Resistencia y victoria
Por Mario Guillermo Massone
@massone59
La oposición no es un organismo, no tiene organicidad ni es una organización. Es natural que no lo sea. Es la suma de quienes nos oponemos a la tiranía roja y a la consecuente ruina nacional a la que nos ha arrastrado.
La resistencia es una tradición que ya se vislumbra en el tiempo bíblico. El pueblo de Israel y Jesucristo y sus discípulos fueron resistencia. Se resistieron a la opresión de la tiranía y el mal. No aceptaron ni cedieron jamás. Practicaron la desobediencia civil ante leyes injustas.
El valiente capitán Rodolfo González, mártir de la resistencia, en un acto semejante al de Sócrates, digno de un estoico magnánimo, eligió, en un acto de amor, entregar su existencia mortal para proteger a sus prójimos. Sócrates prefirió beber la cicuta antes que ser desterrado. El Aviador prefirió dar su vida antes que permitir el traslado de él y sus protegidos, injustamente encarcelados en el SEBIN y sin proceso legal.
Resistir es ante todo un acto político. Cuando se deja de resistir, nos estregamos a la despótica y ya estamos vencidos.
Todas las virtudes, en compendio, deben practicarse por todos y cada uno de nosotros. La valentía, para dominar el miedo y enfrentar el peligro. La templanza o moderación, para no cometer excesos. La fortaleza, para sobrevenir a la adversidad. Y la prudencia, la sabiduría práctica para saber qué hacer, cuando actuar y cómo hacerlo.
Una resistencia en esencia rebelde. Sí. Pero virtuosa.
El sistema es un fracaso. Hay inmensas desventajas en participar dentro del sistema. La ventaja de la tiranía toja es titánica. ¡Y es precisamente por eso que hemos de ser olímpicos!
David no se le enfrió el guarapo a la hora de enfrentar a Goliat ¡en su propio terreno!
La resistencia hasta hoy se niega a vincularse a los políticos ni al sistema, porque ni cree en los políticos ni cree en el sistema. Yo tampoco, es mi primera respuesta. Pero generalizar es siempre un error filosófico. Porque los políticos ni son todos buenos ni son todos malos. Porque el sistema no es totalmente inoperante. Si lo fuera, no tendríamos ni diputados, ni gobernadores, ni alcaldes, ni concejales de la oposición.
La MUD es todo menos perfecta. Pero es necesaria una coalición. Esta coalición es lo que representa la MUD. La MUD no es un organismo que lo abarca todo, ni es su fin abarcarlo todo. Es un centro de coordinación política en donde se discute y decide.
Y la resistencia es, ante todo, un acto político. Que la resistencia se integre a la MUD es un absurdo metafísico. Parménides diría que es un no ser.
Si la resistencia verdaderamente defiende lo que profesa, la salida de este desgraciado régimen tiránico, ha de actuar con valentía pero siempre reflexionando primero con prudencia.
Si tomamos como hipótesis que Henrique Capriles perdió la presidencia por 150.000 votos, yo me pregunto: ¿Con cuántos votos contamos en la resistencia?
Goliat nos ha retado en duelo a luchar en su terreno. Ese terreno es la calle. Sí. Pero también las elecciones. David le pegó un chinazo a Goliat en la cabeza y lo venció. El poder legislativo es la cabeza, el cerebro, del poder público. Tenemos la china y la piedra. ¿Tendremos la voluntad del valiente?
¿Se nos va a enfriar el guarapo? ¿Somos valientes para defendernos en la calle pero cobardes para derrotarlo en elecciones?
Las guerras no se batallan en un solo terreno. Tierra, mar, aire, escenarios, puntos de ataque, estrategia… Y según Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Debemos mantener la lucha por la democracia sin ir a la guerra. Las razones son más que obvias. Las elecciones son un terreno empinado, una montaña difícil de escalar, ¡pero es posible llegar a la cima!
Leopoldo fue a elecciones y ganó. Antonio Ledezma fue a elecciones y ganó. Ceballos fue a elecciones y ganó. María Corina fue a elecciones y ganó. Ceder un espacio de lucha es un error.
La resistencia es el espíritu de la juventud, por eso El Aviador es y será un eterno joven. Él cumplió. Ahora, cumplamos nosotros en todos los terrenos. ¡Victoria!
