La primera estuvo a una décima

Por Andrés Guerrero

@andresrguerrero

           

 

 

El fútbol fue terriblemente cruel con el Atlético de Madrid y con su gente. Los muchachos dirigidos por Diego Simeone acariciaron la gloria y fueron, hasta el minuto noventa y tres, campeones de Europa. Pero el partido duró noventa y cinco minutos, los necesarios para que Sergio Ramos rematara de cabeza un tiro de esquina y empatara el juego a dos minutos del pitazo final.

           

 

Una vez iniciada la prorroga el Real Madrid se encargó de noquear a un Atlético que defendía con el alma y coraje de un guerrero malherido. Pero la muerte parecía inevitable y así fue. Minutos después cayó el gol de Gareth Bale, luego otro de Marcelo, y para sentenciar la final otro de Cristiano. Todos seguidos, sin anestesia.

           

Quizá la mejor táctica del Madrid durante la final fue poner toda la carne en el asador con el 0-1 en contra. Es decir, sustituir a Coentrao por Marcelo y a Khedira por Isco. A partir de ese momento el equipo se revolucionó y empezó a atacar con mayor intensidad. La presión del Madrid aumentó y el Atlético -que hasta el momento había defendido con éxito- se terminó ahogando.

           

De esta manera, y después de una larga espera, el Real Madrid consiguió sumar la décima Copa de Europa a sus vitrinas. El equipo dirigido por Carlo Ancelotti mereció la victoria pero no el resultado, ya que entre Madrid y Atleti nunca existió una diferencia de tres goles.

 

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