Los tres generales, Maduro y su laberinto

Por Luis Guillermo Valera

@guilloescritor

 

 

 

Una táctica muy bien empleada por el gobierno de Hugo Chávez era distraer la atención del público de los problemas que agobiaban al venezolano con algún incidente paralelo, con el cual se pretendía dar una imagen de eficiencia en la gestión y de que las instituciones estaban operativas. Generalmente también abordaban la preocupación, patente en el discurso oficial, de un enemigo externo que pretende violar el hilo constitucional y generar la tan sonada “desestabilización”. Los casos más conocidos son los de la Finca Daktari y los 50 paramilitares, y el de las bazookas que fueron encontradas en Maiquetía, con las que, según se decía, se pretendía atacar el avión presidencial.

 

Como en todo lo demás, el señor Nicolás Maduro trata de imitar a su “papá” en la construcción de los “trapos rojos”. Aunque como en todo lo demás, a nuestro flamante presidente le salen las cosas un poco diferente a lo que imaginaba.

 

En estas semanas cargadas de conflictividad, en las cuales el Gobierno ha mostrado una debilidad tremenda, no se les ha ocurrido nada mejor que presentar a tres generales de la aviación anónimos como los cabecillas de una intentona golpista al mejor estilo de Pinochet. Ni se conocen sus nombres, ni cuántos otros implicados hay, ni cómo planeaba la rama menos numerosa de las Fuerzas Armadas, y por ende más débil, hacerse con el poder por medio de la violencia.

 

Todo lo que tenemos es la palabra de un señor que aseguró que el tipo de cambio permanecería en 6.30 y que antes de que terminara el primer trimestre del año ya nos ha soltado la mayor devaluación de la historia de Venezuela. De un hombre que no se cansa de hablar con descaro de la paz mientras ordena la represión de estudiantes y permite que hayan grupos de malandros matando a los inocentes solo porque se hacen llamar “colectivos que defiende la Revolución”. Entonces no es de extrañar que este anuncio de los generales golpista cause suspicacias a cuenta personal, si no es que a ustedes también.

 

Con el mejor patetismo que nos supo regalar García Márquez, no puedo dejar de comparar al señor Maduro con el protagonista de “El general en su laberinto”: un hombre sencillamente incapaz e ignorante que fue puesto al destino de una nación por los designios, si queremos caprichosos, de un poder superior (en la ficción la presión de las potencias extrajeras, en la realidad una sola frase soltada en cadena nacional) y que no sabe que hacer con el poder, que no le sirve para una mierda, pero que a su vez no puede dejar ir.

 

Este intento de distracción de la realidad que nos aqueja no es más que una morisqueta que intenta ganar la solidaridad automática de los seguidores más recalcitrantes del “proceso”, que no llega más que demostrar la poca seriedad con que la alta cúpula del poder se toma una denuncia de tal naturaleza. Que por lapsos lo parezca, no significa que Venezuela sea una telenovela.

 

Y como en el protagonista de “El general en su laberinto”, Maduro se dolerá de aferrarse tan arduamente al poder. A fin de cuentas nadie puede sentirse a gusto apropiándose de lo que no le pertenece.

 

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