Chávez, Maduro y el Gato de Cheshire

Por Daniel González G.

@GonzalezGDaniel

 

 

 

“¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?, preguntó. Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, dijo el Gato de Cheshire. No me importa mucho el sitio, respondió Alicia. Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes, le contestó el Gato”. Cualquiera que haya leído el famoso cuento Alice’s Adventures in Wonderland de Lewis Carroll, recuerda lo que para mí es uno de los diálogos más memorables de esta historia y que reviste un asunto transcendental según el Gato de Cheshire: si no sabes a dónde diablos vas, no importa el endemoniado camino que tomes.

 

Lo que viene ocurriendo en esta Venezuela, otrora tierra de gracia y hoy convertida en tierra de des-gracia, me hizo recordar ese diálogo. No sé por qué, pero pensé en un Hugo Chávez al inicio de su gobierno preguntando al Gato qué camino debía tomar para sacar adelante una revolución y ante la respuesta del minino, el expresidente hubiese replicado, muy a su estilo, algo así como que lo que importaba es que fuera una revolución. Lo demás es historia patria. Nadie tenía la menor idea de a qué lugar se quería llegar y sin un camino claro y sin brújula llegamos a esto. Un país cuyo día a día parece un cuento de terror, donde el presidente de PDVSA habla de un modelo económico exitoso que no existe ni en sus sueños. Una “potencia económica” en la que sus ciudadanos no conseguimos papel tualé. Un “destino chévere” donde o nos mata el hampa que aguarda acechante en nuestras oscuras autopistas o morimos en un hueco de la carretera. Sí, Venezuela es hoy una copia fiel y exacta de lo improvisado, de lo no planificado. Un ejemplo claro de que cuando no se sabe a dónde ir, se puede llegar a cualquier parte.

 

Pero si Chávez dio tumbos para meternos en esta revolución sin rumbo, formas ni sustancia, Nicolás Maduro no tiene competencia en eso de no saber si sacarnos o seguir hundiéndonos. Uno de esos ejemplos claros del disparate que vivimos hoy es el caso de la regulación de los alquileres de locales comerciales. Todos recordamos el desmadre de finales de 2013. El acaben con todo que luego convirtió decenas de tiendas en una sombra triste de sus buenos tiempos. Se buscaban votos y qué mejor manera de encontrarlos que rebajando a la fuerza precios de neveras, lavadores, televisores y ropa de marca. Pero el abuso no llegó hasta ahí. Este gobierno no conoce de decencias ni utiliza guantes de seda. Con la fiebre cazavotos, en la gaceta oficial del 29 de noviembre de ese año, apareció publicado un decreto con rango, valor y fuerza de ley que entre otras minucias y sin ningún tipo de estudio previo, estableció el canon máximo de arrendamiento de locales comerciales en 250 mil bolívares el metro cuadrado. Asimismo, estableció que el condominio no podía exceder del 25% del monto del canon máximo mensual. Esto fue a lo malandro, como nos tienen acostumbrados, pues. Los centros comerciales alzaron la voz y nadie les paró hasta que llegó enero y la realidad empezó a imponerse. Caminar de noche por los grandes malls de la ciudad daba miedo, literalmente. Uno sentía que caminaba por un cementerio de tiendas, negocios que habían muerto en su versión capitalista y habían pasado a la “mejor vida” del modelo económico “exitoso” de Rafael Ramírez. Pero como cuando no se sabe a dónde ir a veces hay que devolverse, el decreto, que más que un decreto es un absurdo en tinta, pudiera ser derogado.

 

Días antes de escribir esta nota, Aquiles Martini, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, anunciaba que tras las negociaciones entre la Cámara que preside y el Ministerio de Vivienda y Hábitat, anunciaba que el decreto 602 de la Ley de Arrendamiento podría ser derogado. Amanecerá y veremos. Y quien quiera otro ejemplo de cosas que anuncian y que nunca aplican, recuerden lo que ocurrió con los famosos seguros de viaje. Hasta el día de hoy la normativa sigue suspendida.

 

Esperemos que un día la improvisación deje de ser la regla en la política de este país y se sepa exactamente a dónde se quiere ir y el camino para llegar. Sueño con el día en que alguien, quien sea, tenga un diálogo así con el mismo Gato de Cheshire: “¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para tener una mejor Venezuela?”, preguntó. “Esto depende en gran parte de qué tan mejor la quieres”, dijo el Gato. “La quiero próspera, rica, con seguridad, abastecida”, respondió. “Entonces sigue este camino: dialoga, abre los mercados, atrae inversiones, garantiza los derechos de propiedad…”, dirá el Gato.

 

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