Rosita. Ya sabíamos nosotros que el fenómeno mediático tenía nuevas demostraciones con el gobierno, pero ahora la diligencia judicial parece debérsele a la televisión y no a la ley.

 

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