Guantes de Seda Chamuscados

Por Jorge Olavarría H.

@voxclama

 

 

 

Históricamente, hasta hace una docena de años, siempre, como nación, disfrutamos de una envidiable tradición diplomática. Nuestros Cancilleres, Embajadores, Cónsules y el personal diplomático, persistentemente gozaron de una sublime reputación. En la Torre de Babel con los complicados laberintos de la diplomacia, los venezolanos siempre fueron respetables y respetados. Eso concluyó con la elección de Hugo Chávez y la continuación del su golpe fallido, también llamada “Revolución Bolivariana”. Hasta ese malparido momento, tuvimos todo nivel de cancilleres y embajadores tratando de hacer lo posible por cumplir con sus gestiones, asistir venezolanos en tierras ajenas, resolver impases diplomáticos, socorrer países y gobiernos caídos en desgracia, y siempre prestos a elevar el prestigio de la nación a los ojos del mundo (hasta en momentos en los que no se lo merecía).

 

Los Cancilleres (o Ministros de Relaciones Exteriores)  forman una lista heterogénea de caballeros (siempre fueron hombres hasta el 2015) que pusieron sus capacidades al servicio del país aunque a veces también al servicio de sus ambiciones políticas personales. Nada equivocado en eso. Desde la Cancillería, han llegado muchos personajes a las cabezas de sus naciones, no menos aquí con arribistas políticos como Soublette, Guzmán Blanco, Rojas Paúl, Andueza Palacio. Aún así, ninguno jamás confundió capitales de países que visitaba, preguntaban, ni mandó saludar a escritores bien muertos. Sea como fuere, estos caballeros colocados a la cabeza de las relaciones exteriores del país, en su conjunto, lograron algo que es admirable y un honor del que podemos sentirnos orgullosos los liberales, algo de lo que pueden jactarse, si acaso, un puñado de naciones en el mundo. Sea por maniobra, suerte o sabiduría Venezuela nunca ha tenido el desgraciado deber de percutir sus armas contra otra nación. Hemos perdido o cedido diplomáticamente territorios en ajustes fronterizos, ciertamente, pero nunca hemos perdido ni conquistado, reclamado ni usurpado terrenos con la bota y el fusil. Irrefutablemente somos una república joven (nacida en 1830) pero si acaso tomamos las otras veintitantas republicas arrancadas del vasto imperio español, todas, con la excepción de Costa Rica y Venezuela, han tenido alguna guerra con algún vecino en algún momento. En Centroamérica se han desatado guerras por disgustos en un partido de futbol.

 

También es cierto que hemos sido aliados de naciones en guerras pero nunca hemos enviado a nuestros soldados a matar a los soldados de ninguna otra nación. Hemos estado próximos a las tentaciones de la guerra pero nunca hemos cedido a sus engañosos cantos de gloria y de dignidad recuperada en baños de sangre. Teniendo  una historia colmada de militares dispuestos a todo por el poder, solo los pobladores y no los países vecinos hemos tenido que sufrir sus naturalezas ofensivas.  Y de tantos militares llegados a la máxima magistratura, el Comandante Hugo Chávez es el mandatario que más cerca nos ha llevado al precipicio de la guerra, cuando en su demencial arrebato llamó a sus tanques a movilizarse a la frontera y prepararse para el asesinato uniformado. A Dios gracias y a la diplomacia, el fratricidio y la destrucción revolucionaria no escaló y se quedó confinado a nuestras fronteras.

 

En la presidencia hemos tenido muchos guerreros quienes asumieron el derecho a regir el destino del país por tener armas y tropa, pero en la cancillería hemos tenidos caballeros, grandes humanistas, escritores y hasta poetas que han sido formadores de la esencia del venezolano respetable, del ciudadano republicano, del caballero. Desde temprano con Juan Germán Roscio en la primera Republica, Pedro Gual quien sentara los cimientos de la política exterior bajo el mando de Bolívar en la Gran Colombia, Diego Bautista Urbaneja y Santos Michelena en los inicios del experimento Republicano con el General Páez;  para luego llenar el cargo con personajes que, siendo hombres morales, no siempre vivieron tiempos morales, como Fermín Toro, Vicente Lecuna (y muchos otros cancilleres sorprendentes como Andrés Eloy Blanco) y para no listar la larga y honorable lista de Cónsules y Embajadores, citemos a Santos Dominici, Embajador en los Estados Unidos quien presentó su renuncia, condenándose a un duro auto-exilio, en protesta por la ratificación del Congreso de la elección de Juancho, hermano del General Gómez y a su hijo José Vicente, como primero y segundo vicepresidentes. Los ejemplos del temple de Embajadores, Cónsules y diplomáticos abundan—aunque nadie se recuerde— que prefirieron renunciar antes que hacerse cómplices de alguna infamia. Está, modestia aparte, mi padre quien renunció a uno de los puestos diplomáticos más apetecidos, en Gran Bretaña, protestando que el Presidente Caldera testarudamente se negaba a entender que con su firma en el “Protocolo de Puerto España” prácticamente cedíamos nuestros derechos en el Esequibo. Y así la historia.

 

Diógenes Escalante es un venezolano que dibuja perfectamente al caballero venezolano, ilustrado, un excelso diplomático que marcó un hito en su tiempo, con un desafortunado desenlace en todo los sentidos.  Como contraste de lo que puede llegar a ser un Embajador Venezolano, de su ethos, se puede tomar a Diego Arria quien en tiempos en los que fuere designado Gobernador de Caracas fue despótico, impúdico, bandido delicado y embaucador refinado pero en el cargo de Embajador en la ONU y en todos los niveles que ocupó fue otra cosa. Fue claramente excelente, francamente insuperable (y no puedo explicar lo difícil que me es admitir esto). Comparándolo, por su capacidad de maniobra, con un personaje como Roy Chaderton provisto del cinismo flemático que caracteriza a los de su género, solo basta decir que la historia le promete un bosquejo post mortem mucho más agrio y repugnante del que puede imaginarse.

 

Pero, por ejemplo, ¿cómo se comparan escándalos diplomáticos vergonzosos como el  Sierra Nevada o el asunto con Violeta Chamarro con lo del maletín descubierto de Wilson Antonini o los millones de barriles regalados a Cuba y a otras naciones? ¿Con cuál vara se mide esto?

 

En el año 1999, un político instruido y elegante como Burelli Rivas le entregaba las llaves de la Casa Amarilla a un camaleón sagaz y arribista como José Vicente Rangel.  En ese instante la diplomacia venezolana cambiaba rumbo y comenzaba a navegar en mares turbulentos. La percepción del diplomático venezolano, dama o caballero, un poco filisteos pero siempre de familia, con modales de Carreño, comedido y fino comenzaba cambiar. A corromperse. La Cancillería de Venezuela promovía personajes que parecían ser el eslabón perdido entre un bucanero y un reptil. Revolucionario, publicista y bróker. Venceremos.

Y así la historia.

 

En esta larga dictadura populachera, hemos llegados a los encabezados y titulares internacionales por insultar mandatarios extranjeros, por picapleitos, por escandalosos, por turbulentos, por apoyar gobiernos tiránicos, por encubrir terroristas, por expulsar embajadores, por casi comenzar guerras. Y por otro lado, nos hemos alejado de gobiernos democráticos y progresistas y nos hemos aliado con gobiernos tiránicos e indeseables. Los valores de Chávez salieron a la luz del mundo en su apoyo de dictadores y genocidas como Gadafi quien –hasta el final—llamaba a la paz y la gobernabilidad y nunca a elecciones limpias y a la rendición de cuentas. Ningún tirano perenne se mereció alguna crítica de Chávez y sus Embajadores mientras que presidentes electos reciben aluviones de toda clase de improperios. En breve, la Política Exterior reflejaba y sigue reflejando los valores torcidos del Presidente Comandante y su revolución.

 

Nuestros Embajadores, como Mario Isea en España, han pasado a ser más agentes publicitarios que representante diplomático dispuesto a hacer algo, lo que sea, por asistir, por ejemplo, al ejército de muchachos que con sus políticas manirrotas diseñadas al chantaje de la clase media dejaron colgados en todas partes del mundo sin remesas, ni lugares de estudio a los cuales asistir, ni pasajes para regresar. Literalmente, en la calle.

 

Antes de siquiera hacernos República, las delegaciones diplomáticas (de la Junta Suprema de Caracas) incluían personajes que por su afabilidad, cultura y prestancia fueron comisionados a las más importantes misiones. José Rafael Revenga, Luis López Méndez, Andrés Bello, y los hermanos Bolívar fueron designados para solicitar apoyo a los Estados Unidos y a Gran Bretaña. Es la primera vez que Venezuela actúa por su cuenta y da inicio a la vida púbica de Simón Bolívar y acaba con la vida de su hermano mayor, Juan Vicente quien de regreso de su misión diplomática a los Estados Unidos, muere en un naufragio. Simón, en Inglaterra, pone la torta entregándole los documentos equivocados a Lord Wellesley en los que están sus instrucciones privadas, que no se ha tomado la molestia de leer, instándolo a no revelar lo que precisamente pasa a revelar y a defender con extrema fogosidad. En esos momentos España, luego de tantos años siendo uno de sus peores enemigos, y aliado, casi proxeneta de Napoleón, ha pasado a ser aliado de Gran Bretaña.

 

Durante el período en Cancillería de Nicolás Maduro, todo tipo de asuntos turbios plagaron el mundo diplomático venezolano. Los diplomáticos venezolanos multiplicaron sus funciones o les dieron nuevas interpretaciones a las ya conocidas. Financiaron grupos dudosos, partidos políticos y personajes arribistas, se sabe, crearon lazos con todo tipo de regímenes desgraciados y hasta grupos terroristas. Y luego están los eventos que siempre acompañan a los que se pasean en los bajos mundos. En eso, tenemos de todo. Olga Fonseca, Embajadora en Nairobi, fue encontrada estrangulada y acto subsiguiente llovieron acusaciones de narcotráfico en valijas diplomáticas y otros incidentes desagradables y estúpidos. Pero el evento que mejor define toda la pequeñez a la que llevó la diplomacia venezolana este gobierno no tiene que ver con los gastos o el cargo improvisado de María Gabriela Chávez (esos parásitos de familias poderosas viviendo la vida loca a expensas de la Cancillería han existido siempre.) El evento que mejor define la decadencia de la diplomacia venezolana se inicia con el cierre del Consulado más necesitado por venezolanos en el mundo, el Consulado de Miami. Todo empezó con acusaciones de que señora cónsul, Livia Acosta Noguera, estaba involucrada en idear algún tipo de ataque cibernético contra diferentes oficinas gubernamentales de Estado Unidos. El argumento sonaba vago y hasta ridículo pero despertó la pequeñez del Canciller Maduro y la irracionalidad hormonal que siempre caracterizó al déspota. En medio de la sesión de entrega de la memoria y cuenta 2011, Chávez anunció que cerraría el Consulado de Miami sentenciado a la más numerosa comunidad de compatriotas a tener que viajar 1500 kilómetros hasta Nueva Orleans para poder realizar cualquier trámite y particularmente, poder votar.

 

Aún así, cuando les tocó hacerlo, los mayameros se organizaron y viajaron, consumando una gesta épica de conciencia ciudadana, de resistencia cívica que nos engrandece a todos los venezolanos. La nobleza de la epopeya de todos estos compatriotas  –la mayoría mayores de 50 años—solo es contrastada con la ratería y tosquedad del Cónsul venezolano en New Orleans, un agente rabiosamente resentido, Jorge Guerrero Veloz, emblemático representante de la diplomacia chavista. Todo lo que pudo hacer este señor para incomodar, molestar, herir, ofender y provocar a la gente allí,  lo hizo. Bajo un furioso chubasco, ordenó que los autobuses se estacionaran lo más lejos posible y no dejó que se bajasen ni los viejitos en sillas de ruedas, los hizo ponerse en cola baja la lluvia, les negó el uso de baños, les cerró accesos rápidos e hizo todo lo que le fue posible para alimentar su impulso revanchista, irracional y desequilibrado. Diplomacia Chavista. 

 

Nunca en la historia de Venezuela, habíamos tenido –como nación—un gobierno tan desconfiado, despreciado y al mismo tiempo nunca hemos sido tan polémicos y notables en la prensa y opinión pública extranjera.  Lo insólito en este barril con fondo en el que estamos como nación es que luego de tres quinquenios plagados de incontables abusos, persecuciones, opresión, expropiaciones, corruptelas, un aparato estadal y diplomático estructurado para el chantaje y la distorsión capaz de volver eunucos a los organismos internacionales, las máscaras caen finalmente y el despotismo corrupto y corruptor es finalmente denunciado por un gobierno norteamericano serio y preocupado por la escalada del abuso de los poderosos y el sufrimiento de la ciudadanía, y quienes se supone representan a la golpeada  oposición que carga con los asesinados, los torturados y los presos (para no señalar el sufrimiento general del pueblo atascado en un sistema hipócrita e improductivo llamado revolución).

 

El “decreto de Obama” incluye solo a siete jerarcas del régimen que han sido “sancionados” porque a los ojos del Departamento de Estado han violado patentemente derechos humanos; seis milicos talibanes y una fiscal neonazi. Apenas es un muestrario de la horda de ladrones de alto calibre, de encubridores y blanqueadores en embajadas y a todo nivel. Y sin embargo, (literalmente) tenemos esta telenovela oficialista (muy costosa y hartamente cursi).

 

Pero eso se esperaba. Como se esperaba la blandenguería de la MUD.  Lo sorprendente fue la carta de Henri Falcón, que sería infantil de no conocer la trayectoria de su editor. Debe estar pensada para producir algún nivel de reacción interna porque su editor no puede creer que los americanos se chupen el dedo. Las acciones del gobierno de Obama son apenas un gesto, una atención de un Presidente americano (que ha sido capaz de negociar hasta con Irán y Cuba…) Es un gesto que la MUD debería agradecer.  Es un POR FIN que muestra que alguien al menos está pendiente por el enfoque y la consideración con esta sociedad aturdida y sometida a una dictadura tropical.

 

La carta de H. Falcón es más dañina a la causa de la libertad y la democracia y si se le considera redactada del campo democrático, es un gesto malagradecido… En otro ámbito puede ser vista como precursora de una matriz para las nuevas campañas y medidas fascistas. De hecho, solo le faltó alabar los logros de la revolución y alegar que estamos en una crisis coyuntural. Pobre Falcón.  

 

Y regresando al fascismo: el operativo publicitario y el operativo de chantaje masivo, particularmente para millones de empleados públicos para que firmen contra Obama y puedan conservar sus malparados empleos y hasta a las pobres madres por un poco de leche, solo puede calificarse de fascismo. Desgraciado(s).

 

Pero Falcón o no Falcón, MUD o no MUD, sabemos que las trampas, manipulaciones y la maquinaria estadal al servicio de la represión, el chantaje y la falacia no se moverán con tanta soltura e impunidad en las próximas elecciones. Habrá quien observe sin ser Carter a esta maquinaria hipócrita diseñada para la falacia que a todas luces hasta ahora ha protegido al régimen de la peligrosa voluntad popular, la democracia en acción.

 

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