Poder e institucionalidad de papel

Por Mario Guillermo Massone 

@massone59

 

 

 

Me parece que está muy bien opinar sobre lo que acontece. También, que hay que llamar la atención  de ella a lo que más importa y que no siempre acontece.  Cuando lo que más importa es, digamos, por poner un caso, la racionalidad política, tanto en la acción como en su límite, y resulta que ésta no acontece, pues pasa a ser lo que más importa lograr para que acontezca.

 

Sobre todo cuando lo que más importa, en relación a algo, no acontece, es cuando más hemos de ubicar y centrar nuestras miradas en esa importancia. En los tiempos que vivimos en Venezuela, hay una grave ausencia de racionalidad política -política en su más lato sentido. En nuestra realidad, el poder se ejerce con irracionalidad, sin límite, con desenfreno.

 

La institucionalidad depende de una racionalidad constante, continuada. Una institucionalidad declarada y, sobre todo, lo que más importa, re-afirmada; y, por tanto, fortalecida, por la acción, es una verdadera institucionalidad. De lo contrario, de ser solo declarada y no reafirmada por la acción del ejercicio del poder, estamos, como de hecho lo estamos, frente a una institucionalidad en papel. Frente a una institucionalidad de papel. Una no institucionalidad, un no ser.

 

Me gusta y me parece excelente imagen la percepción de una constitución política como camisa de fuerza. Saben, una camisa de fuerza que está allí, a la mano, útil, por si el poder se inclina a comportarse como un loquito desenfrenado. Porque tan importantes son los derechos y deberes de las personas como los límites del Estado. Los límites efectivos, verificables en la realidad. Observables.

 

La consigna filosófica de un candidato en campaña podría ser la de traer de vuelta a la razón y desterrar a la irracionalidad del territorio político venezolano. Recuperar la imperfecta institucionalidad, pero institucionalidad al fin, que estuvimos cultivado a lo largo de nuestra historia, con todo y los traspiés y caídas y levantadas y vueltas a caer.

 

Porque cuando la racionalidad en las acciones de un gobierno son algo que no acontece, los acontecimientos no pueden ser el centro de la atención únicamente. Cuando lo que más importa no es, tenemos un verdadero problema de metafísica política. Hay un vacío por llenar.

 

No imagino a un candidato diciendo aquello, pero si lo imagino gobernando así: con racionalidad. Con responsabilidad y con límites. No sé si este tipo de ser sea una especie en extinción, o un artículo desabastecido, o si se trata de un lujo histórico para Venezuela. Lo que sí sé, porque comparo a la institucionalidad real de otros países con nuestra institucionalidad de papel, es que, como en todos los asuntos humanos, siempre hay una mejor forma de vivir y coexistir. Una parte de esa mejor forma, depende de cómo y para qué se ejerza el poder. La otra parte… Pues la otra parte depende de ti y de mí.

 

En definitiva, necesitamos racionalidad en el ejercicio del poder, para no quedarnos en una mera institucionalidad de papel.

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