Cambio de gobierno, transición a la democracia y reconstrucción del país

Por Werner Corrales Leal

@wernercorrales

 

 

 

La crisis que vivimos los venezolanos se viene gestando desde los últimos veinte años del Siglo XX cuando el rentismo populista y sus dos socias, la corrupción y la incapacidad de crecer productivamente, habían minado la legitimidad del sistema político, acumulando una enorme pobreza y debilitando las instituciones. Así se abrió las puertas al proyecto del Socialismo del Siglo XXI, el cual al entronizarse en el poder agravó la crisis, interesado como está en destruir el “modelo burgués” para construir un Estado que centralice y decida todo, y que ponga a los ciudadanos a su servicio.

La crisis es hoy mucho más que vivir inseguros ante la delincuencia y sufrir diariamente servicios de calidad decreciente en salud, electricidad y agua, o la violación generalizada de derechos humanos; es más que tener una economía productiva en ruinas que genera desempleo, escasez extrema e inflación tendente a los tres dígitos. Todo esto, que se agrava desde hace dieciséis años, muestra solo los efectos económicos y sociales de un desastre político-institucional que se está gestando, la “Transición al Socialismo” que describía recientemente el vicepresidente Arreaza. Los rasgos de la crisis que vivimos no son solo efecto de la ineficiencia y la corrupción que están a la vista de todos, sino que resultan fundamentalmente de esa transición que lleva a consolidar un régimen totalitario.

Por supuesto hay mucho de corrupción e ineficiencia en el presente régimen, pero su empeño en desaparecer la iniciativa privada y concentrar toda función económica en el Estado es lo que lo lleva a las expropiaciones masivas y a someter el Banco Central al Ejecutivo, lo cual impide a su vez superar la escasez y dominar la inflación. Es su obstinación en “demoler la superestructura burguesa” lo que en el fondo explica que el gobierno intente sembrar el odio en “una nueva cultura de clase”, y también lo que explica que no haya puesto empeño en mejorar la institucionalidad preexistente sino en destruirla.

Y finalmente, son iniciativas políticas de este régimen, tendentes a la construcción del Estado totalitario, y no el “desbordamiento del hampa común”, las que explican las expresiones más graves de la crisis en términos de la violencia, la inseguridad y el terror en que vive la población en todo el país.  Se trata de que el régimen se ha dotado de un sistema de cuerpos armados que le sirve para ejercer coerción sobre la sociedad, aplicando la violencia o amenazando con ella, conformado por la “Fuerza Armada Bolivariana y Chavista” y por un tejido de organizaciones paramilitares. Originalmente concebido como instrumento de control social al servicio del régimen, este sistema -según informes internacionales de inteligencia y estudios de expertos venezolanos- ha establecido desde hace años alianzas con organizaciones narco-guerrilleras y terroristas de otros países dando origen a una convivencia de formaciones militares, políticas y netamente delictivas cuyas iniciativas particulares trafican drogas internacionalmente, controlan mercados nacionales de armas y estupefacientes; y participan de extensas redes nacionales de secuestros y extorsión, robos a cajeros, asaltos y otros delitos.  

 

Tres pasos para salir de la crisis y encaminarnos a la Venezuela que queremos todos

Hay que entender pues, que la crisis que vivimos no es reciente, que hace más de 40 años  existe en su desarrollo un hilo conductor que es el rentismo populista, y que su clímax actual se explica fundamentalmente por el intento de implantar un Estado totalitario. No bastan por lo tanto “mejores políticas públicas” ni tiene sentido hacer llamados al régimen chavista a que gobierne en favor del país. Tampoco se resuelve la crisis con simplemente sustituir al gobierno, porque los daños acumulados han sido muy graves en todos los espacios institucionales y llevará tiempo y esfuerzos concertados repararlos.

Para superar la crisis y movernos hacia la Venezuela que queremos todos hay que cambiar muy pronto de gobierno, hay que vivir una transición hacia la democracia, y hay que literalmente reconstruir el país. Esa es la secuencia de esfuerzos que tenemos por delante.

Cambiar de gobierno lo más pronto posible es indispensable para que la crisis no se siga ahondando, y es algo que debemos lograr por alguna de las vías constitucionales que disponemos, que son varias, entre otras el expediente de la renuncia del presidente, un mecanismo constituyente, o lograr una mayoría relevante en las elecciones parlamentarias que lleve a revertir el entramado legal inconstitucional que el chavismo ha impuesto y eventualmente a un referendo revocatorio. Que quede claro, los demócratas no tenemos abiertas vías no contempladas en la Constitución, entre otras razones porque tenemos varios caminos constitucionales a la mano y porque explorar otros pasajes implica riesgos muy serios para las libertades y la paz.

La transición a la democracia se inicia una vez producido el cambio de gobierno pero no será instantánea. Es el tránsito que se producirá desde que tenga lugar el cambio citado hasta que el país haya dominado las expresiones más serias de la crisis en lo político-institucional, lo económico y lo social, y hasta que se esté enrumbando de manera cierta por cauces que superen los mecanismos perversos que instaló el régimen chavista. 

Debemos diseñar y guiar la transición asegurando en todo momento la gobernabilidad en paz y la irreversibilidad de las reformas, por lo que ella deberá apoyarse en un proceso de reconciliación en las bases de la sociedad, y en alianzas políticas plurales que -reconociendo a los actores de cualquier tendencia política legítimamente electos en los niveles nacional, regional y local- los incorporen en la puesta en marcha de las tres agendas que propone el Acuerdo Nacional para la Transición, la político-institucional, la social y la económica.

La reconstrucción del país y su enrumbamiento firme al desarrollo, por último,  comenzarán estando aún en marcha la transición, cuando ya hayamos logrado consensos sobre las estrategias y mecanismos fundamentales para superar el rentismo, perfeccionar la democracia y edificar una institucionalidad que apalanque nuestro desarrollo, y cuando podamos ganar la confianza nacional e internacional sobre nuestros propósitos y capacidades.

 

La invitación a la transición

En el presente, mientras los demócratas promovemos el cambio de gobierno por vías constitucionales, mientras sufrimos el empeoramiento de la crisis y somos víctimas de una represión creciente por parte del régimen, estamos convocados a participar en un esfuerzo más, en perfeccionar el diseño de nuestra propia transición a la democracia, que será difícil y lleno de riesgos y por eso requiere de un apoyo basado en nuestros consensos.

Responder a la invitación que hiciesen María Corina, Leopoldo y Antonio en el llamado al Acuerdo Nacional que publicaron el  11 de febrero pasado, envuelve más que suscribir el documento, que ya ha reunido muchos miles de firmas; implica involucrarnos en discusiones para proponer enriquecimientos en las tres Agendas; incluye compartir con otros compatriotas cómo imaginamos el proceso y qué esperamos concretamente de él, en las fábricas, las oficinas, las universidades, las iglesias y los círculos de nuestros amigos. Involucra en fin participar en la definición de nuestro propio futuro, uno que nos debe llevar a una democracia plena y al desarrollo como libertad.   

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