Democracia mocha

Por Jimeno Hernández

@jjmhd

 

 

 

Finaliza el siglo XIX y todo parece indicar que la hegemonía del liberalismo amarillo concluirá junto a éste. El partido liberal tiene más de 45 años al poder y lo que alguna vez fue una maquinaria política poderosa, ahora no es más que un armatoste achacoso y desgastado que todos dan por inservible. Los liberales se han ganado la fama de ser unos mentirosos y pillos deshonrados. Son verdaderos expertos en el arte del uso y abuso de la palabra, prometen, nunca cumplen y la gente está cansada de más de lo mismo. Todo parece indicar que en Venezuela se despliegan nuevos paisajes en el horizonte.

 

El General Joaquín Crespo es un llanero zamarro que se sabe jefe indiscutible de Venezuela y por ello tolera opiniones. Él tiene el poder y las armas, además sabe que las palabras o los periódicos ni matan soldados ni tumban gobiernos. Su pasividad ha abonado los terrenos de la vida ciudadana con ciertas licencias como la libertad de prensa, la oposición a su gobierno y la propaganda política. Estas circunstancias esbozan el escenario perfecto para que las ideas circulen en debate abierto y nace así el Partido Nacionalista, un aparato sociopolítico concebido y dirigido por hábiles políticos caraqueños.

 

La figura principal del partido es un tipo alto nacido en el barrio San Juan. Le faltan dos dedos de una mano y dicen por ahí que los perdió a causa de un machetazo que le encajaron durante una refriega. La gente lo conoce simplemente como “el mocho” y su nombre es José Manuel Hernández.

 

El mocho irrumpe en la política venezolana de forma magistral. Se asesora con expertos norteamericanos en los métodos de las campañas electorales y en 1897 sale a recorrer el interior del país en una verdadera cruzada presidencial. “El Tigre de Santa Inés” desea mantener a los suyos en el poder, pero ahora la cosa no es tan fácil como en otros tiempos pues la Constitución de 1893, en su artículo 13, establece que la elección debe ser universal, directa y secreta.

 

Hernández es orador dotado y no tarda en convertirse en un fenómeno político impresionante. Por dondequiera que pasa la gente sale a su encuentro, lo aplaude, lo saluda y lo abraza. Todos se vuelven locos al verlo y hasta le regalan vivas como si fuera el mismísimo redentor. Él disfruta del momento y se divierte al darle rienda suelta a la imaginación de la gente, les cuenta que al igual que Jesús de Nazaret, él también era carpintero como su padre. Con cada pueblo que visita se crece, poco a poco va saboreando las mieles de la gloria y se va embriagando lentamente al reposar sus ojos sobre otra multitud que corea su nombre: -“!Mocho…Mocho…Mocho!”-

 

Sueña el trasquilado y con él también sueña el pueblo. La opinión de la gente tanto en las calles como en las tertulias de la plaza es que el mocho arrasa en las elecciones de Octubre. La mayoría desea un cambio y repite de boca en boca que el General postulado por Crespo “no va pal baile”. Todos parecen estar de acuerdo que su voto por el candidato del Partido Nacional traerá el cambio político que anhelan y que por los vientos que soplan será este el próximo Presidente de la República.

 

Los resultados oficiales de los comicios se convierten en el alba amarga de los sueños rotos. El gobierno a pesar de enclenque sigue siendo gobierno y sin dientes aun muerde con la encía. El poderoso de turno suele tener un As bajo la manga para ganar la mano y llevarse el pote cuando uno menos lo espera. Ejemplo perfecto de ello es que siendo la elección directa y pública, funcionarios del gobierno forman turbas que siembran el miedo por las calles de las principales ciudades para que la gente se abstenga de votar. Hasta se presentan armados con machetes para intimidar a los electores en las mesas de votación. Allí corren la voz y explican a los votantes que para que el voto no sea nulo, hay que acompañarlo del apellido del candidato, que deben escribir o decir que su voto es para respaldar al mocho Andrade.

 

El General Ignacio Andrade resulta vencedor en las elecciones por un margen aplastante y nadie se cree el cuento chino. Hernández apegándose a la legalidad formula una denuncia alegando fraude electoral ante las juntas seccionales, pero el gobierno nacional desatiende la causa y lo encarcela junto a varios de sus partidarios.

 

En el llano dicen que donde canta loro real no canta el cucarachero. Así rima el corrido de las elecciones de la Venezuela democrática, unos se quedan con las masas mientras los otros se quedan con la mesas.

 

(Visited 54 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras