El falso dilema entre votar y protestar

Por Werner Corrales Leal

@wernercorrales

 

 

 

 

En las conclusiones  de mi artículo del 30 de agosto decía que considero bastante verosímil que antes del 6D se dé un cambio en los poderes reales al interior del gobierno chavista y que entre otros escenarios derivables, ese  desenlace podría ser precursor de una Transición Gatopardiana que podría intentarse en el 2016 o antes. Un “cambio para que nada cambie”, con nuevo jefe del ejecutivo supuestamente de concordia, el cual podría ser negociado con la cúpula chavista por actores que hace rato vienen pretendiendo esa salida, quienes asumirían una pretendida representación “opositora”. 

 

Pero sería muy baja la probabilidad de supervivencia de un gobierno que surgiese del primer desenlace mencionado, probablemente nacido entre Fuerte Tiuna, la esquina de Capitolio  y Miraflores mismo, o de su posterior engendro  Lampedusiano, porque ninguno de los dos tendría manera de resolver la dificilísima estrechez financiera del Estado, la falta de divisas para importar y la inflación disparada por las “soluciones monetarias” que el gobierno ha pretendido dar. Decía también, y lo reitero aquí, que si las fuerzas que hubiesen negociado esa aberración pretendiesen mantener un gobierno de falsa transición, eso podría elevar la probabilidad de que ocurran escaladas de ingobernabilidad, es decir harían muy probable que nos descarrilásemos del camino pacífico que todos declaramos buscar.

 

Hoy me dedico a mirar lo nuevo que ha venido conociéndose del entorno internacional, los movimientos novedosos que muestra la estrategia del gobierno y los cambios que parecieran estarse gestando en el seno de la Oposición, en la perspectiva de sus eventuales influencias sobre las tres “cadenas de eventos” de las cuales derivan los escenarios más probables para los desenlaces: la electoral, la de la enervación generada por la inflación y el desabastecimiento y la de la violencia social creciente que estamos viviendo.

 

El entorno internacional sigue pesando en la misma dirección

En primer lugar, el entorno internacional no ha cambiado sustancialmente… El gobierno se llevó otro desengaño financiero-petrolero con el camarada Putin y dice haber conseguido cinco millardos de dólares en su último periplo oriental, pero como decíamos la semana pasada, estas pequeñas ayudas corren la arruga pero no hacen un lift. Se desinfló la campaña patriotera con Guyana que buscaba revertir o atenuar la caída en las encuestas, después que todas las islas del Caribe angloparlante se alinearon con Georgetown y que el gobierno supo (horror, no lo sabía de antes) que Itamaratí apoyaría a aquel país.

 

Correa, Evo, Dilma y Cristina siguen usando su diplomacia para tratar de salir de sus propios bretes, pero no están en capacidad ni parecieran estar en disposición de asumir una cruzada diplomática por Maduro, aunque en yunta con Samper le den el apoyo ritual en Unasur o lo acompañen en la OEA, lo cual derrotó por un momento a la diplomacia de Bogotá en su justo reclamo por los incidentes de  la frontera colombo-venezolana. Pero las deportaciones masivas y las violaciones de derechos en la frontera, igual que el juicio amañado contra Leopoldo López siguen erosionando la legitimidad democrática del régimen socialista a los ojos del mundo, parecieran haber activado un camino de condenas políticas en la ONU y la OEA, y siguen enfriando cualquier voluntad de apoyo abierto al gobierno de Maduro en la eventualidad de un escenario de cambio.

 

¿Se han modificado las estrategias o se vislumbra que pueden variar las  ventajas del gobierno y la Oposición?

Todas las encuestas de opinión hechas públicas recientemente amplían aún más la brecha entre los sufragios del gobierno y de la Oposición que deberían quedar registrados el 6D si no hubiese ventajismos e intervenciones ilegítimas en los comicios. Ello ha elevado por parte de los voceros de la MUD la confianza en que les serán reconocidas más de las dos terceras partes de las curules, así como la frecuencia, el contenido y el tono de los mensajes de triunfo y de las promesas que hacen sobre cambios de todo tipo que serían implementados a partir del 7 de diciembre. Pero “los rusos también juegan”, y el gobierno no ha parado de innovar en formas de disminuir esas brechas, las más recientes de las cuales pudiesen ser las suspensiones de comicios en los municipios declarados bajo estado de excepción. Como decía en otro reciente artículo, no solo es un error imaginar que los rusos no juegan sino dejar de advertir que los árbitros también son rusos y que todos ellos, árbitros y jugadores, se rigen por códigos mafiosos de conducta.

 

En el seno de la Oposición se ha producido una nueva alineación a raíz de la alianza que ha construido Voluntad Popular, organización que pareciera haber abandonado la coalición que tenía con Vente y Alianza al Bravo Pueblo para lograr  ser uno de “los cuatro que deciden en la MUD”. Eso ha fortalecido la estrategia electoral pero no necesariamente la línea de “solo elecciones” de la MUD, ya que Leopoldo López pareciera insistir en sus convocatorias a movilizaciones y los otros tres decisores parecieran estar viéndose obligados a plegarse. Estaría por verse si Freddy Guevara es portador de los enfoques estratégicos de movilización y protesta que siempre ha defendido Leopoldo. De ser coherentes en VP, podría esperarse una probabilidad más alta de que la Oposición asuma una estrategia que combine verdaderamente  Calle y Voto, más allá del discurso del Secretario de la MUD.

 

Evidentemente el gobierno debe estar preocupado por la posibilidad de una avalancha de votos en su contra, pero no es racional atribuir al “susto de Maduro y Cabello” las acciones que el régimen ha emprendido para debilitar maquinarias partidistas y para atemorizar dirigentes, activistas y electores opositores en general, cuyos efectos pueden no ser despreciables. Frente a eso hay que seguir contando con una alta probabilidad de que el gobierno sea exitoso en reducir la brecha esperada de votos para lograr que el reconocimiento de diputados opositores no llegue al 66,6%. Por ahora sabemos que se valdrá de la reducción del número de diputados que eligen los circuitos opositores, el gerrymandering, la creación de nuevos centros en las comunas PSUVistas, los vicios del registro, los multicedulados que votan al final de la tarde, el voto asistido, el posible fraude electrónico, las amenazas y la violencia a testigos y electores, y eventualmente la suspensión del acto de votación en buena parte de los municipios del país que podrían ser declarados bajo estado de excepción.

 

En conclusión… ¿Cambian los juicios o las recomendaciones de estrategia?

Nada nuevo se ha conocido en las últimas dos semanas, que tenga suficiente relevancia para hacer cambiar las conclusiones del artículo del pasado 30 de agosto, ni que lleve a revisar el juicio que vengo repitiendo hace meses, según el cual  sólo un escenario de verdadera Transición negociada a la Democracia  puede asegurar una solución pacífica de esta crisis.

 

La viabilidad de un escenario así, el más deseable, depende de que sea promovido activamente por la Oposición apoyándose en un poder de negociación que ella no puede construir con su actual estrategia solamente electoral, porque el régimen tiene muchas opciones, tanto ilegales como formalmente legales, para torcer los resultados legítimamente esperados de los comicios, impidiendo la principal consecuencia que a él le interesa imposibilitar, el reconocimiento a la Oposición de una mayoría calificada de las curules de la Asamblea Nacional.

 

Una capacidad de negociación frente al chavismo, que haga viable una verdadera transición a la democracia debe surgir de la inviabilidad económica y la tensión social que el propio gobierno ha construido con el desabastecimiento y la inflación, las cuales él no tiene capacidad de gestionar y sólo un acuerdo con la Oposición puede contribuir a resolver. Construir esa capacidad de negociación requeriría que la Oposición se decidiese a liderar la movilización de protesta ciudadana,  que hasta ahora se viene dando de manera inorgánica, generando  pequeñas explosiones aisladas y sin control, y acumulando energías que en cualquier momento podrían descargarse al unísono. Dar ese paso implica que la Oposición esté más unida y estratégicamente más clara para que la MUD cambie la que ha sido su línea, de resistirse a ejercer tal liderazgo. Esperemos que la comentada integración plena de Voluntad Popular a la MUD contribuya a ello.

 

Liderar la movilización de protesta de los ciudadanos no es promover caminos violentos sino contribuir a conducirla por cauces que impidan el caos destructivo al cual pudiese llevar una eventual explosión social. Por eso, liderar la protesta no solo construye capacidades de negociación para gestar una transición en paz, sino que es  compatible y mutuamente consistente con la ruta electoral que también pretendería encontrar una salida pacífica. De allí el título de este artículo “El falso dilema entre votar y protestar”.

 

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