¿Reconciliación? ¡Reconciliación!

Por Mariana Marchena

@Pachena32

 

 

 

Muchas cosas dicen a diario entendidos y opinadores de oficio sobre la situación venezolana; se concluye de manera casi inmediata que lo que aquí ocurre o “esto” – como le solemos llamar- es un problema económico, político, educativo, social que se acabará cuando se vayan los políticos de turno y vengan otros, cuando se acabe el petróleo, cuando actualicemos el potencial turístico, cuando cese la represión, suelten a los presos políticos, se vuelvan a llenar los anaqueles, haya más seguridad, etc.

 

Pero pienso que más allá de un análisis político, filosófico y económico, más allá de ese Deus Ex Machina que todos esperan que aparezca en la trama como en las obras de la Grecia clásica; es IMPERATIVO la RECONCILIACIÓN. Entendiendo por reconciliación como acuerdo, arreglo, pacificación, componenda, apaciguamiento, mediación, intercesión. Por estos tiempos que corren de represión, censura, injusticia, impunidad y corrupción grosera y avasallante es casi un insulto, una falta de respeto hablar de reconciliación y mucho más de olvido.

 

Muchos me dirán o me gritarán la pregunta y luego exclamarán ¿Reconciliación? ¡Reconciliación nunca!, me subrayarán que cómo sería aquello por ejemplo con los venezolanos más radicales (sean del color y tolda política que sean) que no respetan al otro, que se divierten con la desgracia y hasta la muerte del otro, que quieren un país con sus “iguales”. Cómo hacemos con el chavista que se burla y resta importancia de las torturas y muertes a estudiantes o de igual manera cómo con el opositor que disfruta también si la humillación y tortura no es de “su lado”. La semana pasada escuché comentarios como: “las calles las trancan los carajitos cocainómanos raspa tarjetas” y otro comentario como: “todos los chavistas son unos marginales y faltos de educación”. Con gran rabia y tristeza escuchaba aquellas barbaridades, no hay que ser un genio para detectar lo polarizados que estamos pero tampoco para darnos cuenta del daño ingente que esto nos está causando.

 

Desde que tengo uso de razón los partidos políticos han existido, en mi niñez los más importantes eran AD y COPEI. Recuerdo como crecí escuchando chistes sobre el “Tigre” y sobre el “Gocho”, crecí viendo sobre la nevera de mi abuela Gladys una taza de Luis Herrera; bromas iban y venían entre los blancos y verdes pero cuando en esa cocina nos sentábamos a la mesa a degustar los manjares caraqueños que preparaba, y prepara, mi Copeyana abuela, no éramos más que una familia venezolana que bromeábamos con nuestras diferencias pero nos encontrábamos en las semejanzas que eran muchas, como por ejemplo: ser venezolanos, amar este país, desayunar con arepa y café, haber bailado con la Billo´s, haber tomado un helado en la Crema Paraíso y AMAR la democracia.

 

La reconciliación no se exigía, simplemente se respiraba, habían comentarios que si estos son unos populistas que si aquellos unos pacatos, que unos son mejores que otros… algunos compadres con unos cuantos “palos” encima tal vez se ponían medio intensos con el asunto político pero al final se abrazaban y se decían riendo y chocando los vasos “a pesar de ser Adeco te quiero” lo mismo aplicaba para el Copeyano. Pero nunca que yo recuerde hubo insultos o escuché maldiciones o el deseo de la muerte de nadie que no pensara como yo. Se apostaba, peleaba y se hacía campaña para que ganase el mejor, pero lo más importante luego del despecho en caso de perder, al día siguiente amanecíamos siendo igual venezolanos. Recuerdo jugar con mi “gocho” y con mi “porfiado” -ya saben entonces de qué partido eran mis padres- de aprenderme casi al mismo tiempo las canciones del colegio mientras coreaba “ese hombre si camina, va de frente y da la cara Carlos Andrés!”, pero también recuerdo que cuando llegaba alguien que fuera de “el Tigre” se le escuchaba y sobre todo respetaban sus opiniones y argumentos.

 

Pero recuerdo siempre un momento especial y fue cuando nos encontramos en la sala VIP de Aeropostal al ya Ex presidente Luis Herrera Campins. Mi padre me toma de la mano y se dirige al Expresidente y con la mano extendida le saluda con un ¿Cómo le va Presidente? – yo no entendía muy bien aquello, además que lo sentía hasta traicionando al “partido” – a lo que Don Luis le responde : Bien chico ¿Y usted, viajando con los muchachos?

 

Y así conversaron de cualquier cosa hasta que nos montamos en el avión, en ese momento le pregunté casi en plan reproche por qué saludaba al señor Copeyano, a lo que mi padre respondió : Hija él también fue presidente y merece respeto, además ¿viste qué simpático es?. Y durante todo el vuelo mi padre nos fue explicando a mi hermano y a mí un poco de historia, y al mismo tiempo de reconocimiento, respeto y reconciliación.

 

Es obvio que de allá a aquí mucha agua y sangre ha corrido, que los políticos de antes no le llegaban ni a los talones a los de ahora; pero y nosotros ¿somos los mismos? Claro que no. ¿En qué momento nos volvieron o nos volvimos tan bajos hasta el punto de no reconocer al otro? ¿Estaríamos dispuestos por muy duro que sea a reconstruir un país, nuestro país con todos y cada uno de los venezolanos? No estoy sugiriendo que olvidemos ni que andemos abrazados unos con otros; mucho dolor, ausencias, vejaciones y censura hemos vivido; pero sí sugiero un primer paso que no quita que sigamos luchando por y para un mejor país y es el de la reconciliación, pensarlo dos veces antes de insultar, maldecir y humillar al que piensa distinto, no sería coherente convertirnos en lo que criticamos – prefiero que me llamen tonta o me insulten, a convertirme en una máquina de odio como lo es Iris Varela o Diosdado Cabello-. Al final de esta debacle los poderosos sean del chavismo o de la oposición se irán y nos dejarán un país convaleciente, pero con uno de sus mejores recursos: Los venezolanos.

 

“Venezuela con todo su hierro y todo su petróleo, nunca valdrá más que sus habitantes” Reny Ottolina.

 

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