¿Y los derechos humanos?

Por Andrés F. Guevara B.

@AndresFGuevaraB

 

 

 

Hasta hace poco parecía que la situación política en Venezuela tendía a normalizarse. Normalidad, claro está, signada por las manifestaciones típicas del socialismo real: escasez, desabastecimiento, grandes colas, control estatal en todas las áreas de la vida. Miserias acompañadas, por supuesto, de una brutal represión.

 

En los últimos días, sin embargo, el gobierno venezolano recrudeció su violación de derechos humanos. En medio de una operación comando digna de un guion de Hollywood arrasó con los campamentos que estudiantes mantenían en distintos puntos del país, realizando a su vez más de doscientas detenciones arbitrarias como resultado de dicho operativo. A su vez, la Universidad Católica Andrés Bello y otras instituciones educativas sufrieron considerables ataques a sus sedes físicas, con el lamentable resultado de varios estudiantes heridos.

 

Por si fuera poco, el gobierno decidió intervenir colegios privados y no contento con ello detuvo a Rodrigo Diamanti, presidente de Un Mundo Sin Mordaza, ONG dedicada a la defensa de la libertad de expresión, el derecho que hoy nos permite escribir este artículo. Para el momento en que escribimos, Rodrigo está sometido a un régimen de libertad condicional.

 

La gota que derramó el vaso, sin embargo, fue el anuncio hecho por la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso del gobierno de Estados Unidos de un proyecto de ley con el objeto de aplicar sanciones a quienes hayan violado derechos humanos en Venezuela.

 

Esta retahíla de acciones y hechos realzan una realidad a todas luces innegable: el gobierno venezolano es un régimen violador de derechos humanos. Y con ello se coloca no solo al margen de la Constitución, las leyes y el ordenamiento jurídico internacional, sino que también plantea un importante dilema ético para su defensa.

 

Porque una cosa es defender el errático ideal de la igualdad material, la justicia social y la distribución de riqueza entre los más pobres in abstracto, y otra muy distinta es convalidar in situ asesinatos, violaciones, lesiones corporales y amenazas a elementos esenciales del Estado de Derecho como lo son el derecho a la defensa y el debido proceso.

 

En Venezuela se están violando derechos humanos. Se debe producir una condena frontal, enérgica y sincera ante semejantes atrocidades. Precisamente por ello causa asombro que provenga del exterior y no desde el propio país el movimiento tendiente a la sanción de aquellos que violan derechos humanos en Venezuela.

 

¿Cuáles son las razones por las cuales impera tanto silencio ante las reiteradas violaciones de derechos humanos por parte de la denominada unidad democrática? Lo desconocemos. Lo cierto es que hasta la fecha el tema se escurre, queda enmarcado en el lugar común del tímido reproche, o simplemente se desestima con el razonamiento digno de Trasímaco según el cual en todos los Estados se violan derechos humanos.

 

Si la violación de derechos humanos es un mal inevitable, ¿entonces por qué empeñarse en combatir dichas violaciones? ¿Tiene algún sentido todo el activismo y el trabajo de numerosos individuos dispuestos a erradicar estas afrentas contra la dignidad humana? Creemos que sí, porque en el fondo lo que subyace es un planteamiento ético que trasciende al marketing político y la consultoría.

 

Existe una oportunidad dorada para superar un discurso político basado en el populismo y la demagogia. Los derechos humanos deben constituir un punto de verdadera unidad para todos los venezolanos, incluso para aquellos que simpatizan con el gobierno de Nicolás Maduro pero disienten del proceder brutal de las fuerzas públicas del Estado. Porque se puede pensar distinto, se puede tener un origen y un destino diferente, pero nadie tiene el derecho de oprimir y vejar a otro ser humano. Nadie. Ojalá nos seamos tan miopes y podamos llegar a comprenderlo.

 

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