El encuentro de Cañafístola

Por Jimeno Hernández

@jjmhd

 

 

 

En Venezuela conviven dos bandos que no parecen entenderse. Aunque ambos se encuentren azotados por el mismo maleficio y sufran por igual las penas del hambre, los estragos de la guerra y la fetidez de la muerte, aún no han entendido que unidos podrían prevalecer y enfrentados se encuentran destinados al fracaso. Ha llegado la hora de ensamblarnos si verdaderamente aspiramos derrocar la tiranía de la corona.

 

El nombre de Simón Bolívar escala apresurado hacia su altar de la gloria y los caraqueños lo han bautizado como “El Libertador”. Los habitantes de la ciudad de los techos rojos han depositado sus esperanzas de emancipación en la figura de este mantuano adinerado, sin saber que la fama, su linaje, ese título rimbombante y un diminuto ejército mal apertrechado, no bastarán para contener la invasión del General Pablo Morillo.

 

Corre el mes de enero del año 1818 y el panorama luce realmente complicado para los patriotas. El Libertador controla Oriente y es jefe indiscutido de los rebeldes gracias a méritos acumulados durante su “Campaña Admirable”, la “Expedición de los Cayos” y la ejecución de Piar. El próximo paso en el camino de la libertad es la toma de Guayana y, para lograr este objetivo, debe solicitar el apoyo del Ejercito del Casanare, una horda de jinetes que cabalga a pelo y lleva como únicas armas, largas ramas amoladas, cabestros de cuero y el machete que les cuelga en la cintura. Obedecen las ordenes de un catire que dicen nació aprendido, trabaja más que un burro y cuando se arrecha es fiero como el caimán. Se llama José Antonio Páez y es la máxima autoridad en los llanos venezolanos.

 

Él y Bolívar se conocen por obra y arte de la lengua ajena. Se admiran mutuamente pues ambos arrastran leyenda en vida y están ansiosos de conocerse. Ya han intercambiado unas cuantas cartas y, en una de estas, finalmente han acordado un encuentro cara a cara.

 

Es después de una prolongada cabalgata, bajo un sol despiadado y un cielo desnudo de nubes, que Bolívar llega al punto de encuentro pactado. Esto sucede en horas de la noche del 31 en un lugar llamado el Hato “Cañafístola”, cerca del poblado de San Juan de Payara en el Estado Apure. El Libertador hace su entrada al campamento del Ejército del Casanare sobre un corcel blanco bien aperado, emperifollado con charreteras y escoltado por una brigada de la Legión Británica impecablemente uniformada. Desea impresionar al cabecilla de la tropa llanera en aras de formar una coalición en contra de la ofensiva realista.

 

La bienvenida lo sorprende pues nadie sale a recibirlo y frente a sus ojos se despliega un verdadero desorden. En el sitio hay un centenar de fogatas en las que se asa carne en vara y se concentran miles de llaneros que, entre risas y sorbos de aguardiente, alpargatean un joropo trancado al son del arpa, cuatro y capacho.

 

Bolívar desmonta del caballo con cara de confusión y es un negro alto y tallado el primero en aproximarlo. Este se presenta como Pedro Camejo y ofrece llevarlo hacia la fogata donde se encuentra Páez.

 

El catire se ha percatado del arribo del caraqueño. Ha divisado la nube de polvo en el horizonte horas atrás y el pachulí de Bolívar se puede oler a leguas. Es cuando aquella extraña fragancia opaca el olor de la brasa que Páez sale a su encuentro. Será en la mitad de aquel zaperoco y una inmensa llanura iluminada por piras y estrellas que se conocen por primera vez estos dos hombres. Uno se encuentra perfectamente vestido y perfumado, mientras el otro anda sin camisa, descalzo y sudado. Esa vaina no importa. Igual se dan un apretón de manos, se abrazan frente a todos al son de aplausos y brindan con espirituoso antes de compartir un bocado de carne asada.

 

Nacerá así una alianza en la que se fusionan dos elementos que forjarán un arma perfecta para esta guerra de independencia. La formación académica de Simón Bolívar ha esculpido un brillante estratega que se encarga de la estructuración y gerencia de los planes de la campaña bélica, mientras José Antonio Páez brinda su experticia en el manejo de los medios y, lidera personalmente comandos especiales que se convierten en mano ejecutora de los planes del Libertador. Juntos lograrán las mas insólitas victorias.

 

En la unión está la fuerza.

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