VENEZUELA: ¡Llamado urgente!

Por Pedro Urruchurtu

@Urruchurtu

 

 

 

Basta con ver a nuestro alrededor para darnos cuenta de la destrucción que nos rodea. Ciudades y pueblos cada vez más pálidos, carentes de luz propia, marcados por la muerte, la desesperación y el miedo. De vez en cuando, la resignación merodea intentando apoderarse de la poca dignidad que puedan tener. Pero también está su gente, cada vez más consciente del país difícil que vive, determinada a defender lo que les pertenece, a rescatar aquello por lo que alguna vez luchó y exigiendo un mejor futuro, libre y próspero, en la tierra que la vio nacer.

 

Pero no es menos cierto que desde hace algunos meses, miles de personas comenzaron a entender que la situación daba dos opciones: caer en el aparente e irremediable modelo de la resignación y la sumisión o despertar y enfrentarse al futuro por el que estaban y están dispuestas a luchar. Todo esto generó una serie de fuerzas contundentes, decididas y valientes que, por su cuenta y por su lado, dieron una batalla única: la de la libertad, con un saldo de caídos, heridos y presos políticos, que junto a los ya existentes, nos exigen más que nunca luchar por ellos.

 

Desde hace algunos días retumba en la opinión pública una idea tan poderosa como ambiciosa. Un movimiento de movimientos, inclusivo, abierto, dispuesto a darle al país la posibilidad de crear un sueño compartido de una Venezuela diferente al desastre que heredamos y que hoy muestra su cara más costosa.

 

Es en medio de este propósito que nace la idea del Congreso Ciudadano por la Reconstrucción Nacional, el espacio idóneo para aglutinar a todas aquellas fuerzas ciudadanas que emergieron rescatando el legado de nuestros héroes, los cuales dieron hasta su vida y derramaron su sangre por darnos una República libre. Profesionales, estudiantes, amas de casa, sindicalistas, artistas, entre muchos otros, ciudadanos todos, han entendido que en sus manos está la preservación y rescate de eso que tanto costó a quienes batallaron hasta el final por una Venezuela de libertad.

 

Claro que esto supone grandes retos, siendo el principal el de la organización de todas las fuerzas que están clamando lo antes posible un cambio de rumbo en el país. Es por ello que han comenzado muchas actividades a nivel nacional, compuestas por reuniones, mesas de diálogo y, quizás, la más poderosa forma de organización digna de una democracia de la que hoy carecemos pero anhelamos y recuperaremos: las asambleas de ciudadanos. Serán éstas asambleas, rememorando las discusiones y el interés en lo público, las que conduzcan al gran Congreso Ciudadano con la presencia de delegados electos en cada municipio de Venezuela, con voz y voto en los temas que se convocan. Lo que más evidencian estas actividades son las ganas que tiene la gente de hacer algo por nuestro país.

 

Pero ¿qué diferencia tiene este Congreso con otras cosas que se han hecho en el pasado? La principal es la de la construcción de una visión compartida de país, cuestión que demanda la presencia de todos los venezolanos, sin importar ideología, condición social, color de piel o cualquier otro motivo que divida y que sólo conviene al gobierno. El pasado sirve para aprender y si de algo se ha aprendido es que la catarsis y el ejercicio reflexivo no son suficientes. Es momento de combinar la reflexión con la acción para generar propuestas claras que deriven en la forma más idónea de alcanzar la transición hacia la democracia, de forma pacífica y constitucional, para luego construir esa Venezuela anhelada. Es allí donde el Congreso Ciudadano encuentra su razón de ser.

 

¿Dudas? ¡Muchas!… Podemos escuchar temores y rumores infundados sobre una división de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) como si la Unidad fuera sólo eso. Resulta suficiente observar los diversos partidos políticos que componen el Congreso para constatar que no hay nada más cercano a la MUD que ésta propuesta, que además ha sido reiterativa en la invitación plena de sus miembros para hacer de la Unidad algo amplio y cónsono con lo que Venezuela exige hoy. Seamos sinceros: lo único que en realidad puede dividir a la MUD en este momento es que se cierre a la sociedad, a la gente.

 

Para nadie es un secreto que no hay ni un solo número que diga algo positivo de este gobierno, cuyo mandato, heredado y nada nuevo, ha profundizado la crisis en menos de 18 meses. Si estamos hablando de un gobierno capaz de acelerar una deliberada e intencional destrucción de un país en tan solo año y medio ¿cómo es que vamos a aceptar esperar que sea conveniente salir de este? Es el momento de tomar decisiones, de asumir responsabilidades y de diseñar estrategias. Si estamos frente al peor gobierno de nuestra historia es momento de ser la mejor oposición que haya existido, encararlo y provocar, lo antes posible, un cambio profundo del sistema.

 

Por supuesto que hay retos por delante, que hacen necesaria una mezcla entre lo electoral y el activismo. Si no hay voces activas exigiendo y provocando las condiciones para un cambio, sino que por el contrario promueven la calma de un pueblo que ha demostrado ser consciente de la necesidad de ese cambio y que está ávido de hacer cosas, difícilmente logremos derrotar al débil de hoy: el gobierno que sólo necesita de tiempo para recobrar fuerza y hacer de la resignación su bandera eterna.

 

Las diferencias naturales que deben existir en la oposición deben ser más fuertes que las matrices de división de grupos que sólo se benefician de las cosas tal y como están hoy. No podemos darnos el lujo de caer en caprichos y mezquindades de sectores acomodaticios que sólo buscan mantenerse a costa de lo que sea. De seguir así, sin horizonte claro de cambio, gobierno débil y oposición débil terminarán cayendo juntos y sólo ganará quien se levante primero y, en ese nefasto escenario, sabemos que quien tiene opción de levantarse es quien tiene el poder y los recursos.

 

No es factible hacer de la oposición un ejercicio excluyente de política. Los únicos que han demostrado ser excluyentes con un falso discurso inclusivo, lleno de odio y división, son quienes hoy gobiernan. Caer en el terreno de la infamia hace que un sector de la oposición se parezca demasiado a eso que gobierna hoy. Sin diferencias y sin discusión de un país distinto, nadie se motivará.

 

Venezuela exige hoy una Unidad amplia, alejada de cogollos y de la inquebrantable presencia partidista. El país pide hoy una Unidad abierta a todos los sectores del país, a la sociedad civil en pleno que apuesta por un cambio verdadero. Claro que importan los partidos, son parte esencial del juego democrático, pero la Venezuela de hoy requiere diversidad de actores diversos, desde gremios hasta amas de casa, de todos, absolutamente todos los ciudadanos que sueñan con reconstruir a Venezuela. Esto no es un llamado a la antipolítica o antipartidos, al contrario, es el llamado a ver más allá de eso para no repetir los errores del pasado que sí derivan en la cara más oscura de la política y nos ha traído a donde hoy estamos. En resumidas cuentas, necesitamos una Unidad de todos, no de algunos en nombre de todos.

 

Cada asamblea, cada espacio público que se llene de energía ciudadana creadora, acumulada durante tanto tiempo, es un toque de esperanza y de fuerza que hará posible la reconstrucción nacional. El Congreso Ciudadano es una apuesta a la gente y sus ganas de tener un futuro de oportunidades para todos. Es la apuesta de los ciudadanos de bien, que creen y merecen lo mejor y que están dispuestos a darlo todo por la libertad de su país, un país soberano, libre, próspero y democrático, con los retos y responsabilidades que eso conlleva y, sobre todo, con la necesidad de debatir cuál es la hoja de ruta que nos llevará a lograrlo. A ellos y a todos, Venezuela les hace un llamado urgente.

 

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