Chaderton y sus palabras huecas

Por Ivanna Méndez 

@IvannaMendezM

 

 

 

«Llega un momento en que una cabeza escuálida, no se diferencia de una cabeza chavista, salvo en el contenido. El sonido que produce una cabeza escuálida es mucho menor, es como un chasquido, porque la bóveda craneal es hueca… (La bala) pasa rápido, pero eso se sabe después que pasa el proyectil» así comentaría Roy Chaderton, embajador de Venezuela ante la OEA,  al recordar los hechos del 11 de abril del 2002 cuando manifestantes perdieron la vida en manos de un grupo de francotiradores en torres cercanas al Palacio de Miraflores; todo esto durante el pasado lunes 9 de marzo en el programa Zurda Konducta que transmite Venezolana de Televisión, el canal de «todos los venezolanos».

 

Con una descripción dantesca, con el afán de quien gusta juntar cadáveres, el «erudito» embajador nos dio a todos una «clase de balística» y se jactó en una broma de mal gusto de la muerte y el sufrimiento de cientos de venezolanos. Allí estaba el fruto de 16 años rojos, de un discurso de odio que concentró todos sus esfuerzos en desmeritar al otro, en hacerlo inferior, en insensibilizarlos. Ante semejante comentario las reacciones no se hicieron esperar e incluso el mismo embajador aseguraría más tarde que había horrorizado incluso a sus familiares. Las redes sociales estallaron en denuncias ante la evidente falta de humanidad en sus palabras e incitaron a los venezolanos a reflexiones redundantes, como la inmunidad del personaje y del medio.

 

Que cualquier persona de la oposición habría terminado tras las rejas antes de culminar un párrafo como el citado anteriormente, eso lo sabemos. Que los mensajes que transmite el canal VTV no distinguen entre la mentira y la verdad, lo correcto y lo incorrecto, lamentablemente es algo a lo que ya estamos acostumbrados.

 

Pero entonces, luego de que algunas personas han depositado toda su fe en el futuro en una ayuda externa, ¿qué pasa con un organismo internacional como la OEA? En sus estatutos se define como una organización cuyo objetivo es el de consolidar la paz y la seguridad, promover la democracia y el desarrollo. Sin embargo, históricamente el interés puede más que cualquier causa o ideales originales y su naturaleza se ha visto alterada por el de una naciones parasitarias y dependientes.

 

Cinco congresistas estadounidenses, Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart, Carlos Curbelo, Jeff Duncan y Albio Sires, pidieron al Departamento de Estado revocar inmediatamente la visa al embajador. Mientras, grupos de todas partes solicitaban a José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, una sanción inmediata.

 

Que la comunidad internacional tomara tan a la ligera una declaración así, o mejor dicho la incapacidad para hacer algo de aquellos a los que sí les importaba, nos recordaba de manera sutil, que hasta cierto punto aún estamos solos.

 

Más tarde, Chaderton intentó reparar sin éxito la algarabía que había causado, afirmando que su mensaje había sido «descontextualizado», en un asunto que, obviamente, no se trata de contextos. Aseguró que simplemente quería explicar que en caso de una invasión a Estados Unidos, las bombas y sus francotiradores se llevan por delante a amigos y enemigos. Que únicamente procuraba «alertar a sus compatriotas de oposición«.

 

Burlándose de manera macabra de la muerte de venezolanos de todas las edades, géneros y clases sociales, bajo la insólita excusa de que el término escuálido «depende de las circunstancias«, sabiendoque todos harían eco de sus palabras. Mofándose con crueldad de todas las madres venezolanas que hoy lloran por un hijo, de aquellos que con horror salen todos los días a la calle a un país donde el pensar distinto es tan peligroso que transmite una sofocante sensación de claustrofobia, donde todas la interacciones humanas se dan bajo la cortina permanente del miedo y donde incluso escribir una palabra fuera de lugar pueden significar pasar el resto de los días en una celda.

 

Demostrando un odio desmedido hacia una disidencia que valientemente salió a las calles a defender su derecho a vivir, en todo el sentido de la palabra, y que hoy no nos acompañan porque una bala, despedida por un hombre al que solo se le enseñó a odiar, penetró el supuesto vacío de sus cabezas.

 

Se justificó en su impulsividad y en un incomprendido sentido del humor que más que risa dio lástima, intentó salvar lo insalvable, pues como leí una vez «si las personas sólo fueran responsables de lo que hacen conscientemente, los idiotas estarían de antemano libres de cualquier culpa». Pero el daño ya estaba hecho. Y mas allá de contexto o circunstancias, de la persona que haya sido en sus buenos tiempos, ahora sus declaraciones dejaban en evidencia, además de su poca calidad humana, su dudosa inteligencia emocional. Nadie le explicó nunca que era el humor negro, que «un chasquido nunca rompe al vacío« o que es necesario pensar antes de hablar.Y por andar tildando a otros de cabeza hueca, le salió el tiro por la culata.

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