El trabajador y el costo de la vida

Por Mónica Duarte
@M0n1k1ta

 

 

 

 

Se ha vuelto costumbre que todos los 1ro de mayo el presidente haga un acto multitudinario, con sus respectivos trabajadores públicos obligados a asistir, donde anuncie el aumento del salario mínimo. Aplausos y gritos de felicidad se pueden escuchar de más de uno cuando esto sucede, pero ¿es acaso esto bueno?

 

Por supuesto que no, ya está más que dicho que con cada aumento los establecimientos comerciales, obligados a aumentar el pago a sus empleados, deben subir los precios de sus productos para poder costear el nuevo gasto. Una forma de devaluar. Si con más dinero no compras más cosas de nada sirve el aumento salarial.

 

Mientras tanto, el Banco Central no asoma ni un aproximado de los índices de inflación y desabastecimiento, que se estiman entre 80%y 100% cada uno según cálculos extra oficiales. Las reservas caen 14% en lo que va de año, no dejan de salir a flote casos de corrupción venezolana en España, Ecuador y Brasil, por mencionar algunos, nuevos sistemas de restricción de compra son anunciados (esta vez con el  Sistema de Asignación de Medicamentos, SIAMED) y el precio del petróleo no parece recuperarse. Cada uno de estos problemas son peso que va hundiendo más la economía venezolana.

 

El ciudadano de a pie sigue caminando con el mismo paso indiferente, tratando de o mirar el número en aumento en las vidrieras de las tiendas que identifica el precio de un zapato o un pantalón. Si el salario mínimo no es suficiente para costear una canasta básica ubicada en más de 35.000 bolívares, según el CENDAS, no queda más que el rebusque. La economía  cotidiana de los venezolanos se ha vuelto una constante venta de catálogos, un “yo hago esto y lo vendo”, “yo te lo puedo conseguir, escríbeme y cuadramos”, un trabajito de fin de semana, una búsqueda de oferta.

 

Para un presidente que se hace llamar “obrero” es muy poca la atención que le presta al sector. El trabajador cotidiano debe duplicar su productividad para poder rendir las cuentas familiares. Los subsidios en forma de misiones ya no son suficientes, si es que alguna vez lo han sido. Los educadores, por poner un ejemplo de los sectores más afectados, deben recibir un sueldo de 5.556 bolívares, lo que corresponde a menos de 1 dólar diario. Trabajamos un dinero que se disuelve en las manos.

 

¿Cómo se puede revertir esto? Cambiando el sistema. Los aumentos no son la solución, los subsidios tampoco, el control de compra y venta mucho menos. El ciudadano común debe entender que si no se cambia a un gobierno casado con un sistema decadente no podrá mejorar su calidad de vida.

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