¿Seguiremos sumando abriles a estos últimos 15 años de desdicha?

Por Juan Francisco Morales Alfonzo

@AmadisdeG50

 

 

 

La crisis moral, política, económica y social que padecemos los venezolanos, pareciera importarle poco a muchos. La mayoría de la gente sólo se queja, y en vez de elevar su voz de protesta, permanece anestesiada a la espera de un salvador. Lo cierto es que casi nadie “arrima ni una pal mingo” como decimos en criollo, y la razón pudiera estar presente en los errores de un liderazgo político de oposición cada vez más desarticulado e inconsistente con sus planteamientos. En los últimos meses, hemos visto cómo un grupo de líderes convocaron a la protesta pacífica para reivindicar libertades, demanda legítima y acertada; no obstante, inmediatamente cambiaron de orientación a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, propuesta igualmente legítima, pero inviable en estos momentos. Otros menos osados y hasta complacientes con el oficialismo, aceptaron el diálogo, y cuando se vieron la soga al cuello, ventilaron la idea de esperar elecciones, tal vez por temor a ser aplastados; en fin, cada quien aisladamente, y a todas luces nada de avances en concreto.

 

No podemos olvidar los frutos cosechados en el pasado reciente, pues a partir de 2010, la sociedad civil respondió, la oposición obtuvo la mayoría de votos en la Asamblea Nacional, pero no alcanzó la misma relación de escaños, debido a cambios realizados por el CNE al principio de la representación proporcional. Es importante recordar que para ese momento las fuerzas de la oposición estaban unidas, se llevaron a cabo elecciones primarias para cargos de elección popular, y finalmente todos trabajaron bajo una misma línea; sin embargo, como que ahora “vamos pa´trás como el cangrejo”. La dirigencia de oposición debe internalizar que no es hora de mezquindades ni de sandeces, y concientizar que el momento político exige coalición de partidos y de liderazgos, para que de una vez por todas se comparta nuevamente una misma mesa, se adopte una sola estrategia y se avance con firmeza y contundencia al rescate de un país que se cae a pedazos.

 

Estamos obligados a recuperar las estructuras fundamentales de la nación, las cuales han sido trastocadas por los vaivenes de un régimen avasallante que sólo ha creado desconcierto y confusión, que ha propiciado desajustes, deformado las perspectivas democráticas y quebrantado la autoridad constituida; arrastrando al país al deterioro de las ideas y programas de renovación y desarrollo socio-económico y cultural tan necesarios para restablecer la buena marcha del estado de derecho y la estabilidad institucional de la república. La inclemencia del crimen, la corrupción en los más altos niveles, el resentimiento, la división y el odio, se han convertido en férreas cadenas que nos mantienen atados de brazos. Es imprescindible ofrecer al país, como ofrenda justa y generosa, la expresión de una conducta diferente y una forma valiente de hacer oposición. Nada ganamos con crear refriegas entre nosotros mismos, por el contrario, estamos obligados a comprendernos con facilidad y asociarnos inteligentemente para hacer de nuestras diferencias, ejemplo vivo y normal de fortaleza, de convivencia, de conciliación, de prosperidad y de paz.

 

Tenemos que evitar seguir sumando abriles a estos últimos 15 años de desdicha, el liderazgo político de la oposición tiene la tarea de rectificar para recuperar su credibilidad, y de inmediato convocar a la movilización ciudadana y a la protesta pacífica como única alternativa para reclamar derechos y libertades perdidas. Recordemos que a la mayor parte de la población, es decir, a la de los estratos menos favorecidos, que supera con creces al 70% de los venezolanos, les falta el tiempo necesario para resolver “la papa del día a día”, pero igualmente están conscientes del deterioro de su calidad de vida y de una desigualdad cada vez más acentuada; sin embargo, carecen de motivación política que les ayude a luchar por sus reivindicaciones, y quizás jamás se activen a favor del cambio, a menos que perciban que los líderes y los de arriba también han cambiado.

 

Si hablamos de la clase media y de los estratos más pudientes, la mesa siempre ha estado servida para la protesta pacífica y la búsqueda de un cambio, pues el menú de un modelo económico fracasado, caracterizado por la quiebra del aparato productivo, del desabastecimiento, de la escasez, de las más altas tasas de inflación del mundo, de un inmenso déficit fiscal, de un cúmulo de erradas políticas monetarias y cambiarias, de reservas operativas por debajo del subsuelo, de una creciente deuda cuyos fondos van a parar al basurero, del deterioro de PDVSA y de las empresas básicas, de la carencia de servicios públicos y de daños a la infraestructura en general, constituyen suficientes elementos para que estos últimos grupos eleven fácilmente su rechazo ante tantas adversidades. Es hora de que los políticos de oposición dejen de ocuparse de generar y resolver sus propios problemas internos, y que realmente se ocupen de atender, comprender y luchar por resolver los problemas de la gente. Nadie quiere seguir durmiendo bajo el manto de una dirigencia incapaz de enfrentar sus retos, e inepta para consolidar y garantizar la unidad; o el liderazgo cambia, o seguiremos sumando abriles a estos 15 años de desdicha.

 

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