Sin nada que decir

Por Jorge Olavarría

@voxclama

 

 

 

Otro. Una muy querida amiga relató por su ventana virtual (Fazlibro) el secuestro de su octogenario padre apenas llegaba al país. El sitio web le sirvió solo para relatar los hechos, un aliviadero, si acaso con la esperanza de desahogar la impotencia, la ira porque no cierra el ciclo de la narrativa tradicional. Infiere pero no relata los sentimientos como la vergüenza de vivir en un país así, el país de su padre secuestrado, de ella y su marido y de sus hijos. Y lo peor es que no hay conclusiones y sin eso no hay lecciones. Ni llamó a la policía. ¿Para qué? Si acaso llamó al Aeropuerto Internacional de los Cabello a quejarse en vano por el mal servicio de escolta de tercera edad que supuestamente había contratado. El atormentado evento tuvo un final feliz. Sin sangre. No sabemos cuánto pagaron por la libertad del viejo pero sabemos que invirtieron en la prosperidad y continuidad de la cooperativa del secuestro, quienes, siendo profesionales, ya cobrado el rescate,  le dieron dinero al señor para tomar un taxi. Full service (o ser vicio full). La sola semblanza de conclusión de su narrativa termina con una apología que le da un sentido de alienación a su propia narración diciendo “no sé qué decir”. Porque, ¿qué puedes decir?

 

Una sociedad vive en armonía mientras que una mayoría sienta que sus valores y aspiraciones están incluidos a los ideales y los objetivos de quienes ejercen el poder. Ese era el pensar de Hegel, el filósofo que mayor influencia tuvo sobre Marx. Y con el concepto de la “alienación” creó una de las ruedas con las que el marxismo recorrió todo el mundo persuadiendo, aplastando y conquistando el siglo pasado. El concepto es el equivalente de la “gravedad” de Newton, evidente y asumido pero poco entendido se vuelve ley que define el universo y al hacerlo lo cambia. Igual con el “lívido” con el que Freud dilucidó lo obvio y natural volviendo el complejo mundo de la mente algo maquinal, ergo—controlable (o curable en sus fallas).

 

Pero el concepto de la alienación (que Marx se plagia de Hegel y afina) tiene diferencias; bifurcaciones de sentido que suceden con muchas palabras de parto latino (como bizarro y bizzarre, necio y nice..)  La alienación es el aislamiento de un individuo; pero también puede ser la locura que lo obliga a aislarse. En alemán e inglés  “alienación” toma fuerzas en el sentido de aislamiento, distanciamiento, separación, clausura, encierro, retiro pero también incluye la enajenación (que es de por si la peor variable). Y es de allí que “alienación” tomó fuerzas en castellano; de la enajenación, de la demencia, chifladura, neurosis, perturbación, desequilibrio, paranoia, esquizofrenia, manía, locura, frenesí, desvarío, aberración…que son formas,  de nuevo, de aislamiento, separación, distanciamiento, retiro, encierro, clausura…

 

Así que Hegel y Marx toman la palabra “alienación” en el sentido de aislamiento y expanden todo un contexto psicológico, sociológico, económico y hasta histórico. Para Hegel una nación desarrollada representa claramente en sus leyes y sus instituciones las ideas éticas y las creencias del pueblo. Cada individuo internaliza y acepta estas ideas que derivan de su cultura. Los miembros de dicha sociedad tienen libertades sustantivas mientras que puedan reconocer que las ideas que valoran como propias verdaderamente coinciden con las ideas expuestas en la nación o sociedad de la cual son parte. La ética personal es entonces ética social y la libertad personal es entonces libertad social. Es decir que –gozas de libertad cuando reconoces que los ideales por lo que se definen la sociedad y el estado son también ideales por los que eliges definirte a ti mismo.

 

Pero cuando ocurre lo opuesto; cuando los individuos sienten que las leyes y las instituciones son opresivas, te limitan tus libertades y tu potencial, el yugo se hace insoportable. Tu voluntad personal está en incompatibilidad a la voluntad del estado, del gobierno que tiene el poder y los recursos para imponerse. 

 

¿Celebran los gusanos le putrefacción de la patria?

 

El mundo occidental aprendió a identificar la alienación gracias a Hegel y particularmente a Marx, quien adaptó el concepto a su propia agenda. Y ciertamente la alienación (identificada o no), siempre ha producido y produce reacciones individuales y sociales. La historia se ha escrito con la tinta de la alienación. Guerras, revoluciones, genocidios, olas de exilios, de personas que se sienten cercadas en sus sociedades, en sus propias casas por un estado represivo, como la comunidad de Quakers que se instala en Plymouth para poder adorar a Dios a su manera, o de las comunidades de Venezolanos regadas por todas partes del mundo que sienten se les quitó el derecho de vivir, de prosperar decentemente y de criar sus hijos en paz.

 

Pero la alienación de Marx, originalmente, era uno de los argumentos más convincentes para la lucha de clases, la revolución y últimamente la instalación de la dictadura del proletariado. En Venezuela, con la dictadura militar delincuente, hoy vemos que la inseguridad es un componente vital en la ingeniería social revolucionaria. ¿Qué más hace falta para decir basta!? ¿Acaso se ríe más enérgica la revolución cuando nos están asesinando?¿Cuándo vamos a reaccionar? ¿A quién engaña Maduro con su fragancia de trampas? ¡¿Hasta cuándo? …Hemos escuchado estas y tantas exclamaciones sintomáticas de la alienación colectiva mil y una veces. ¿Es en alguna urbanización asediada o el algún barrio ensangrentado que se esconden quienes tienen una conciencia?

 

Y las seguiremos escuchando. El sistema funciona. Explico…Para quienes estamos en el país, la teoría de la alienación marxista (comprendida e invertida) ha dado excelentes resultado. Se han auto-exiliado más de un millón de potenciales opositores. Se han auto castrado millones de potenciales opositores. El sentimiento produce una sensación de impotencia, de insignificancia, que no le permite a nadie el tiempo o la paz mental para reaccionar ante tantas arbitrariedades, insensateces, reincidencias, abusos, corruptelas. Leopoldo preso no logró unificar alienados. Quedamos en un perene estado de apatía, de filisteismo, de superficialidad existencial. Indolencia. Ceballos, un Alcalde preso y humillado por negarse a masacrar a su gente no nos sacudió. Ledesma amputado de su victoria electoral y luego detenido y silenciado, tampoco. Vivimos una  alienación en la que el individuo proscribe su propia voluntad pero no su opinión. Ya no se identifica o le importa la moralidad pública, pero la reprocha. Un contralor venal le puede pisotear el derecho político a María Corina Machado porque no declaró un cestaticket que ni le dieron y a la gente, la comunidad desintegrada, desinteresada, solamente flota, fluye con lo que sea. Pero opinamos. ¿Puede el cadáver de Chávez preguntarse si asesinó el futuro de Venezuela?

 

La locura marxista con un líder desequilibrado por el resentimiento le llagaron con retraso a esta patria, pero ¿no era mejor nunca que tarde? Continuamente aturdidos por el miedo, o distraídos con los placeres solitarios que ofrece la tecnología de hoy, o abrumados por la difícil tarea de la precaria supervivencia diaria, la alienación no solamente ha producido la desintegración de la sociedad que ni siquiera comparte o busca compartir valores y salidas con otros que, como él, ella, nosotros, todos, estamos alienados en un laberinto sin salidas. ¿A qué sabe la comida que no podemos pagar?

 

Ciertamente, cometo el pecado que acuso. No trato, ni por error, de sacudir a alguien, ni siquiera a mi mismo de esta aturdidora alienación. Quizá, me queda la ilusión, que lo primero es identificar el problema. Si dejamos de vernos el ombligo, se hacen peligrosas para los marxistas las palabras de Marx.

 

…no tenemos nada que perder…

 

¿Puede morir de vergüenza un marxista?

 

Sin nada que decir, a veces se dice mucho. 

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